Al servicio de las damas

La pareja formada por Carole Lombard y William Powell (ya divorciados en el momento del rodaje) protagonizaron esta excelente screwball comedy que cuenta con la vivaz y elegante dirección de Gregory La Cava dando forma a un brillante guión de Morrie Ryskind y Eric Hatch (autor este último de la novela que le sirve como base), ilustrado con hilarantes diálogos que denotan un talento extraordinario para este tipo de comedias enloquecidas.

La distinción, sentido del ritmo y capacidad de improvisación característicos de La Cava se ponen al servicio de esta sofisticada historia que implica una feroz sátira de las costumbres y actitudes de la alta sociedad, ejemplificada en la excéntrica representación de los chiflados caracteres que viven en el hogar de los Bullock en contraste con el personaje de William Powell, dando pie a ingeniosas situaciones de farsa con las que se parodiaba el comportamiento frívolo en una época azotada por la dura crisis económica posterior al Crack del 29.

Todo el reparto raya a un nivel prodigioso, pero resultan especialmente memorables las actuaciones de un impagable Mischa Auer como Carlo, Eugene Pallette y Alice Brady encarnando al estrambótico matrimonio Bullock, y Jean Dixon como la inteligente y mordaz cocinera Molly.

Más de dos décadas después, David Niven protagonizaría "Un Mayordomo Aristócrata", una nueva versión de la novela de Hatch.

La vida es como una partida de cartas en la que sin ningún esfuerzo unos reciben cuatro ases y otros, aún teniendo las mejores intenciones solo consiguen dos doses, el dinero de la mesa se mueve abandonando los bolsillos de la mayoría para engrosar los pingües beneficios de unos pocos, de esos que cada día, se encargan de marcar las nuevas barajas a su conveniencia, todo debe quedar atado y bien atado para las partidas de mañana.

Gregory La Cava no tuvo ningún inconveniente en salirse de lo establecido en 1936 para dar una nueva perspectiva social así el protagonista, un mendigo de un vertedero afirma “Hay un proceso muy interesante que se llama pensar” “la única diferencia entre un vagabundo y un hombre es un empleo”.

William Powell mantiene siempre alto el orgullo y la dignidad, aún siendo un vagabundo que vive entre basuras sabe a la perfección que un millonario de Wall Street y él desnudos en una playa no guardan grandes diferencias.

Una simpática comedia romántica protagonizada por William Powell, como un vagabundo que acaba trabajando en la masión de una familia rica, donde están todos como una cabra.

Algunas risas, una historia entretenida y algún giro de guión para una película que promete más de lo que acaba dando (me esperaba más locuras, pero acaba siendo algo light).

Aún así, se disfruta lo suyo.

Se ha quedado vieja, muy vieja. Se le ven las costuras. Un mal guion, y lo peor, los chistes hoy suenan malísimos. La dirección es agil pero baila en el vacío. Y menos William Powell, que hace una interpretación de altura, las damas de la comedia están sobreactuadas y falsas. Solo recomendable para los nostálgicos de los años 30, que, hoy, pasados tantos años, la verdad, quedan pocos.

Comedia satírica de los años 30, en donde había más licencias que en tiempos de guerra y en las frías comedias de los 40. La censura aquí estaba ausente, lo que la impregna de un aire de Capra, un ideal de buen ciudadano y una crítica a la alta sociedad, que miraba de espaldas a la cultura y al ser humano. El crack del 29 fue un momento para que los ciudadanos americanos pensaran que el dinero fácil se podía ir tan rápido como venía.
Desde el principio se ve que lo que vamos es diferente, fresco y actual, aunque hayan pasado 8 décadas. Siempre es una pasada descubrir estas obras que eran desconocidas para quien subscribe.
Por desgracia, esta crítica despiadada a la alta sociedad se puede transportar a día de hoy. A veces me siento como ese mayordomo incomprendido enmedio de un océano de personas ignorantes, que se preocupan por problemas insignificantes, mientras ahí afuera hay gente que lucha por vivir siempre con una sonrisa en la cara.
El final es demasiado pasteloso, todo hay que decirlo. Pero no empaña un buen rato que esta joya del año 36 me ha hecho pasar.