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Voto de Gunnar Hansen:
3
Acción. Bélico. Aventuras. Fantástico Adaptación del cómic de Frank Miller (autor del cómic 'Sin City') sobre la famosa batalla de las Termópilas (480 a.C.). El objetivo de Jerjes, emperador de Persia, era la conquista de Grecia, lo que desencadenó las Guerras Médicas. Dada la gravedad de la situación, el rey Leónidas de Esparta (Gerard Butler) y 300 espartanos se enfrentaron a un ejército persa que era inmensamente superior. (FILMAFFINITY)
18 de enero de 2008
81 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy día parece que unos buenos efectos digitales y un objetivo veloz e infatigable bastan para contentar al gran público. El guión, los diálogos, la verisimilitud de lo que se narra, las actuaciones y la planificación del film parecen no preocupar a nadie. Han pasado a segundo plano. No importa lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. 300 es un buen ejemplo.
Basado en un cómic de Frank Miller (siguiendo la estela de la multimillonaria Sin City, de la que esperamos secuela), 300 nos recrea a la "gringa" las famosas Guerras Médicas. Y, ¿cómo se imaginan los norteamericanos la historia? No hace falta casi ni contestar: exportando su imaginario al pasado. Los espartanos pasan a convertirse en marines, todos ellos muy machos, blancos, fuertes y guapos, cargados de frases lapidarias con las que sentencian cualquier situación, especialmente aquellas en la que el diálogo y el raciocinio debiera imponerse. Los persas, pues claro, son malos malísimos, oscuros de piel, degenerados, crueles y afeminados (sin este dualismo maniqueo parece que los yanquis se pierden). Vamos, estereotipos y tópicos donde los haya. Exaltando la violencia feroz (y, en gran medida, ficticia) de la que los espartanos son históricamente repesentantes, 300 esboza un discurso altamente reaccionario y conservador, pro intervencionista y apologético de la agresión valiéndose para ello, eso sí, de una exquisita estética y un trabajo de cámara y técnico más que brillante. No en vano, Zack Snyder ya nos demostró su valía como realizador y constructor de imágenes en Dawn of the Dead. Pero, seamos serios, esto no basta o, al menos, no debería bastar. Una película debe ir más allá de su estética y sus efectos, de una cámara frenética o de sus movimientos a cámara lenta para atraparnos con la coherencia en su propuesta, con la solidez de sus personajes y la de la historia que estos, con sus actos y diálogos, conforman. 300 naufraga en todos estos aspectos cinematográficos e intenta paliarlo con una técnica visual brillante pero, al tiempo, sobradamente manida. Más que como un film de ficción podemos entender 300 como un producto propagandístico norteamericano destinado a un mundo que cada vez es más hostil al intevencionismo estadounidense y su forma violenta de entender las relaciones políticas e internacionales.
En definitiva, que si nos tragamos esto como un ejercicio de (buen) cine es que nos hemos vuelto idiotas. Aunque, nos guste o no, parece que la idiocia vende.
Gunnar Hansen
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