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Voto de simón:
9
7,2
124.707
Fantástico. Romance. Drama
Un hombre (Brad Pitt) nace con ochenta años y va rejuveneciendo a medida que pasa el tiempo; es decir, en lugar de cumplir años los descumple. Esta es la historia de un hombre extraordinario, de la gente que va conociendo, de sus amores y amistades, pero sobre todo de su relación con Daisy (Cate Blanchett), la mujer de su vida. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Benjamin, un niño encerrado en un cuerpo de anciano ajado, con ganas de descubrir el mundo, con la ilusión propia de un ser cándido todavía no desengañado por el cruel e indefectible paso del tiempo. Benjamin, un niño que no puede disfrutar porque se cree lo que a su alrededor observa, que no es más que la muerte misma personificada en la figura de los ancianos que exhalan su último aliento, sienten ya su último momento, conscientes de encontrarse inmersos en el final de su vida. Produciéndose en este contexto una frase estremecedora, y que marcaría para siempre a Benjamin, cuando una anciana le dice: “Tiene que ser terrible saber que todos tus seres queridos morirán antes que tú”.
Con estos mimbres va creciendo un Benjamin que es consciente como nadie sobre la certeza de la imperdurabilidad de un cuerpo físico, y por ende de una vida; aunque al mismo tiempo y por el mismo motivo comprenda la necesidad del disfrute de cada momento, si como si éste se tratase del último. (Gran acierto el del guionista el de situar la infancia de un ajado Benjamin en una residencia de ancianos).
Por entre medias conoce la amistad, representada sobre todo en las figuras del pigmeo y del capitán que imprimen en su viejo pero esponjoso cerebro todas aquellas instrucciones que en cierto momento de nuestras vidas recibimos, convirtiéndose en referentes de nuestra propia existencia; conoce la chispa arrebatadora, el huracán emocional del primer amor y las pasiones desbocadas y desbordadas de las necesarias relaciones esporádicas ( que ojo, a su manera llenan y cubren de dicha); conoce el amor y la inmensa ilusión que en esos primeros instantes provoca; y conoce el desamor, que en sentido contrario al anterior todo lo llena de un vaho denso de dolor; y conoce, como no, la vida, con sus miserias y sus grandezas, con sus momentos de dicha y tristeza.
Todo ello desde una perspectiva única, con la mirada joven de alguien con todo a descubrir, con las ilusiones aún no melladas por el descorazonador paso del tiempo; pero, paradójicamente, inmerso en un decrépito físico que no facilita, precisamente, un descubrimiento placentero de todos esos aconteceres.
Con el trascurso del tiempo, el viejo Benjamin se va transformando en un ser joven y vigoroso (¡¡¡ se transforma en Brad Pitt!!!!), es decir, se produce el clímax de su vida en la sucesión de etapas que conforman la existencia, un momento en el que ya puede apreciar, sobre todo por la acumulación de experiencias dolorosas ya vividas, cierto desencanto, pero con un cuerpo formidable y deseable. Es en ese instante cuando alcanza la dicha suprema, y no es por casualidad que sea el momento en el que viva la relación con Daisy de una forma plena y casi mística, extrayendo ambos todo el jugo a cada uno de los momentos que la vida nos permite disfrutar. En ese instante Benjamin era feliz, en perfecta mezcla y combinación suprema de experiencia, madurez y vigorosidad física y sexual.
SIGUE EN EL SPOILER.
Con estos mimbres va creciendo un Benjamin que es consciente como nadie sobre la certeza de la imperdurabilidad de un cuerpo físico, y por ende de una vida; aunque al mismo tiempo y por el mismo motivo comprenda la necesidad del disfrute de cada momento, si como si éste se tratase del último. (Gran acierto el del guionista el de situar la infancia de un ajado Benjamin en una residencia de ancianos).
Por entre medias conoce la amistad, representada sobre todo en las figuras del pigmeo y del capitán que imprimen en su viejo pero esponjoso cerebro todas aquellas instrucciones que en cierto momento de nuestras vidas recibimos, convirtiéndose en referentes de nuestra propia existencia; conoce la chispa arrebatadora, el huracán emocional del primer amor y las pasiones desbocadas y desbordadas de las necesarias relaciones esporádicas ( que ojo, a su manera llenan y cubren de dicha); conoce el amor y la inmensa ilusión que en esos primeros instantes provoca; y conoce el desamor, que en sentido contrario al anterior todo lo llena de un vaho denso de dolor; y conoce, como no, la vida, con sus miserias y sus grandezas, con sus momentos de dicha y tristeza.
Todo ello desde una perspectiva única, con la mirada joven de alguien con todo a descubrir, con las ilusiones aún no melladas por el descorazonador paso del tiempo; pero, paradójicamente, inmerso en un decrépito físico que no facilita, precisamente, un descubrimiento placentero de todos esos aconteceres.
Con el trascurso del tiempo, el viejo Benjamin se va transformando en un ser joven y vigoroso (¡¡¡ se transforma en Brad Pitt!!!!), es decir, se produce el clímax de su vida en la sucesión de etapas que conforman la existencia, un momento en el que ya puede apreciar, sobre todo por la acumulación de experiencias dolorosas ya vividas, cierto desencanto, pero con un cuerpo formidable y deseable. Es en ese instante cuando alcanza la dicha suprema, y no es por casualidad que sea el momento en el que viva la relación con Daisy de una forma plena y casi mística, extrayendo ambos todo el jugo a cada uno de los momentos que la vida nos permite disfrutar. En ese instante Benjamin era feliz, en perfecta mezcla y combinación suprema de experiencia, madurez y vigorosidad física y sexual.
SIGUE EN EL SPOILER.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A partir de ese momento todo cambia, ya nada será igual, ella envejece y él cada vez es más joven, ambos son conscientes del final de lo vivido, de la inexistencia de un futuro único, de la finitud de los sentimientos aún no gastados.
Es el inicio de la etapa de un Benjamin joven, en la flor de la vida en cuanto al físico se refiere, pero, empero, consciente de encontrarse en el ocaso de su vida, ocaso dulce; pero ocaso al fin y al cabo. En esta etapa conoce mundo, conoce lugares no visitados, vive cada momento, como antes; pero ahora ya todo es distinto, le falta y es consciente, lo más importante, y sabe que ya nunca podrá alcanzar lo que desea. Es en este instante cuando la paradoja de su vida adquiere su máxima cota: es joven, guapo, intenta vivir la vida, y todo ello con la serenidad propia que se supone de alguien que ya ha vivido, de alguien que ya ha cometido con anterioridad errores propios de su edad física actual. En principio, y según creencia popular, vive la situación ideal, ya que se presupone que a Benjamin se le concede lo que todos desearíamos: una segunda oportunidad, un segundo intento para vivir y para corregir errores del pasado, un segundo ensayo que al resto se nos ha negado, ya que, ¿cuántos de nosotros desearíamos volver atrás en el tiempo, ser todavía jóvenes y rectificar los errores de una inexperta juventud? Sin embargo Benjamin no es feliz, ya ha vivido todo lo que tenía que vivir, y aunque sea joven y guapo, ya ha asumido hace tiempo que la perfección es un instante y que lo realmente tiene importancia ya no forma parte de su mundo.
Es el inicio de la etapa de un Benjamin joven, en la flor de la vida en cuanto al físico se refiere, pero, empero, consciente de encontrarse en el ocaso de su vida, ocaso dulce; pero ocaso al fin y al cabo. En esta etapa conoce mundo, conoce lugares no visitados, vive cada momento, como antes; pero ahora ya todo es distinto, le falta y es consciente, lo más importante, y sabe que ya nunca podrá alcanzar lo que desea. Es en este instante cuando la paradoja de su vida adquiere su máxima cota: es joven, guapo, intenta vivir la vida, y todo ello con la serenidad propia que se supone de alguien que ya ha vivido, de alguien que ya ha cometido con anterioridad errores propios de su edad física actual. En principio, y según creencia popular, vive la situación ideal, ya que se presupone que a Benjamin se le concede lo que todos desearíamos: una segunda oportunidad, un segundo intento para vivir y para corregir errores del pasado, un segundo ensayo que al resto se nos ha negado, ya que, ¿cuántos de nosotros desearíamos volver atrás en el tiempo, ser todavía jóvenes y rectificar los errores de una inexperta juventud? Sin embargo Benjamin no es feliz, ya ha vivido todo lo que tenía que vivir, y aunque sea joven y guapo, ya ha asumido hace tiempo que la perfección es un instante y que lo realmente tiene importancia ya no forma parte de su mundo.