Las damas del bosque de Bolonia
1945 

6,9
1.331
4 de junio de 2010
4 de junio de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
157/10(20/05/10) Segundo trabajo del singular realizador francés Robert Bresson, fue el último en el que utilizó actores profesionales. El argumento es un melodrama que gira en torno a una vengativa mujer, Helene(María Casares), que al intuir que su pareja, Jean (Paul Bernard) ya no la quiere, traza un plan para una vendetta, ella le dice que ha dejado de amarle y él cree que quedan como amigos, entonces ella pone en marcha su maquiavélico propósito, convence a una cabaretera, Agnes (Elina Labourdette), para con ayuda de su madre, Mme. D. (Lucienne Bogaert), enamorar a Jean haciéndoles creer Agnes a Jean que es una cándida inocente muchacha. La historia es una radiografía de la condición humana, donde el instinto básico de la venganza se apodera de forma patológica de Helene, no importándole a quien arrastre en su enfermiza maquinación, ejerciendo sin compasión un poder maquiavélico de manipulación. La cinta posee una muy buena puesta en escena, transmitiendo una atmósfera claustrofóbica, donde conforme avanza el relato el aire se hace más escaso, ayudando su muy buena labor actoral, donde los cuatro protagonistas realizan unas interpretaciones soberbias, muy en la línea del estilo Bresson, es decir contenidas, ausencia de cualquier atisbo de histrionismo, llegando a transmitirse la tormenta de sentimientos que azota lo que vemos. Encuentro un par de defectos en la película el más importante para mi es su forzado final, es como si le viniera impuesto, no es digno de la valentía del director galo, te podrá gustar más o menos su cine (para mi irregular), pero de osadía anda sobrado, el otro es la escena en que Jean sufre el flechazo por Agnes en el bosque de Bolonia, me resulta débil y poco creíble, no llega a transmitir la secuencia el fuego pasional que recibe Jean. Recomendable a los que gusten de buenos melodramas y a seguidores bressonianos. Fuerza y honor!!!
30 de diciembre de 2012
30 de diciembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una esquina del cuadrilátero, una puta virginal. La acompaña una madre amantísima y madama de burdel. Tenemos también a un fatuo que sufre arrobamientos románticos. Y, por fin, un vampiro que vampiriza los fuegos de chimenea y las lluvias parisinas. No son arquetipos tomados de aquí o allá, al revés, dan molde por si alguien se atreve a imitarlos, (no creo). En su vertiente humana, diremos que están soberbios como Maria Casarés, Paul Bernard,(no estoy de acuerdo con la magnífica crítica de Quim Casals, su interpretación es de antología, bajo un punto de vista bressoniano, naturalmente); y, sobre todo, la verdaderamente perturbadora Elina Labourdette, que enseña unas piernas lujuriosas subiéndose unas medias, (hasta un bressoniano convencido se habrá dado cuenta de que ahí, todavía, no había que fundir a negro). Dirigiendo actrices, aunque sea a su manera, Bresson convence.
Pasa el film por ser "convencional", antes de que su director se lanzara a las pickpocketadas que yo tengo olvidadas con los años, pero que tan aburridas me parecían. Las revisitaré, a ver si encuentro eso de la pureza fílmica y tal, pero me da miedo.
Y luego, sí, esas cosas de estilo que parecen Bresson: silencios, esquematismo, austeridad máxima, (¿será un cineasta de derechas?), un requete -estilismo intelectualoide, distanciamiento de las emociones hasta meterlas en la nevera, algunos planos bellísimos y esa sensación, en todo momento, de estar a un millón de kilómetros de Hollywood. No digo que no sea interesante. Pero estoy seguro de que todos esos que puntúan con un diez no se llevarían a Bresson a una isla desierta si tuvieran que salvar algunos muebles fílmicos.
PD: No sé cómo los bressonianos le perdonan la debilidad de que haya tantas lágrimas. Aunque sean de cocodrilo, quitan distanciamiento, habría que haber fundido a negro un poco antes.
Pasa el film por ser "convencional", antes de que su director se lanzara a las pickpocketadas que yo tengo olvidadas con los años, pero que tan aburridas me parecían. Las revisitaré, a ver si encuentro eso de la pureza fílmica y tal, pero me da miedo.
Y luego, sí, esas cosas de estilo que parecen Bresson: silencios, esquematismo, austeridad máxima, (¿será un cineasta de derechas?), un requete -estilismo intelectualoide, distanciamiento de las emociones hasta meterlas en la nevera, algunos planos bellísimos y esa sensación, en todo momento, de estar a un millón de kilómetros de Hollywood. No digo que no sea interesante. Pero estoy seguro de que todos esos que puntúan con un diez no se llevarían a Bresson a una isla desierta si tuvieran que salvar algunos muebles fílmicos.
PD: No sé cómo los bressonianos le perdonan la debilidad de que haya tantas lágrimas. Aunque sean de cocodrilo, quitan distanciamiento, habría que haber fundido a negro un poco antes.
20 de junio de 2021
20 de junio de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película de Robert Bresson, rodada bajo ocupación alemana, que anuncia algunos rasgos de su etapa cinematográfica posterior pese a que aún no posea por completo su característico estilo de madurez. Bresson está a la búsqueda de sí mismo y en parte sigue rodando como podría haberlo hecho Marcel Carné o cualquier otro representante del clasicismo francés de los años 40, con una fotografia “de qualité” y bastantes elementos románticos, tendencia que irá reduciendo hasta el completo ascetismo de sus obras posteriores.
Paul Bernard y María Casares, protagonizan esta obra basada en un texto de Diderot, con diálogos de Jean Cocteau y suaves subrayados musicales de la partitura de Jean_Jacques Grünewald, cuyo argumento gira en torno a una pareja, Jean y Helène quienes, tras dos años juntos, comienzan a sentir los primeros signos del cansancio y se separan. A partir de ese momento asistiremos al plan urdido por la manipuladora, cruel y cínica Helène, para vengarse de su examante.
Con momentos de gran pureza narrativa -la escena inicial de la ruptura a través de los ojos de ella-, suaves movimientos de cámara y la particular calma bressoniana, el director francés nos presenta un seco melodrama desnudo, de decoración minimalista y elementos de crítica social. Las interpretaciones, al límite de lo inaudible, ascéticas, sin un gramo de sentimentalismo impostado y donde destaca en especial el fantástico trabajo de María Casares, que lo dice o lo oculta todo con la mirada, junto a la claridad de su puesta en escena, el gusto pascaliano por las geometrías y el pudor de una cámara que interroga a sus personajes y los observa sin juzgarlos son los mayores valores de esta película de la primera parte de la filmografía de Bresson.
Paul Bernard y María Casares, protagonizan esta obra basada en un texto de Diderot, con diálogos de Jean Cocteau y suaves subrayados musicales de la partitura de Jean_Jacques Grünewald, cuyo argumento gira en torno a una pareja, Jean y Helène quienes, tras dos años juntos, comienzan a sentir los primeros signos del cansancio y se separan. A partir de ese momento asistiremos al plan urdido por la manipuladora, cruel y cínica Helène, para vengarse de su examante.
Con momentos de gran pureza narrativa -la escena inicial de la ruptura a través de los ojos de ella-, suaves movimientos de cámara y la particular calma bressoniana, el director francés nos presenta un seco melodrama desnudo, de decoración minimalista y elementos de crítica social. Las interpretaciones, al límite de lo inaudible, ascéticas, sin un gramo de sentimentalismo impostado y donde destaca en especial el fantástico trabajo de María Casares, que lo dice o lo oculta todo con la mirada, junto a la claridad de su puesta en escena, el gusto pascaliano por las geometrías y el pudor de una cámara que interroga a sus personajes y los observa sin juzgarlos son los mayores valores de esta película de la primera parte de la filmografía de Bresson.
10 de marzo de 2014
10 de marzo de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anacrónica película llena de absurdos convencionalismos -algunos debidos a la traducción- y con nulo poder de empatía.
Su rebuscado planteamiento a la hora de representar la perfidia queda falto, las mayoría de las veces, de explicación aparente.
Da la impresión de que las cosas tengan que ocurrir per se, dando por supuesto desde el principio que serán de esta manera y no de otra.
La irrealidad en que la se mueven los personajes contrasta con el ambiente mundano que paradójicamente se quiere transmitir privando a la historia de una verosimilitud que acaba por confirmarse con un final dramático y maniqueo.
En plato frío, sí. Pero no nos pasemos y lo sirvamos helado.
Su rebuscado planteamiento a la hora de representar la perfidia queda falto, las mayoría de las veces, de explicación aparente.
Da la impresión de que las cosas tengan que ocurrir per se, dando por supuesto desde el principio que serán de esta manera y no de otra.
La irrealidad en que la se mueven los personajes contrasta con el ambiente mundano que paradójicamente se quiere transmitir privando a la historia de una verosimilitud que acaba por confirmarse con un final dramático y maniqueo.
En plato frío, sí. Pero no nos pasemos y lo sirvamos helado.
13 de febrero de 2014
13 de febrero de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La protagonista principal de esta película es María Casares, una exiliada española y actriz profesional que impregna de otra gestualidad al característico juego de actores “bressoniano”. Pero no es la única presencia “profesional” en este segundo film de Bresson, ya que los otros dos personajes del atípico triángulo sentimental fueron incorporados por Paul Bernard, actor con larga trayectoria y Elina Labourdette quien sin realizar después una carrera meritoria, sí llegó a trabajar con Becker y Renoir. Creo que este es un rasgo importante, algo más que un detalle puntual, y le otorga al relato una percepción distinta a lo que habitualmente entendemos, sentimos y vemos en el cine de Bresson.
La participación de Jean Custeau como dialoguista, en una película muy hablada, no rebaja la intensidad visual del film, pero también le confiere otro orden narrativo y estético. Es por ello una obra extraña en la carrera del cineasta, un film con ciertas servidumbres (al texto de Diderot, a la carga pesimista y densa de los diálogos de Custeau, a la dirección más clásica de actores) aunque no pocos logros. María Casares, musa después del propio Custeau en sus dos películas sobre Orfeo, puede considerarse la única “estrella” en toda la obra del cineasta galo.
El film es por ello más descriptivo, más evidente, más rígido por ideas descritas con palabras antes que gestos. Estamos en el terreno de la vulnerabilidad de los sentimientos. Bresson filma la fascinación, el deseo, pero siempre apoyado más por las palabras que por las imágenes. El argumento del film recuerda vagamente a “Las amistades peligrosas” aunque las historias transcurren en época muy distintas y por supuesto, estilos antagónicos. En mi opinión, la obra de Stephen Frears es muy superior a la de Bresson, tanto estéticamente como por complejidad formal, “Las amistades peligrosas” es una obra de cámara sensual y perversa.
La participación de Jean Custeau como dialoguista, en una película muy hablada, no rebaja la intensidad visual del film, pero también le confiere otro orden narrativo y estético. Es por ello una obra extraña en la carrera del cineasta, un film con ciertas servidumbres (al texto de Diderot, a la carga pesimista y densa de los diálogos de Custeau, a la dirección más clásica de actores) aunque no pocos logros. María Casares, musa después del propio Custeau en sus dos películas sobre Orfeo, puede considerarse la única “estrella” en toda la obra del cineasta galo.
El film es por ello más descriptivo, más evidente, más rígido por ideas descritas con palabras antes que gestos. Estamos en el terreno de la vulnerabilidad de los sentimientos. Bresson filma la fascinación, el deseo, pero siempre apoyado más por las palabras que por las imágenes. El argumento del film recuerda vagamente a “Las amistades peligrosas” aunque las historias transcurren en época muy distintas y por supuesto, estilos antagónicos. En mi opinión, la obra de Stephen Frears es muy superior a la de Bresson, tanto estéticamente como por complejidad formal, “Las amistades peligrosas” es una obra de cámara sensual y perversa.
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