Fray Juan de la Cruz (Juan Diego) es encerrado en una celda como castigo a su díscola utilización de las reglas de su Orden y tras haber fundado la Orden de los carmelitas descalzos. La película es un relato de estos hechos y de cómo allí San Juan de la Cruz compuso sus mejores poemas.
Un proyecto ambicioso, largamente querido por Saura, y un film especialmente malo, lleno de defectos y torpezas a cada cual más grave y deconcertante (más al ser Saura ya un veterano realizador), como si el director actúase bajo la influencia del síndrome de "El Dorado".
Desde la penosa dirección de actores (con un trabajo especialmente patético e histriónico, aún alabado, de mi querido Juan Diego) y en la creación de personajes (son particularmente penosos los de Fernando Guillén y la francesa Julie Delpy), contiene unas ridículas secuencias oníricas que ni encajan en el conjunto de lo pretendido ni siquiera están bien realizadas; tiene además una puesta en escena torpe, arbitraria y de nulo principiante, e incluso una mala utilización de lo único digno del film: la fotografía de Teo Escamilla. A todo esto cabe añadir que, dejando de lado cualquier consideración religiosa y sin entrar en un debate acerca de la debilidad en sus creencias y del mantenimiento de su fe en el santo (signo por otra parte inequívoco de presuntas santidades, por cierto; quien no duda, no existe de verdad), es un film ignominioso no para el personaje tal cual pero sí para su Obra literaria y, por tanto, para la Cultura española con mayúsculas. Es San Juan de la Cruz un poeta pluscuamperfecto con poemas estremecedores y dónde le concepto de mística alcanza cotas de absoluta tangibilidad. Se hace un empleo de todo esto estúpido y bochornoso, pues pretender claustrofobizar al monje y poner en tela de juicio a la Iglesia y sus métodos para con sus propios militantes me parece no solo interesante sino que estoy de acuerdo con ello: pero claustrofobizar al espectador con semejante falta de consideración a la ingente y maravillosa obra del personaje es intolerable. Más vale olvidarse de semejante engendro cuanto antes y en base a él no demonizar a Saura, pues éste atravesaba, por lo visto, por una etapa muy desafortunada cuanto más ambiciosa. Corramos, pues, un tupido velo con el que tapara a fray Juan de la Cruz y admiremos hasta la extenuación su fabulosa poesía.