El secreto de vivir

Gran película al más puro estilo Capra.

Cuenta como la herencia recibida por un sencillo e inocente (en apariencia) joven de 20 millones de dólares le cambia la vida. Es una persona que no necesita ese dinero y, lejos de hacerle feliz, le juega malas pasadas hasta el punto de tener que sentarse en el banquillo de los acusados. Le hace desconfiar de todos, solo se puede fiar de una persona, una rubia y joven periodista que es la que le hace el mal peor.

Él, que en todo momento intenta hacer lo correcto, se ve perturbado por las insistentes garrapatas que le acechan con el único fin de sacar una tajada de ese pastel.

Capra una vez más nos cuenta como el dinero a veces no solo no da la felicidad, sino que además te la quita.

Es una película agradable de ver y con un mensaje bonito, pero no es una obra maestra para mi gusto. No obstante la recomiendo para todas las edades.

Hubo un tiempo en que la gente asistía al cine para evadirse de las dificultades, pero también para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo en la calle, era gente sencilla que a través del cine se cuestionaba el sentido de la vida a través de mensajes sociales que artistas del pueblo y para el pueblo recreaban en fábulas sencillas pero de gran calado. En el cine, como en la vida, lo más difícil es conseguir un sello personal que defina toda una obra propia con señas de identidad tan precisas como inequívocas. Si esto es así, hemos de reconocer que a Frank Capra le cabe el honor de ser uno de esos cineastas que han dejado su huella indeleble firmando cada película con un optimismo desbordante que ayudó a que la realidad cotidiana se viera reflejada con el ilusionante tamiz de un creador lleno de fuerza e idealismo.

“El secreto de vivir” es una comedia dramática o fábula utópica que narra la trayectoria de un hombre (Longfellow Deeds: Gary Cooper) empeñado en una lucha a contracorriente por una utopía social, y la noble causa de la generosidad con los desfavorecidos. Hay en él un enfrentamiento entre la idea roostveltiana de la pureza del individualismo democrático y su degradación urbana (otra vez se contrapone el campo y la ciudad), una clara toma de partido del cineasta a favor de los principios proclamados por el presidente Roosvelt.

Esa pureza emotiva y noble está representada por el pueblo natal del protagonista, Mandrake Falls, descrito de una manera idílica, en tanto que la degradación tiene a Nueva York como escenario. La ciudad considerada como una jungla de asfalto, una selva de corrupción, donde aparecen los abogados corruptos, los villanos: intelectuales pedantes y artistas que se miran al ombligo, codiciosos leguleyos y periodistas sin ética. ¿Cómo van a mirar estas aves rapaces a un hombre (Deeds) que al heredar una fortuna de un lejano pariente, decide repartir su dinero entre los campesinos y granjeros arruinados por la depresión?

El filme tiene un tratamiento de comedia al que se deben algunas magníficas secuencias, y por supuesto, la relación amorosa entre Deeds y la periodista Babe Bennett (Jean Arthur), “no entiendo, ¿cómo se puede disfrutar hiriendo a las personas?”, le comenta el noble Deeds a su amada con gran ingenuidad. Los sagaces contrapuntos cómico-dramáticos del personaje de Gary Cooper hace que el espectador sienta empatía y se emocione identificándose con la causa. ¡Qué gran director de actores era Capra!

Desde los primeros fotogramas se anticipa al espectador el desarrollo de toda la película: vis cómica, cierto grado de intriga y una enorme naturalidad.
Y enseguida la gama de las tonalidades se enriquece con pinceladas de óleo y suave pastel: precisas descripciones psicológicas de los personajes, rasgos de humor valioso y una soltura narrativa elocuente y muy eficaz.

La película está fechada en 1936.
Y casi un centenar de años en la historia del cine no han bastado para marchitar su frescura.
Apenas algunas briznas de polvo producen una tenue veladura en un celuloide que se mantiene terso, satinado y muy brillante.

Esperanzadora y bella película que más vale ver doblada para sumarnos al notable esfuerzo de los hombres anónimos que tratan de (ha sido un instante revelador) situarse al idílico par de las estrellas. La historia, como es habitual en Capra, es fantástica, llevando sin sobresaltos al espectador por las situaciones mas insólitas y, cabe decir, originales. Se recomienda obviar algún plano que se complace en la belleza del sr. Cooper y dejarse llevar por la mano amable y firme de tan gran director. Sin duda alguna tras su visionado, se trata de la película de las ideas. El tándem Capra-Cooper es perfecto. Un clásico enorme e inmortal. La luz a través del cine es El Secreto de Vivir.

Emotiva, divertida, poética, enigmática, sencilla, sofisticada, entrañable, realista, cautivadora, elegante, entretenida y didactica producción con diversos mensajes profundos y llenos de interés filantrópico.
Buen trabajo del reparto en una historia que funciona a la perfección.
Sorprende de una forma grata.
Cine clásico de mucha calidad.