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Las alas de la vidaDocumental

Las alas de la vida
2006 España
Documental, Intervenciones de: Carlos Cristos
7,9
3.103
Documental El médico Carlos Cristos, que a sus 47 años padece una enfermedad terminal, llama a un director de cine amigo suyo y le propone que registre su lucha por vivir y morir dignamente, sin dramatismo, y "si es posible con una sonrisa", acompañándolo en el tránsito entre la vida y la muerte. (FILMAFFINITY)
Críticas 31
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10
25 de marzo de 2011 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un alegato a la vida a las puertas de la muerte. La naturalidad ante la muerte hecha persona. no hece falta dramatizar escenas pues el drama va inmerso en el relato. El hecho de que los personajes sean los familiares y amigos del protagonista hace que más realidad no se pueda dar. Yo, de mayor, quiero ser como Carlos Cristos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es muy duro que, aun a pesar de su testamento vital "no quiero eutanasia, pero tampoco quiero que se me alargue la vida" su madre esté en desacuerdo con él.
9
10 de enero de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Las alas de la vida” es un film documental sobre el testimonio del médico Carlos Cristos, al que a los 47 años le diagnosticaron una enfermedad terminal neuro-degenerativa. Carlos, médico, comunicador, colaborador radiofónico e inventor amateur, decidió llamar al director de cine Toni Canet, con el que comparte una gran amistad, para proponerle hacer un documental cuyo resultado es a día de hoy uno de los trabajos cinematográficos más especiales que se han visto en pantalla. Es uno de aquellos impagables e irrepetibles films que hacen que el cine tenga sentido. Sin caer en el melodrama y tratando un tema tan tabú como es la muerte, nos cuenta una historia vitalista y esperanzadora para la que no podrían haber escogido un lenguaje mejor; El valor terapéutico de la sonrisa.

“Las alas de la vida” se estreno en Valladolid el año 2006. Allí fue donde vio la luz por primera vez este trabajo realizado a base de destilar el producto de tres años de rodaje, compuesto por 70 horas de metraje y 2500 folios, antes de convertirse en este poético documental o testamento vitalista de hora y media. Posteriormente se estreno en más de 30 festivales donde ganó más de 10 premios, entre ellos el premio al mejor documental en la Seminci de Valladolid.
La historia de Carlos Cristos, es un canto a la vida y a la esperanza. Como acertadísimamente dijo Carmelo Gómez, es un documental que “Hay que ver con el optimismo con el que se cuenta”. Nos habla de principios tan básicos como el amor, la humildad, los amigos, las pasiones, la nostalgia, los tiempos vividos que recordamos con resignación y alegría, nos habla de cosas tan necesarias como comer, andar, beber y respirar, que en definitiva son al mismo tiempo, placeres y sentimientos básicos del ser humano. Carlos, junto a su familia, amigos y equipo de rodaje, nos regala, en primera persona, un testamento inolvidable sobre cuanto de basta puede ser la belleza humana, sobre como afrontar una enfermedad degenerativa que no tiene tratamiento y que además te permite tener lucidez mental plena hasta el final, la que hace que sientas que tu cuerpo se esta marchando antes de tiempo. Desde el primer momento vemos en Carlos a un amigo, a alguien cercano, que te trataría de tu a tu si te tuviera delante, una de esas personas que no piensa en lo que se llevará sino en lo que dejará hecho para los demás. Nuestro protagonista es una de esas personas que le ponen cara a la solidaridad, que miran a la muerte de frente, sin temor y con una sonrisa. Carlos nos cuenta con la voz consumida por la enfermedad que esta “Jodido pero contento”.

Ante tal irrepetible, reflexivo, bonito, necesario y obligatorio soplo de aire fresco en forma de documental solo podemos dar las gracias y despedirnos con una frase de alguien que estará en nuestros corazones para siempre.

“Mientras haya música seguiremos bailando y si es posible con una sonrisa”.
9
27 de mayo de 2012 Sé el primero en valorar esta crítica
En 2003, el médico Carlos Cristos, afectado por una enfermedad neuronal degenerativa, le pidió a su amigo Toni Canet -director de cine- un favor: que filmara su camino a la muerte para animar a otras personas con problemas similares. "Las alas de la vida" es el resumen de ese insólito experimento: tres años de rodaje en los que Cristos ofreció una sobrecogerdora lección de humanidad y coraje. Una lucha perdida de antemano, pero que sirve para comprobar cómo la vida sigue fluyendo a pesar de todo.

Quien entre con reservas en el documental, poco a poco, acabará emocionado. El director logra evitar la sensiblería en escenas como la de Carlos visitando por última vez a sus padres o mientras llora al leer su testamento, mostrándolo con una franqueza desarmante. Y es que el film logra conectar con sentimientos que se encuentran en el subconsciente colectivo, y que terminan uniendo a los espectadores en un raro vínculo emocional al encenderse las luces. Porque lo que nos muestra no es ninguna ficción, sino la propia realidad: una vida que se apaga sin que nada ni nadie pueda impedirlo.

Emotiva reflexión sobre la fragilidad de la vida.
7
3 de diciembre de 2012 Sé el primero en valorar esta crítica
En la isla de Palma de Mallorca, Carlos Cristos trabaja como médico y colabora con Radio Nacional de España ayudando y promoviendo buenas conductas en lo tocante a la medicina de familia. Ha sido diagnosticado enfermo y sabe que su vida tiene un final más o menos marcado. No es una enfermedad común, pero sabe de su característica degenerativa y de lo que le irá ocurriendo con el paso del tiempo y de manera irremisible.

Descubrimos en el documental que su vida recorrió momentos y lugares dignos de recuerdo. También nos metemos de lleno en una familia preocupada y ofrecida al cuidado de los demás con el mejor de los intereses. Aparecen retales y retazos de un pasado que aún suena lejano, algo oscuro y perezoso, pero que no se esconde y se amedrenta por eso. No todo alrededor es de tono pastel, por ello que Carlos no quiera pintarlo como no es. Música, aventura, altruismo y cultura rebosan un ser humano del que muchos podrían, y deberían, aprender más de una lección.

Las cámaras transmiten, fielmente, una bondad que se aprecia en los retratos que sus allegados describen, en las conversaciones sin remilgos que se adentran en profundidades nada banales que muchos dan por perdidas incluso en momentos de gloria.

Y se ve a un hombre enfermo, sólo físicamente, que se duele como todos pero que no pierde honestidad y paciencia, como nadie.

El paisaje es angustioso dentro de la calma, aunque sinceramente entrañable. Uno tiende a enfocar toda su atención a la valentía. Tal vez con la esperanza de mejorar al verse cerca de un ejemplo de ser humano en diferentes facetas. Pero también hemos de valorar la simpatía, la fidelidad y la amistad con la que sus amigos y familiares se enfrentan a su mismo problema, o a sí mismos. Dignos de elogio todos ellos, no se rinden ante la desesperanza o las frivolidades. Atienden cada paso y lo asumen con la mayor naturalidad posible.
Los trucos de magia están casi prohibidos en un documental, y más en un guión ideado por el propio Carlos, donde debía primar la cara más simple y real de la naturaleza humana, con sus adversarios: la muerte y la destrucción de la propia muerte.

Se trata en esta película del amor, de la paciencia, de la aceptación de la soledad, de la necesaria trascendencia del tiempo y el deterioro de todo cuerpo físico. Pero también se afrontan las necesidades básicas para entender más en profundidad cómo convivir con una situación que sobrepasaría a cualquiera y con el que podemos vivir cuando toca. Y también se ubica en un debate que, sin ser a propósito, toca flecos mediáticos como la muerte digna, la vida asistida, la eutanasia o los designios de Dios. Y sin embargo donde me quiero parar a analizar es en lo que Carlos, por defecto profesional, da por supuesto, y donde a mí me surgen las dudas.

Este debate es el que podríamos denominar "dualismo vs órgano". Mayormente entendido el cuerpo como un conjunto de pequeñas máquinas comandadas por un cerebro, Carlos Cristos (y perdonen esta simplificación) nos explica que su cuerpo se está estropeando pero que su cerebro sigue funcionando. Eso lo dice porque sigue sintiendo los mismos impulsos y reacciones que antes, aunque no se vea reflejado en su cuerpo. Pero a mí me parece que un cerebro y el resto del cuerpo físico no pueden contarse, entre seres humanos, como dos partes sólo entendidas como "conectadas". Tal vez sea más oportuno pensar que de algún modo cerebro y cuerpo, sin ser dos partes independientes, están en continua interacción, como el resto de órganos entre sí, y que se dan forma uno al otro con el paso del tiempo y de la experiencia sensible y también intelectual. Por eso creo que lo que experimenta Carlos no es más que un desfase entre lo que su cerebro pensaba que todo su cuerpo (incluido el cerebro mismo) era tiempo atrás, pero que con el paso del tiempo se configuraría de nuevo tal y como el cuerpo fuera enseñándole, y del mismo modo el cerebro iría volviendo a conformar al cuerpo en función de sus demandas. Aunque claro está que hay más factores adicionales, sobretodo el hecho de que una enfermedad está actuando con mayor rapidez de lo que los elementos conformantes pueden hacer.

Pero no quiero con esto robarle razón alguna a nuestro protagonista, sino poner sobre la mesa esta otra posibilidad que no me parece disparatada. De hecho, podría decir que un médico, además culto y emprendedor, con toda seguridad se ha formado con mayor autoridad como hizo él en su vida.

Desde una tierra isleña, pasando por hospitales, hogares y personas, a una Galicia de recuerdo juvenil. Con decoración de viajes, de instrumentos y de composiciones musicales del propio Carlos. Con una historia como la de cualquiera en la que no sobra un momento sin ganas de vivir. Un doloroso y más que tierno documental de obligada visita. El nudo en la garganta no se va más que con el tiempo, y el aprendizaje, pero dura días, tal vez meses.

Y con más fuerza que maña, nos encontramos con todo.

Carlos, en vista de que aún puede enseñarnos una última lección sobre humanidad y medicina (esa parte se la dejo a profesionales, que tal vez no les vendría mal), llama a su amigo Antoni para que grabe en su cámara y en nuestra memoria cómo transcurre un tiempo no muy feliz pero igual de natural que el resto. Para que entendamos la fatalidad nada siniestra ni trágica de la realidad de un enfermo terminal. Y si puede ser, con una sonrisa.
10
19 de enero de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
Lección de inteligencia y humildad. Conmueve la integridad de Carlos Cristos, atrapado en un cuerpo que se desmorona, pero lúcido y esperanzador. Y 'si puede ser, con una sonrisa'.

Gran ayuda para quien sufra o vea sufrir a alguien cercano. Es una forma sensata y tierna de ver la muerte y la enfermedad. Realmente me quito el sombrero ante su iniciativa de predicar con el ejemplo, de seguir al servicio de todo aquel que lo necesite. El médico eterno.

Si fuéramos inmortales, coincidir en espacio y tiempo con alguien que irradia tanta vida dejaría de ser tan mágico.
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