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¡Ay, que me caigo!

Comedia Harold Horne, un aspirante a vendedor, conoce a una chica casualmente de la que se enamora y decide hacer lo posible para cortejarla aunque eso signifique escalar todo un edificio... (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía ya rato que no me reía tanto como me ha ocurrido con esta película. Harold Lloyd (inmortal en “El Tenorio Tímido”, “El Estudiante Novato” y “El Hermanito”, entre otras), reluce de nuevo con un caudal de gags y de situaciones embarazosas a cual más divertida. Y de ñapa, nos recrea otra rutina de trepar un edificio con toda suerte de visicitudes, para que, en estos tiempos del cine sonoro, se rememore su primer gran hito de los años 20, “El Hombre Mosca”. Y lo mejor, es que comprobamos que Lloyd sigue en plena forma, con una rutina completamente nueva, en la que vuelve a crisparnos los nervios, mientras desarrolla aparatosas acrobacias y algunos complicadísimos desplazamientos dignos de un equilibrista del más alto nivel.

Su personaje es ahora Harold Horne, empleado de uno de los almacenes de la cadena Zapatos Tanner, donde anhela ser dependiente, pero… una vez más, nadie cree en él. “Las ventas se basan en un 98% en la personalidad y eso es algo que usted no tiene”, le dirá uno de esos sádicos que a veces ejercen como administradores. Pero el joven Harold no conoce la renuncia y entonces decide aprenderse cuanta frase encuentra acertada en los demás dependientes, para demostrar, un día, que también él sabe calzar a las señoras.

Asumiendo un acto de valiente caballerosidad, Harold conoce a Barbara, la hija del empresario Tanner, y esto le llevará hasta él y su “peligrosa” esposa, pues ya antes, ella había sido una de sus víctimas como dependiente. Luego, juntos terminarán compartiendo un viaje en barco, con Harold haciendo las veces de polizón y de falso empresario de cueros.

En adelante, se desatará una comedia de enredos, en la que sucede gag tras gag con una notabilísima eficacia. La secuencia con la revista que trae su foto delatora es desternillante, la escena del desayuno está llena de picardía… y así, todo trancurre en un santiamén, en medio de una comedia inteligente y bastante divertida.

Clyde Bruckman -quien venía de colaborar con el gran Buster Keaton, primero como co-guionista de casi todos sus grandes éxitos: “La ley de la hospitalidad”, “Sherlock Jr”, “Las siete ocasiones”… y luego como co-guionista y co-director de ese inolvidable éxito llamado “La General”-, tiene aquí con su dirección, otro derroche de eficacia, al lograr, con menos poesía pero con más humor, una comedia que se hace digna de grandes aplausos porque divierte de lo lindo.

Harold Lloyd se va ubicando, con cada película, en lo más alto de mis aprecios.
Luis Guillermo Cardona
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7 de enero de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harold Lloyd repite la mísma fórmula que ya le propició un gran éxito y reconocimiento con "El hombre mosca" con la incorporación del sonido dejando atrás el cine mudo. El resultado, como era de esperar, vuelve a funcionar, pese a que lo hace en un menor grado. La incorporación de diálogos hace que Harold se olvide de los gags físicos y originales sustituyéndolos por una serie de diálogos que no aportan la mísma frescura que sus antiguas pantomimas. Este hecho hace que estémos durante todo el metraje presenciando una cinta tontorrona donde Lloyd trata de ganarse el amor de Barbara Kent. Pero ya se sabe, todo llega al que sabe esperar. Y la segunda mitad de la cinta, Harold Lloyd vuelve a deleitarnos con secuencias donde el actor vuelve a hacer todo tipo de locuras escalando un edificio. Esas escenas, que están increíblemente bien rodadas superan o, por lo menos, llegan al mísmo nivel que la cinta de "El hombre mosca". Vale la pena verla únicamente por ver a Lloyd "haciendo el burro" en lo alto del edificio.
directorscut
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4 de septiembre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos partes bien diferenciadas en esta película protagonizada por Harold Lloyd que explican mi 6.

La primera parte, con chistes más o menos afortunados, una trama simplona, con gags visuales o verbales (el paso de Harold Lloyd al sonoro fue discreto en ese sentido) a bordo de un barco y que son el meollo argumental de la película: chico busca chica, malentendidos vodevilescos. Nada nuevo, aunque entrañable, por lo inocente (con el mejor chiste de la película, por otra parte: spoiler).

Y la segunda parte, el tercio final, que nada tiene que ver con el resto, que depara uno de tantos geniales malabarismos "edificantes" de Harold Lloyd, deudores del cine mudo en el que Lloyd era una estrella. Momentos de tensión que vistos hoy todavía te mantienen con el alma en vilo. No en vano el título español de la película (¡Ay, que me caigo!) tiene que ver totalmente con esta segunda parte. Un poco para engañar, un poco para decir (aunque de manera inconsciente) qué era lo importante de verdad en la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cassavetes
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18 de mayo de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
154/03(06/05/11) Divertida pero envejecida comedia donde el especialista del slapstick mudo, Harold Lloyd, se pasa al sonido en esta pseudo-copia de la gran ‘El Hombre Mosca’. La cinta está partida en dos partes bien diferenciadas, en la primera combinan pretendidos diálogos y situaciones graciosas, pero que el paso del tiempo ha machacado, un romance simplón y cursi entre un empleado de zapatería, Harold Horne (Harold Lloyd), que se hace pasar por un rico y una secretaria de un empresario, Barbara Kent (…), las circunstancias lo hacen polizón de un barco de pasajeros con Barbara embarcada, esto provoca equívocos y multitud de gags desiguales, los mejores son el del desayuno en que Harold le sisa la comida a un perro y la otra en que Harold intenta deshacerse de unas revistas que delatan sus mentiras, estas dos secuencias son delirantes, pero cuando Lloyd se encuentra en su salsa es en la segunda parte, la que acontece en un alto edificio, donde realiza infinitas piruetas, malabarismos en el aire que son un regocijo de tensión y humor, una simbiosis maravillosa de energía vitalista, un desparrame de ingenio a la hora de emitir intensidad mezclada con números circenses espectaculares, por esto nada más ya merece la pena verlo, aunque en su debe cabe decir que es una copia de la antes mencionada ‘El Hombre Mosca’. La cinta goza sus puntos fuertes en los gags visuales donde toda la vis cómica-muda de Lloyd desborda la pantalla. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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19 de julio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustó bastante esta película, entre otras cosas por que la ví antes de ver "El hombre mosca". Aparte de esa tercera parte que transcurre con Harold colgando de cualquier cosa que aparece en la fachada del edificio de turno, el resto de la película está plagado de gags en la mejor línea de Lloyd, a quien no le perjudica para nada la voz en esta primera actuación sonora, quizás lo que le falta a la película para ser una comedia más lograda, y en esto coincido con otra crítica previa es la dirección, demasiado rutinaria, solo atenta a las gracias de Harold LLoyd, pero sin aportar demasiados recursos visuales.
Creo que si Harold LLoyd no tuvo más presencia en el sonoro, tal vez fue por que mantuvo su estereotipo de personaje y este perfil no tenía tanto tirón en los nuevos tiempos. Aun así, creo que esta cinta es muy disfrutable, al igual que "La vía láctea" de McCarey y "Miércoles loco" de P Sturges, tres divertidas películas sonoras de Harold LLoyd que recomiendo.
pau
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