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Voto de Antonio Morales:
6
Drama. Aventuras Japón medieval. Un samurai huye de su hermano. Tanto él como sus guardaespaldas tienen que disfrazarse de sacerdotes para atravesar un bosque y eludir a los guardias de la frontera. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según cuenta Kurosawa en sus memorias, el guión se realizó en tres días escasos, basándose en dos obras teatrales clásicas dentro de la literatura japonesa: la pieza escénica “Kanjincho”, perteneciente a la tradición teatral “Kabuki” – en la que los actores bailaban al son de una base instrumental –, y el drama “Ataka”, de origen “nô”. Esta rapidez en la adaptación del texto, más la promesa de hacer un film austero, convenció a los ejecutivos de la productora Toho. De hecho, Kurosawa únicamente necesitó un plató interior, ya que los exteriores fueron rodados en el bosque que estaba situado en la parte trasera de los estudios. En ella se aprecia ya el talento incipiente del maestro.

“Los hombres que caminan sobre la cola del tigre” se podría traducir como “Los hombres que caminan en la cuerda floja” y está ambientada en 1185, la historia narra la huida de Yoshitsune tras su victoria ante el clan Heike. El “shogun” Yoritomo, hermano de Yoshitsune, desconfía de su lealtad e intenta matarlo. Yoshitsune, avisado de las intenciones de su hermano, huye acompañado por seis leales soldados, en su camino encontrarán a un simpático personaje, una especie de bufón que sirve como referencia del pueblo llano, típico contrapeso en este tipo de relato. Disfrazados de monjes, intentarán cruzar la frontera sin ser descubiertos.

A pesar de los escasos 60 minutos de duración, el resultado de la película, en mi opinión, es más que estimable. Ante las consabidas filiaciones estéticas que se han atribuido – como una obra maestra de teatro filmado –, lo cierto es que más allá de los coros iniciales y la teatralidad que impone Enoken, el personaje cómico, en algunas secuencias, con especial atención al momento en que el personaje se da cuenta de la verdadera identidad de los individuos a los que acompaña, o cuando Yoshitsune lee un ficticio permiso para cruzar la frontera, el film se aleja de la estática puesta en escena del teatro filmado para encontrar en su metraje un primer indicio de los posteriores “chambaras” de Kurosawa, pues encaja bien como antecedentes de obras como “La fortaleza escondida” o “Rashomon”.

Técnicamente el film está resuelto con gran solvencia. Kurosawa aprovecha cada centímetro de los escasos exteriores para jugar con el encuadre, “travellings” y las cortinillas que marcarán la temporalidad en la historia. Pero más allá del buen trabajo técnico y del buen trabajo de los actores – con ese equilibrio entre la grandilocuencia gestual de Enoken y la marcialidad del resto del reparto –, la película disfruta de una facilidad para recrear ese juego de apariencias donde el que miente podría haber sido descubierto sin que el espectador tuviese nociones de ello, lo cual genera una sensación ciertamente intrigante. Y se consigue en buena parte por la labor de Susumo Fujita en el papel de Togashi, que mientras interroga – casi como un juego picaresco – el supuesto grupo de monjes, sabe ocultar muy sutilmente al público si realmente ha sido o no víctima del engaño.
Antonio Morales
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