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Demolición

Drama Davis Mitchell (Jake Gyllenhaal) es un exitoso ejecutivo que sufre una grave desconexión emocional tras la repentina y trágica muerte de su mujer (Heather Lind) en un accidente de coche. Aunque su suegro (Chris Cooper) intenta por todos los medios que se recupere, continúa bloqueado y se dedica a desmontar compulsivamente toda clase de objetos. Gracias a la ayuda de Karen (Naomi Watts) y de su hijo, a los que acaba de conocer, Davis ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
12 de julio de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jake Gyllenhaal es el maestro de Hollywood de la indiferencia. Nadie lo hace como él, los sentimientos y profundidad de todos sus personajes han sido el principal atractivo de sus films. Su impasibilidad ya nos pasmó en Donnie Darko (2001) o Nightcrawler (2014) y en este film lo ha vuelto a hacer; esta vez su actuación brilla aún más debido a la simplicidad del argumento de la película. Este film tiene un 70% de su carga en la labor interpretativa de sus personajes. Cabe destacar también en esta labor la actuación del jovencísimo Judah Lewis, cuyo personaje se presenta como un digno escudero ideal para el más perturbado Gyllenhaal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Chiquillo Ferràndiz
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28 de julio de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Davis Mitchell (Jake Gyllenhaal) es un exitoso ejecutivo felizmente casado. Un día sufre un accidente de coche del que sale ileso pero su mujer (Heather Lind) fallece. Esto le produce un bloqueo emocional que le descentra por completo. Primero le da por desmontar objetos y después por la demolición. Conocer a Karen (Naomi Watts) y su hijo (Judah Lewis) parece una buena oportunidad para recuperarse. O puede que terminen por volverse locos los tres.

“Demolición” la dirige Jean-Marc Vallée, el director que saltó a la fama con “Dallas Buyers Club”, pero cualquiera que aparezca en los créditos del film queda eclipsado por la espectacular labor de Jake Gyllenhaal quien, en un papel que le viene como anillo al dedo, desparrama en esta película todo su talento interpretativo hasta el punto de apropiarse absolutamente de la película, dejando todo lo demás en un segundo plano.

La película empieza como un cañonazo y en los primeros vertiginosos minutos te agarra fuerte de los huevos para asegurarse de que tiene toda tu atención. Luego te va soltando, y por momentos te deja de interesar. Es irregular, con un estilo narrativo algo atropellado, con un gran comienzo y un desarrollo un tanto anodino en según qué partes, pero en conjunto está bien, fluye generando interés y me parece una buena apuesta, especialmente en esta época del año en que la cartelera está tan desangelada. Y aunque sólo fuera por presenciar el trabajo de Jake Gyllenhaal ya estaría compensado el precio de la entrada.

Habrá quien diga que tantos magníficos trabajos de Jake Gyllenhaal en este tipo de personajes sólo pueden significar que no actúa, sino que hace de sí mismo. No estoy de acuerdo. Simplemente hay actores que dan mejor en un registro que en otro, como hay cantantes que lo hacen genial en el soul y no tanto en el rock’n’roll. El caso es que darle un papel perturbador a Gyllenhaal es una garantía de éxito.

Con ese gesto aparentemente imperturbable, Gyllenhaal se apodera de la pantalla y nos subyuga con su mirada inquietante y enigmática, con su presencia demoledora, absolutamente elocuente, con su inexpresiva expresividad que nos transmite más que cualquier buen diálogo. Últimamente, siempre que veo una película suya tengo la misma sensación. Siempre brilla, siempre está por encima de todos y del propio film.

La película alterna escenas brillantes, en las que uno siente que le han tocado la fibra con otras excesivamente forzadas o difíciles de encajar. La relación del personaje de Gyllenhaal con el de Naomi Watts no está muy bien trabajada y me rechina un tanto. Es un papel femenino metido con calzador que no aporta gran cosa y en el que a la propia Naomi no se la ve muy cómoda. En el otro lado de la balanza, el personaje del hijo (así como su interpretación por parte de Judah Lewis) sí está bien logrado. Otra cosa positiva es el sentido del humor, a veces negro, a veces sutil y casi siempre desconcertante, que está presente en toda la película y la engrandece.

Otro punto a favor son las canciones que suenan en la película. Esto para mí siempre es algo digno de ser celebrado. A ver, de memoria: “Crazy on you” de Heart (que aparte de escucharse tiene importancia porque se habla de ella en la película), “To be alone with you” de Sufjan Stevens, “La Boheme” de Charles Aznavour, “It’s all over now, baby blue”, en la versión de los Chocolate Watchband, y sobre todo la descomunal “Mr. Big” de Free, que ya me alegró la tarde del todo.

“Demolición” trata de profundizar en algo tan laberíntico como son los sentimientos, y lo hace con una gran naturalidad, como quien no quiere la cosa, intentando hacer sencillo algo tan complejo. A ratos lo consigue y a ratos no. Esa irregularidad narrativa no molesta porque es paralela a la propia inestabilidad de su protagonista. Es como si la propia película fuera dando tumbos, buscando su lugar, como hace también el personaje de Gyllenhaal. Ambos, película y protagonista, comparten búsqueda de autoafirmación, locura, rabia y sentimientos.

Es una película extraña, lo cual ya hace que valga la pena ser vista. Te atrapa desde el principio con ese irresistible inicio y, aunque, a mi juicio, tiene un caminar torpe y desacompasado, nunca deja de interesarte. Además, tiene coraje para afrontar el tema de la pérdida desde un punto de vista distinto, bastante irreverente, rozando la desfachatez. Lástima que el final sea más convencional. Si alguna vez te has sentido roto por dentro, “Demolición” te llegará mucho más todavía.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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3 de julio de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vacaciones de la sensatez y la compostura.

Hay actores que son un seguro interpretativo, una maravilla en el quehacer continuo de su labor, y Jake Gyllenhaal es uno de ellos, garantía absoluta de esfuerzo, empeño y resultado fructífero en una esmerada entrega, donde siempre da el cien por cien; se diluye con el personaje de forma tan completa, intimista y palpable que es un fantástico placer ver, sentir y experimentar todo lo que muestra, con esa gran habilidad y talento que expone en todos sus trabajos.
En esta ocasión, un reciente viudo que no sabe cómo lidiar con la inesperada situación planteada, desde ese bloqueo inicial, catatónico caminar sin expresar nada, excepto un narcótico cumplimiento de la rutina que le mantiene gélido y estático, pasando por esa segunda fase de percepción extraña, donde adquieren importancia subterfugios y pequeñas realidades sensitivas a las que antes no hacía caso; estado curioso y disparatado que le lleva al siguiente paso, ese deseo irrefrenable de destrucción y desencaje de todo lo habido y por haber, para armar y recomponer desde esa devastación elegida; todo con una lograda manifestación honesta encumbrada desde tan fatídico momento, que le llevan a conocer a dos personas afines a su nuevo porte de sinceridad brutal y elección de hechos y palabras libre, sin resquemor ni valoración de daños, para conformar un triángulo extraño, desequilibrado y reaccionario que encaja a la perfección con las necesidades de cada uno.
Sonrisa de acelerado desmadre, humor esporádico, de desolado atropello, que halla la excentricidad y el aliento de su ira y cabreo en la violencia mobiliaria, esperpento de desarrollo y desahogo que gusta, encanta y embauca en su triste alma de socorro maltrecho; una demanda de auxilio no solicito, pero atención urgente, que encuentra una manera extravagante de procurarse remedio y salida.
El guión es una absorbente delicia de andadura lenta, torpe, estrafalaria y precipitada que exhibe, con sentimiento acreditado de atroz locura, la desproporción a la que se enfrenta un ser perdido, hasta que logra enderezar rumbo y respirar con calma; confusión de existencia, desbarajuste de ideas, asfixia de presente, escaparate de nulo brillo que busca abrir puertas y derrumbar paredes, para que la luz entre y vuelva la dignidad de mirarse y quererse de nuevo.
“Yo no amo a mi esposa”, pero su imagen le persigue y acosa en cualquier momento, es Gyllenhaal quien hace adorar su historia, quien logra disfrutes con sus excesos, te emociones con su desmoronamiento, participes de su caos, rías con su paranoia; te inunda sin ser consciente, pues deja espacio para la divagación y la contemplación relajada, su observación es de implicación e interés manifiesto pero con esa distancia que permite ver, escuchar y abrazar conservando la sobriedad y entereza.
Genialidad musical para un “rey pescador” que busca su anclaje, divierte, alumbra, conquista y sugestiona sin el recurso de la melancolía, de la lágrima o del soporífero drama; una tragedia honda, cruel y catastrófica llevada con peculiar carácter de originalidad, versatilidad y gracia ruinosa, para construir un pictográfico teatro, de danza comediante, que crea su propio arco iris en un día nublado de temporada nefasta.
El encanto del absurdo, de lo exuberante, de lo irracional en un artificioso relato que exagera en sus máximos y no alimenta bien sus evidentes huecos, explosiones altruistas colocadas diestramente para bombardear y que enamore la fantasía representada; y lo logra con efecto hechicero, pues la relación de Naomi Watts y Jake no necesita de química, la tiene con su adolescente segundo soporte, sólo se requiere la ilustrada y sensible representación del protagonista, para que te envuelva en su lucha interior por sobrevivir y reconstruirse.
Vivacidad y frescura para afrontar el dolor y la pena, insolente acierto, de aplaudida osadía, dada el deleite del rato pasado; interesante versión dramática que huye de clásicos y presenta un innovador panorama, donde “joder” todo lo que está al alcance es un uso apropiado de la palabra.
Tanto si es de tu devoción, como si no, vale la pena verla; aunque su cándido final enturbie la tan anómala y querida desfachatez de albergada etiqueta.

Lo mejor; Jake Gyllenhaal
Lo peor; su alternativa narrativa puede provocar desconexión.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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5 de agosto de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me esperaba esto de Jean-Marc Vallée, en serio. La próxima vez me pensaré dos veces si ver o no una de sus películas.

Esto es muy duro para un director, pero más duro aún es haber visto «Demolición». Jake Gyllenhaal es lo único que puede salvarse de la destrucción en esta tragicomedia que va de un hombre medio psicópata que al morir su mujer empieza a..., no sé, a demoler cosas porque sí. Supongo que todo es para que comprendamos la aguda metáfora.

El protagonista es incapaz de expresar emociones por vete tú a saber por qué hasta que conoce a una madre (Naomi Watts) fumeta y también rara con un hijo adolescente rey de lo glam. Por algún motivo conectan mientras él sigue demoliendo cosas y ejerciendo de padre del muchacho hasta que por un descubrimiento inesperado la historia llega a su resolución porque había que terminar la película.

Lo que ocurre en medio es una concatenación de idas de olla y comportamientos anómalos que en el noventa y nueve por cierto de los casos acabarían en desgracia y que para nada deberían tomarse con semejante frivolidad y vocación de libro de autoayuda.

Un peñazo.
Kaori
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3 de julio de 2016
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demolition es un perfecto ejercicio de introspección y reflexión sobre todo lo que nos hace humanos. Jean-Marc Vallée perfecto en la dirección hace posible lo imposible, logra tocar el fondo de nuestro interior a través de escenas reales y convincentes. ¿Acaso para construir todo de nuevo hay que demoler todo? Jake Gyllenhaal, de notable e impecable actuación, nos demuestra que sí, nos demuestra que a pesar de ver su vida “perfecta”–ya que lo tenía todo: era un financista exitoso y tenía una hermosa esposa– hecha trizas, lograr humanizarse, escapándose de la rutina y todo lo que lo convertía en una pieza del sistema o como él se llamaba “un mono con corbata”, experimenta los sentimientos y miedos jamás pensados, sueña destruyendo y construyendo todo de nuevo, sufre y goza del dolor, vive por primera vez.

El drama es muy potente pero es entretenido de inicio a fin. No se trata de exagerar nada ni robar lágrimas o risas fáciles. El guión es sólido y los diálogos son para el recuerdo. El reparto estuvo de lujo, no solo brillaba el protagonista, si no todos eran parte de esa perfección: Naomi Watts, Chris Cooper y Judah Lewis por citar a los más destacados. La fotografía impecable. Quisiera retroceder el tiempo y verla como si fuera la primera vez, películas así no se ven así no más. Una obra maestra.
La Mente Maestra
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