La casa Rusia

La recreación realista del mundo del espionaje, sin tonterías espectaculares, está realizada con potencia y sensibilidad. Respira realidad por todos sus poros. Y aún así te hace soñar. Virtudes de una buena historia urdida por LeCarré y excelentemente adaptada al cine. Gran trabajo de ambos protagonistas. Absolutamente recomendable. Cine obligatorio.

Estupendo thriller ambientado en la Guerra Fria, cuya trama, tildada en su día de «ligera», a las embrutecidas audiencias de nuestros días se les antojaría más compleja que el Ulises de Joyce en inglés y sin guía de lectura.
«La casa Rusia» atesora eso que Kundera llamara «la magia de la nostalgia», en tanto reflejo de una época —también un cine— extinta, y un período concreto, el de la glásnost, en el que todo era posible, cuando la pelota no había caído una vez más del lado de la autocracia megalómana.
El film de Fred Schepisi es la primera producción estadounidense rodada en la URSS, cosa que explicaría las texturas documentales de sus exteriores, «terra incognita» para generaciones de espectadores. Asimismo, la hermosura de numerosas estampas trasluce las simpatías que en el bloque occidental despertaban las reformas de un Gorbachov no tan estimado por el núcleo duro del PCUS.
«La casa Rusia» tiene el valor añadido de ver a Sean Connery, primer y más icónico James Bond, en el reposado rol de un agente salido de las páginas de John LeCarré, cuyas novelas son a las de Ian Fleming lo que el día a la noche. En efecto, nada más lejos del seductor y violento 007 que los espías de LeCarré, burócratas metódicos y cachazudos que, sin embargo, seguramente cumplan con mayor eficacia su principal cometido: pasar desapercibidos.
Acompaña a Connery una Michelle Pfeiffer en el apogeo de su carrera —venía de recibir todos los parabienes posibles, nominación al Óscar incluida, por «Los fabulosos Baker Boys» («The Fabulous Baker Boys», 1989)— y, aun a riesgo de ser tildado de señoro y machirulo y cancelado de por vida, también en el de su belleza. Definitivamente, yo también traicionaría a mi país por ella. Que me detengan.

¡Qué gran idea pero que pésimo desarrollo! No la entendí, me pareció larga, pesada, ambigua...
Una película que cuesta entender por su complejidad pero que se desarrolla de tal manera que el espectador lo acaba entendiendo todo a la perfección es una gran película (así eran algunas películas de Hitchcock). Pero una película de esas mismas características pero que no se entiende y no tiene sentido, es un bodrio. Supongo y espero que mucha gente la entendiera al verla, pero les aseguro que mucha gente no lo hizo y por tanto, algo falla. Me gustan por lo general las películas de Sean Connery, pero esta película me parece una mancha en su historial. Una mancha que tratare de olvidar.

El amor en tiempos de la perestroika. "La casa Rusia" es la casa rosa.
Un maduro editor, Barley S. Blair (Connery), "Parezco una gran cama sin hacer pegado a una bolsa de la compra", bien relacionado con los escritores soviéticos, es "invitado" a sondear al disidente Dante (Brandauer). El contacto es Katya (Pfeiffer), "Versión rusa de la Venus de Milo".
Cinta de amor almibarado que no de espionaje. Y de postales turísticas de Moscú, San Petersburgo, Lisboa y Londres. Y de música buena, aunque al final carga un poco tanto jazz.
Pero no de espías. Este género exige un mínimo de tensión o de angustia que aquí falta por completo.
Señor guionista, que estamos en la URSS y allí funciona o funcionaba una terrorífica KGB y no vemos ni un solo agente de la casa. Al contrario, nos pasamos el rato oyendo comentarios insulsos del MI16 o de la CIA que siguen de cerca las andanzas de Barley y Katya con tantas escuchas que parecen "Los otros".
Y mientras tanto Dante desaparece del mapa sin decir esta boca es mía.
Como adaptación de Le Carré, como película de espionaje la obra resulta bastante decepcionante.
Ni siquiera Connery parece desprenderse del todo de su aura de 007. Al menos una media sonrisa parece delatarlo de vez en cuando.
Los personajes, lo fuerte en Le Carré, quedan aquí bastante superficiales. Alguno ridículo, como el representante americano Russell (Scheider) que parece un pincel con todo su fondo de armario.
A pesar de los ditirambos de la crítica profesional, del reparto y del presupuesto, una obra que no pasa de regular. Distrae a ratos, aburre otros. Muy lejos de emocionar.

Había una cuenta pendiente con esta película desde el momento en el que me interese por ella en una biblioteca local y se dio la mala suerte de que el disco estaba rayado. A pesar de eso, no me obsesioné en verla inmediatamente y ha regresado a mí de forma natural, porque era el momento. El saldo de la cuenta pendiente ha sido satisfactoria... más o menos.

No cabe duda de que tener a dos nombres de la talla de Sean Connery (aún recuerdo la tristeza que me dio el saber que ya no estaba entre nosotros, allá por 2020) y Michelle Pfeiffer es un gran reclamo y, personalmente, las cintas de espías son una de mis debilidades cinéfilas; con unos elementos de este calibre es imposible resistirse. El fallo está en que hay mucho pico y poca pala. Para llegar a un final fácil se estrujan demasiado los sesos cuando no era necesario. Se siente que le sobra metraje.

Sean Connery y Michelle Pfeiffer rinden como se les presupone que deben rendir, más que bien cuando hablamos de dos grandes nombres del cine. Uno como un elegante editor que se verá envuelto en una trama de espías y otra como una bellísima rusa que quiere hacer de su patria un lugar mejor. No son los papeles de sus vidas, aunque no hay duda de que se toman en serio sus personajes y el filme. Además, están rodeados de secundarios de renombre como Klaus Maria Brandauer, James Fox o Roy Scheider que también ponen su parte para que el largometraje no acabe en un suspenso.

'La casa Rusia', si bien es verdad que se toma demasiadas molestias en ir de aquí para allá tiene también el contrapeso de que no paran de suceder cosas, ninguna de una acción trepidante; sin embargo, sí que las tensiones y el saber cuales son los siguientes movimientos hace que sea difícil apartar la vista de la pantalla. No obstante, le sobra metraje y para haber llegado a un final no demasiado complicado no se necesitaba tantos fuegos de artificio. También le reconozco, eso sí, que la forma de resolverlo es ingeniosa. Y, como valor anecdótico, tenemos diversos países donde sucede la trama como Rusia, Portugal o Canadá que es algo que me gusta de los filmes de espías, 'visitar' diferentes lugares.

Un visionado, en definitiva, agradable; mas no totalmente memorable.