Es muy buena. Todo lo que le pase a Tom Cruise y Nicole Kidman, sorprendentemente, interesa de principio a fin. Y perturba. Y embruja.

Además de un obsesivo drama romántico (pareja) y social (élite) cargado de suspense y desasosiego, es esencialmente una obra psicoanalítica, sobre pensamientos reprimidos que buscan llegar a la conciencia personal, y una vez que lo consiguen buscan ser aceptables o compatibles con la conciencia de la pareja. No en vano, el guión parte de una novela de Arthur Schnitzler, amigo de Freud, y se nota la obsesión sexual de la escuela de psicoanálisis de Viena por investigar las exigencias internas contrarias entre satisfacer los deseos y respetar las prohibiciones morales. Pasiones enfrentadas apuntadas por cañones.

Y si se quiere, puede verse sin tratar de entender nada de lo que quiere transmitir, el cerebro es solo un invitado más, porque cinematográficamente deslumbra.

Como curiosidad, cuando Tom Cruise entra en la mansión de la orgía, le recibe alguien con la máscara dorada del Oscar. Me pareció un guiño de uno de los mejores directores de la historia al hecho de que nunca ha recibido Oscar a mejor director ni a mejor película. Tampoco lo recibió Hitchcock, estas dos ausencias dicen mucho de las predilecciones de la Academia, reacia a mostrarnos el lado oscuro de la naturaleza humana.