Dunkerque
7,0
57.805
Bélico. Drama
Año 1940, en plena 2ª Guerra Mundial. En las playas de Dunkerque, cientos de miles de soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran rodeados por el avance del ejército alemán, que ha invadido Francia. Atrapados en la playa, con el mar cortándoles el paso, las tropas se enfrentan a una situación angustiosa que empeora a medida que el enemigo se acerca. (FILMAFFINITY)
20 de julio de 2017
20 de julio de 2017
104 de 177 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cristopher Nolan es un nombre que no deja indiferente a nadie. Cada estreno suyo se convierte en foco de los espectadores de todo el mundo. Amado por unos, odiado por otros, el director británico consigue ser el epicentro de un continuo debate sobre si realmente es un visionario o un director corriente con ecos de grandeza.
Después de revolucionar el mundo del superhéroe con la trilogía de The Dark Knight, de renovar la arquitectura cinematográfica con Inception y de descubrirnos nuevos mundos en Interstellar cambia por completo de registro para realizar un ejercicio de escafandrismo cinematográfico en pro de sumergir al espectador en la quintaesencia de la guerra. En el núcleo del conflicto bélico.
Dunkirk nos aproxima a la operación Dinamo. Una maniobra de rescate que se llevó a cabo en 1940 para evacuar a 300.000 soldado aliados que se vieron acorralados por en la pequeña población de Dunkerke, situada en la costa norte de Francia. Desdoblándose por completo de sus anteriores trabajos, Nolan persigue en su última película introducirnos sin previo aviso en el corazón del conflicto, en las emociones traumáticas que conllevan las guerras. Dejando de lado el propio lenguaje, creyendo que la subjetividad del mismo puede corromper la propia experiencia que pretende transmitir la cinta, utiliza de la forma más inteligente posible todos los elementos que juegan una partida que realmente nadie gana. Dunkirk es una tesis sobre el horror de las bombas, sobre la incertidumbre y al arte impuesto de la supervivencia, sobre el heroísmo anónimo y el egoísmo del ser humano en momentos que la historia nos ha contado años después. Y es que la historia nos relata lo que ocurrió, pero no lo qué vivió quienes lo presenciaron y formaron parte de ello. Olvidamos el coste emocional que supuso para quién dejó de ser quién realmente era únicamente por poder conservar su vida.
Acompañada por una de las mejores partituras que ha firmado Hans Zimmer en su carrera cinematográfica Dunkirk abraza en su visionando catapultando hacia la más profunda de las tinieblas. Aquéllas en las que únicamente se puede sentir, pero no encontrar un porqué. Y sería absolutamente inútil hacerlo. La guerra es irracional. Y esta película baila en la melancolía de dicha afirmación. Se mueve en un continuo espectáculo visual, influido por el inconmensurable trabajo de Hoyte Van Hoytema. Y la elección no puede ser más acertada. La cinta, técnica y visualmente, empuja a los abismos de la oscuridad a todos sus protagonistas. Apoyada también por una desvirtualización del tiempo como un concepto lineal, Nolan envuelve su último trabajo en tres ejes que sostienen la historia con un equilibrio aplastante, demostrando que es la intensidad y no los relojes los que realmente determinan la importancia de los actos y de lo ocurrido.
Dunkirk es la muestra de que, en muchas ocasiones, los seres humanos sentimos la imperiosa necesidad de imponer palabras a lo que hemos vivido. Y de que quizá ahí es donde erramos. Su máxima consiste en romper los títulos de crédito iniciales con una de las mejores secuencias iniciales que el director ha filmado. Y, a partir de entonces, es imposible huir. Por mucho que los ojos se cierren, el corazón siente. Y no se puede hacer nada. Es un profundo camino hacia la reflexión sobre lo que se nos escapa y el conflicto con la esperanza de conseguirlo. Una inmersión en el corazón de la propia guerra, en la que no importa el quién, si no el qué Un viaje a la profundidad de lo desconocido, hacia la capacidad de adaptación en momentos decisivos, sobre la búsqueda de los límites y de promover el propio ingenio para sobrevivir, acerca de la inutilidad del lenguaje como un catalizador de expresión.
Es una experiencia aterradora, pero realmente mágica. Una hipnosis que nos catapulta hacia un momento en el que cuestionar todo lo que creíamos saber acerca del horror. Un viaje sin retorno, al corazón de las tinieblas, del que algunos escaparon físicamente, pero su espíritu quedó en aquélla playa. Y parte del nuestro en la sala de cine.
Después de revolucionar el mundo del superhéroe con la trilogía de The Dark Knight, de renovar la arquitectura cinematográfica con Inception y de descubrirnos nuevos mundos en Interstellar cambia por completo de registro para realizar un ejercicio de escafandrismo cinematográfico en pro de sumergir al espectador en la quintaesencia de la guerra. En el núcleo del conflicto bélico.
Dunkirk nos aproxima a la operación Dinamo. Una maniobra de rescate que se llevó a cabo en 1940 para evacuar a 300.000 soldado aliados que se vieron acorralados por en la pequeña población de Dunkerke, situada en la costa norte de Francia. Desdoblándose por completo de sus anteriores trabajos, Nolan persigue en su última película introducirnos sin previo aviso en el corazón del conflicto, en las emociones traumáticas que conllevan las guerras. Dejando de lado el propio lenguaje, creyendo que la subjetividad del mismo puede corromper la propia experiencia que pretende transmitir la cinta, utiliza de la forma más inteligente posible todos los elementos que juegan una partida que realmente nadie gana. Dunkirk es una tesis sobre el horror de las bombas, sobre la incertidumbre y al arte impuesto de la supervivencia, sobre el heroísmo anónimo y el egoísmo del ser humano en momentos que la historia nos ha contado años después. Y es que la historia nos relata lo que ocurrió, pero no lo qué vivió quienes lo presenciaron y formaron parte de ello. Olvidamos el coste emocional que supuso para quién dejó de ser quién realmente era únicamente por poder conservar su vida.
Acompañada por una de las mejores partituras que ha firmado Hans Zimmer en su carrera cinematográfica Dunkirk abraza en su visionando catapultando hacia la más profunda de las tinieblas. Aquéllas en las que únicamente se puede sentir, pero no encontrar un porqué. Y sería absolutamente inútil hacerlo. La guerra es irracional. Y esta película baila en la melancolía de dicha afirmación. Se mueve en un continuo espectáculo visual, influido por el inconmensurable trabajo de Hoyte Van Hoytema. Y la elección no puede ser más acertada. La cinta, técnica y visualmente, empuja a los abismos de la oscuridad a todos sus protagonistas. Apoyada también por una desvirtualización del tiempo como un concepto lineal, Nolan envuelve su último trabajo en tres ejes que sostienen la historia con un equilibrio aplastante, demostrando que es la intensidad y no los relojes los que realmente determinan la importancia de los actos y de lo ocurrido.
Dunkirk es la muestra de que, en muchas ocasiones, los seres humanos sentimos la imperiosa necesidad de imponer palabras a lo que hemos vivido. Y de que quizá ahí es donde erramos. Su máxima consiste en romper los títulos de crédito iniciales con una de las mejores secuencias iniciales que el director ha filmado. Y, a partir de entonces, es imposible huir. Por mucho que los ojos se cierren, el corazón siente. Y no se puede hacer nada. Es un profundo camino hacia la reflexión sobre lo que se nos escapa y el conflicto con la esperanza de conseguirlo. Una inmersión en el corazón de la propia guerra, en la que no importa el quién, si no el qué Un viaje a la profundidad de lo desconocido, hacia la capacidad de adaptación en momentos decisivos, sobre la búsqueda de los límites y de promover el propio ingenio para sobrevivir, acerca de la inutilidad del lenguaje como un catalizador de expresión.
Es una experiencia aterradora, pero realmente mágica. Una hipnosis que nos catapulta hacia un momento en el que cuestionar todo lo que creíamos saber acerca del horror. Un viaje sin retorno, al corazón de las tinieblas, del que algunos escaparon físicamente, pero su espíritu quedó en aquélla playa. Y parte del nuestro en la sala de cine.
27 de julio de 2017
27 de julio de 2017
48 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que escribir mi primera critica porque no entiendo las notas que se le dan a este...film? documental? Nolan me encanta, amo la saga Dark Knight, Inception, Interstellar! pero...esto???? No pasa naaaaaaaada en 100 mins! Hans Zimmer se dedica a mover un salero toda la película!!! Definitivamente del top 10 peores películas que he visto hasta ahora, pero hay que darle notaza porque claro...es Nolan...
Os recomiendo poneros en Youtube un documental que seguro que tendrá mas acción, y no es que desee acción a lo Michael Bay, pero esque no hay por donde cogerla.y ahora vamos con spoilers
Os recomiendo poneros en Youtube un documental que seguro que tendrá mas acción, y no es que desee acción a lo Michael Bay, pero esque no hay por donde cogerla.y ahora vamos con spoilers
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-una playa sin cañones antiaéreos?
-Tom Hardy no sabe disparar, solo planear
-no conozco a nadie, no me importa nada de lo que les pase
-Tom Hardy no sabe disparar, solo planear
-no conozco a nadie, no me importa nada de lo que les pase
30 de julio de 2017
30 de julio de 2017
34 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hipster clava su mirada en el horizonte, la luz pálida del atardecer baña su rostro... Un instante perfecto para tu cuenta en Instagram. Eso es Dunkerque.
Una película insulsa, carente de toda épica. En Dunkerque la guerra no es guerra, es un asunto muy limpio donde los malos ni existen, los amigos se nombran de pasada y con recochineo, y sólo importa mi bello yo. No hay aquí ni rastro de los intensos conflictos morales y humanos que la guerra genera en sus víctimas, todo es forzado, todo está enclaustrado en un cuadro estéticamente perfecto. Perfectemante vacío.
Más allá del desastre de doblaje (que pena que nos hayamos tenido que acostumbrar a esto), a esta película le sobra banda sonora (claro, de algún sitio había que sacar emoción), le falta actuación (¿pero eran actores?) y no sabe ni dónde tiene el guión.
Quizá me esté haciendo viejo...
Una película insulsa, carente de toda épica. En Dunkerque la guerra no es guerra, es un asunto muy limpio donde los malos ni existen, los amigos se nombran de pasada y con recochineo, y sólo importa mi bello yo. No hay aquí ni rastro de los intensos conflictos morales y humanos que la guerra genera en sus víctimas, todo es forzado, todo está enclaustrado en un cuadro estéticamente perfecto. Perfectemante vacío.
Más allá del desastre de doblaje (que pena que nos hayamos tenido que acostumbrar a esto), a esta película le sobra banda sonora (claro, de algún sitio había que sacar emoción), le falta actuación (¿pero eran actores?) y no sabe ni dónde tiene el guión.
Quizá me esté haciendo viejo...
25 de julio de 2017
25 de julio de 2017
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a que Nolan me dejó atónito para bien en casi todas sus anteriores películas, fui todo lo paciente que pude hasta que bostecé por primera vez durante el film. Cuando terminé de verla no di crédito a mis sensaciones; me había dejado indiferente. Me he sentido muy decepcionado. De menos a menos... así califico "Dunkerke". En ningún momento se ha producido un cambio de giro de la trama. Los personajes son planos; no me han llevado a experimentar nada. El guionista podría haber dedicado más esfuerzos en desarrollarlos que en invertir dietas para los figurantes. No goza de ningún dinamismo. La historia, al igual que los barcos, y aunque parezca vulgar mi comentario, se mueven menos que los ojos de Espinete. Por no hablar de los ataques aéreos, que parecen bucles sin fin y se repiten de la misma forma una y otra vez. ¿Y la música? Una banda sonora imponente que parece introducirnos secuencias con desenlaces a priori grandiosos, para después ocurrir lo contrario; como si de una tomadura de pelo se tratara. Soporífera y totalmente insuficiente viendo sus anteriores trabajos. Nolan, ésta no mola.
21 de julio de 2017
21 de julio de 2017
50 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que le ha pasado a Nolan anteriormente ya le había ocurrido a otros directores que, en apariencia, no habían alcanzado "la madurez". Sea, por ejemplo, desde Spielberg a Amenábar, parece que si haces películas de terror, aventuras o extraterrestres no eres un director a respetar, hasta que tocas un tema “serio”, que sea un drama y a ser posible basado en hechos reales. Nolan ha buscado esa graduación, incluso puede que busque su título de “Sir” y el reconocimiento desde los más profundos cimientos de su nación con este “Dunkerque”, un título predestinado, por sus intereses más que por sus valores, a ser “película de culto” y de orgullo británico.
Parece que cuando un film se estrena tocando una temática, luego, no sé por qué le suceden varios, sea el hablar de Churchill, con varios proyectos en puertas que giran en torno a esta figura, encarnados por Brian Cox o Gary Oldman, o de Dunkerque, uno de los episodios más tristes para sus fuerzas armadas pero no para el pueblo británico que arriesgó su vida para salvar a sus soldados, hecho que les llenó de orgullo, y que, curiosamente, también este era el punto de arranque de un film británico de reciente estreno, “Su mejor historia”, aunque en ella se nos contaban muchas más cosas.
En esta ocasión, en “Dunkerque”, no hay nada de lo que la famosa frase de Churchill decía: sangre, sudor y lágrimas. Sí hay esfuerzo, que es lo que se omite siempre de la susodicha frase, porque “Dunkerque” es, ante todo, un espectáculo audiovisual, tanto esforzado como forzado, como refleja su final, y demostrando que no sólo los americanos son los únicos de hacer un film patriótico, lo que se entiende vulgarmente como americanada, que es quizás lo peor, aparte de lo más innecesario de la película, su anacrónico discurso como broche de cierre.
Con todo esto no quiero que se piense que no haya aspectos reseñables o que me parezca un film horrendo. Para nada. Pero Nolan no es un narrador como otros maestros del cine bélico, es un artificiero de primera, eso sí. De hecho “Dunkerque” es un despliegue de estupendos efectos especiales, efectos sonoros (si exceptuamos el vulgar tic- tac de las escenas de tensión) y cuenta con un montaje de primera. Todo está articulado con eficacia, con escenas que transmiten angustia y que mantienen la atención del espectador, aún a pesar de contar con unos personajes que cuentan poco y donde lo que importa es la acción.
También es destacable, más que el manejo de la buena fotografía en flamante IMAX 70mm, de Hoyte Van Hoytema, es el uso del color, que intenta emular el technicolor de primeros de los años cuarenta, como se aprecian en documentales de la época. Porque Nolan, al parecer, quería dotar su film de un tono documental, por eso argumentaba que no quería grandes estrellas para este film. Pero debió confundirse al no decir grandes papeles, porque en sus breves papeles están, por ejemplo, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Harry Styles o Cillian Murphy.
De nuevo, el ego de Hans Zimmer vuelve a las andadas, ocupando a codazos más relevancia de la que le pertenecía, con una banda sonora por la que, posiblemente, le vuelvan a nominar, pero elaborada con poca inspiración, machacona y con cierto aire “dèjá vu”.
Posiblemente el no dar reverencia inequívoca a Nolan provocará que, más que me pongan a parir, que me tiren a matar, como si fuese uno de los soldados que están plantados en la playa. Pero no es una actitud altiva de no doblegarse, como si fuera el comandante Bolton que encarna Branagh. Es que los ciento cincuenta millones de dólares oficiales (que pueden ser más) que la Warner, en un acto de tirar la casa por la ventana para que su “niño bonito” quede satisfecho, nos parece un exceso, al igual que ese encumbramiento incuestionable del que disfruta su “autor”, porque, para mí esa es su cruz, que aún le falta hondura y peso para ser un creador, por mucho que haya decidido adentrarse en hechos reales.
Parece que cuando un film se estrena tocando una temática, luego, no sé por qué le suceden varios, sea el hablar de Churchill, con varios proyectos en puertas que giran en torno a esta figura, encarnados por Brian Cox o Gary Oldman, o de Dunkerque, uno de los episodios más tristes para sus fuerzas armadas pero no para el pueblo británico que arriesgó su vida para salvar a sus soldados, hecho que les llenó de orgullo, y que, curiosamente, también este era el punto de arranque de un film británico de reciente estreno, “Su mejor historia”, aunque en ella se nos contaban muchas más cosas.
En esta ocasión, en “Dunkerque”, no hay nada de lo que la famosa frase de Churchill decía: sangre, sudor y lágrimas. Sí hay esfuerzo, que es lo que se omite siempre de la susodicha frase, porque “Dunkerque” es, ante todo, un espectáculo audiovisual, tanto esforzado como forzado, como refleja su final, y demostrando que no sólo los americanos son los únicos de hacer un film patriótico, lo que se entiende vulgarmente como americanada, que es quizás lo peor, aparte de lo más innecesario de la película, su anacrónico discurso como broche de cierre.
Con todo esto no quiero que se piense que no haya aspectos reseñables o que me parezca un film horrendo. Para nada. Pero Nolan no es un narrador como otros maestros del cine bélico, es un artificiero de primera, eso sí. De hecho “Dunkerque” es un despliegue de estupendos efectos especiales, efectos sonoros (si exceptuamos el vulgar tic- tac de las escenas de tensión) y cuenta con un montaje de primera. Todo está articulado con eficacia, con escenas que transmiten angustia y que mantienen la atención del espectador, aún a pesar de contar con unos personajes que cuentan poco y donde lo que importa es la acción.
También es destacable, más que el manejo de la buena fotografía en flamante IMAX 70mm, de Hoyte Van Hoytema, es el uso del color, que intenta emular el technicolor de primeros de los años cuarenta, como se aprecian en documentales de la época. Porque Nolan, al parecer, quería dotar su film de un tono documental, por eso argumentaba que no quería grandes estrellas para este film. Pero debió confundirse al no decir grandes papeles, porque en sus breves papeles están, por ejemplo, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Harry Styles o Cillian Murphy.
De nuevo, el ego de Hans Zimmer vuelve a las andadas, ocupando a codazos más relevancia de la que le pertenecía, con una banda sonora por la que, posiblemente, le vuelvan a nominar, pero elaborada con poca inspiración, machacona y con cierto aire “dèjá vu”.
Posiblemente el no dar reverencia inequívoca a Nolan provocará que, más que me pongan a parir, que me tiren a matar, como si fuese uno de los soldados que están plantados en la playa. Pero no es una actitud altiva de no doblegarse, como si fuera el comandante Bolton que encarna Branagh. Es que los ciento cincuenta millones de dólares oficiales (que pueden ser más) que la Warner, en un acto de tirar la casa por la ventana para que su “niño bonito” quede satisfecho, nos parece un exceso, al igual que ese encumbramiento incuestionable del que disfruta su “autor”, porque, para mí esa es su cruz, que aún le falta hondura y peso para ser un creador, por mucho que haya decidido adentrarse en hechos reales.
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