Quizás la mejor película de aventuras de la época clásica del cine. Burt Lancaster se hizo famoso por su espectacular físico, pero es que además era un magnífico actor.

La película es seguramente el paradigma de la historia de aventuras: el rebelde enfrentado al poderoso, la chica atrapada entre dos frentes, el pueblo buscando un líder contra la injusticia: y a partir de premisas tan sencillas, echa a correr una película plagada de ritmo y espectacularidad, con un protagonista que apesta por todos los lados a auténtico porque lo era, porque no necesitaba dobles para columpiarse por barras de hierro o realizar increíbles piruetas circenses.

En definitiva, una simple y llana maravilla, una referencia absoluta en su género.