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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Narra la historia de Margaret y Walter Keane. En los años 50 y 60 del siglo pasado, tuvieron un éxito enorme los cuadros que representaban niños de grandes ojos. La autora era Margaret, pero los firmaba Walter, su marido, porque, al parecer, él era muy hábil para el marketing. (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estremecedor y rocambolesco biopic de la pintora Margaret Keane (una Amy Adams en constante progresión como actriz), con una azarosa vida que la hizo incluso estar secuestrada por su marido viviendo ambos un largo proceso judicial por la autoría de los cuadros. Desde la magistral “Ed Wood”, Tim Burton no había vuelto a hacer cine basado en hechos reales. Tanto le gustaban las obras de Keane a Burton que llegó a encargarle algunos retratos de su familia a la pintora que vivía en su última etapa en Sebastopol (California). El film reconstruye la peculiar historia de esta pintora “underground” que fascinaba a Tim Burton desde su infancia. Autora de retratos que se caracterizaban por los enormes ojos de sus protagonistas, “Yo miro a las personas a través de sus ojos para ver su alma”, afirmaba la pintora. De ahí el título del film y la influencia evidente en los personajes del universo del cineasta. Porque, en el fondo, Keane no deja de ser una artista “freak” con muchos puntos afines con el protagonista de “Ed Wood”.

Considerada una artista “kitsch”, su notoriedad dentro del arte moderno de los 60, alcanzó la consideración de clásico. Retrató a numerosas estrellas de Hollywood como Natalie Wood, Robert Wagner, Kim Novak y Jerry Lewis, entre otros. Su argumento resume gran parte de su vida, junto a su pequeña hija Jane que le sirvió de modelo con ojos enormes para sus primeros cuadros, perfeccionando su estilo y su relación con su segundo marido Walter Keane (un histriónico Christoph Waltz ajustado al personaje), comenzando a pintar profesionalmente, gracias a la habilidad de éste para publicitar los cuadros. Keane llegó a atribuirse la autoría de las pinturas, aprovechándose de la timidez patológica de su esposa y su carácter introvertido, pues ella se sentía feliz recluida en su estudio haciendo lo que mejor sabía, mientras que Walter se cuidaba del negocio y de castigar la autoestima de la artista para él salir reforzado como autor de unas obras, cada vez más melancólicas fruto del infierno que empezaba a vivir Margaret, cuya presión era insostenible.

Lo que más interesaba a Burton era indagar en los conflictos emocionales de la pintora tras más de una década encerrada pintando en secreto mientras su marido recibía los laureles en su desmedida ambición económica y profesional. De buena solidez narrativa y excelente ambientación, tiene reminiscencias de las pinturas de Edward Hooper que coincide con la época artística de Keane. Se trata de una película atractiva y sugerente, a ratos romántica, otras veces patética pero siempre interesante. Me ha fascinado la fotografía luminosa en tonos pastel del operador de “Amelie”, un artista del color. Mi reflexión sobre este film me plantea dos cuestiones: una es que el ingenio y la astucia es sólo la bisutería del talento y la personalidad, que siempre acaba imponiéndose a la impostura, a las patrañas y componendas. La segunda es sobre cómo la reproductibilidad técnica ha banalizado el arte, no olvidemos que los títulos de crédito del film están sobre imágenes de copiadoras en marcha, reproduciendo en papel los cuadros de Keane, masificando lo que es una obra única.
Antonio Morales
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