Con las sinuosidades narrativas de Graham Greene, la sugerente cítara de Anton Karas y una marcadísima influencia wellesiana, El tercer hombre se posiciona como uno de los films más distinguidos de su género.
La expresividad de su fotografía conjugada con la enorme calidad de su puesta en escena hacen de algunas secuencias verdaderos paradigmas estéticos, elocuentes pruebas de ello son la persecución desesperada por los túneles del alcantarillado y la escena en que el rostro de Harry Lime- encarnado por un soberbio Orson Welles- es develado.