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Holy Motors

Drama Un día en la vida de Monsieur Oscar: un hombre que se traslada, en una lujosa limusina blanca conducida por Céline, de trabajo en trabajo. Para cada uno de ellos adopta una nueva personalidad: mendigo, monstruo, asesino, padre de familia... (FILMAFFINITY)
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Críticas 144
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2012
65 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si será la mejor película de 2012 pero desde luego “Holy Motors” es una de las más importantes, porque habla del cine como materia maleable, mutante y en el fondo es un homenaje puro y duro a la esencia misma del medio. Leos Carax, que ya había experimentado con las formas y los géneros en producciones anteriores ya desde su primer trabajo, donde hacía un riguroso homenaje a la nouvelle vague, pasando por el noir más espectral en “Mala sangre”, la oda a las minorías en “Los amantes de Pont-Neuf” o esa extraña e irregular pieza de cámara llamada “Pola X”. Su filmografía ha sido corta pero precisa, no ha hecho nada desdeñable pero con “Holy Motors” consigue imponerse y demostrar que es capaz de todo. Lo logra gracias a la espléndida naturalidad de su intérprete fetiche, Denis Lavant, un torbellino materializado en las carnes de un actor de rostro difícil e innegable talento que despliega toda su fuerza en una película hecha para su lucimiento, algo que él conoce y aprovecha mostrando infinidad de recursos sin que se le lleguen a notar las costuras.

La primera secuencia de “Holy Motors” nos lleva a un habitación cerrada en la que un hombre se despierta, encontrando una puerta que le lleva hasta una sala de cine. En la segunda ya conocemos al protagonista, un padre de familia que subido a su limusina comenzara a realizar “citas” para diferentes clientes, consistentes en maquillarse/disfrazarse y hacerse pasar por otras personas. Nunca sabremos quién es el personaje realmente y cuándo interpreta, porque es tal la naturalidad que imprime en cada 'cita' que el nivel de perturbación se mantiene intacto. Cada 'cita' podría entenderse como un género o una alegoría hacia los códigos genéricos del cine, al tiempo que se reinventan los aspectos visuales, formales y narrativos para dar lugar a una extraña película episódica pero orgánica, bien hilvanada, en la que vamos viendo cómo la realidad y la ficción se entremezclan para formar una extraña textura, un mundo en el que todo es posible, en el que las referencias (apoteósica la elección de casting de Edith Scob y su última escena) se diluyen con suma naturalidad.

Para el recuerdo que darán ciertos segmentos como el de la captura de movimiento, de una belleza espectacular, la recuperación del personaje de Merde, el vagabundo salvaje del segmento de Carax para "Tokyo!" (2008), el del anciano agónico con su nieta, al borde de la cama y el que diría que es mi favorito, el de Kylie Minogue, donde a través de un edificio en ruinas y el diálogo se crea una relación entre dos personajes de calado intenso y perfecta fuerza dramática. Carax convierte su “Holy Motors” en un testamento, un artefacto cinematográfico de altísimo vuelo artístico que dificilmente encontrará réplica, una de esas películas-isla que consiguen todo aquello que se proponen haciendo parecer fácil lo difícil. De Lavant no se puede decir mucho más: pocas veces un actor ha parecido más cómodo con su papel, logrando además que no de la impresión de que interprete en ningún momento, de lo natural que lo hace parecer todo. Una de las películas de 2012 a nivel cualitativo y que ganará con el paso del tiempo. Ineludible.
Caith_Sith
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7 de enero de 2013
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante artefacto postmoderno, bella pompa de jabón que no acaba de estallar a lo largo de su deriva de múltiples reflejos, mezcla de folletín en la estela de Los misterios de Paris y videojuego, de álbum pop de concepción unitaria (como sugería José Luis) y sucesión de números de circo, Holy motors ha conseguido concitar la fascinación y el desprecio más absolutos, como puede observarse mediante un simple vistazo a las críticas presentes en esta página.

Dentro de esta dialéctica de adoración y odio tan extremos en que se inscribe la recepción de la película, ¿es posible una síntesis que no caiga en la tibieza?

Una de los rasgos de la película es la sorpresa permanente, así que continúo más abajo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el pastor de la polvorosa
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19 de noviembre de 2012
57 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para comenzar, he de decir que jamás en mi vida me he marchado nunca del cine, NUNCA. Y esta ha sido la primera vez.

Una película de semejante calibre ha conseguido que cada segundo de mi vida me pareciera una eternidad. Al cabo de unos 30 minutos opté por hacer lo más inteligente que se podía hacer en ese momento, levantarme para ir a vomitar. Supongo que los que no estaban ni en estado de shock ni durmiendo (se escuchaban ronquidos, lo juro), siguieron mi estela hasta la puerta de aquel sinsentido. Al intercambiar comentarios con otra gente que salía de la sala el comentario fue el mismo. TOMADURA DE PELO. Admiro a toda la gente más lista que yo y se fue mucho antes. Y pensar que yo pequé de ingenuo esperando que aquella diarrea visual mejorara... Qué idiota fui!!

Voy a intentar explicar el argumento sin destripar el guión... (Era broma!! No hay guión. Hay niños con 3 años que escriben algo con más sentido que esa inmundicia). Se suceden una serie de historias inconexas con un mismo protagonista que solamente se pasea por París en limusina mientras que se va disfrazando sin saberse muy bien el motivo. Mi deseo de que ese coche tuviera un accidente mortal para sus ocupantes no dio fruto. El protagonista seguía mostrando sus habilidades para ser un Mortadelo francés durante la parte que vi. Y las minihistorias... que decir de ellas.... son tan absurdas, tan ridículas.... En serio se puede rellenar casi dos horas con semejante mamarrachada? No creo que JAMÁS lo descubra.

Ahora me muero de ganas que aparezca un "crítico" o un "entendido", que me dirá que no la he entendido o como simboliza cada disfraz o cada acción un estado del nirvana o cualquier otra pedantería. Y respondo ya:

1. Me considero lo suficiente listo para comprender una película aún teniendo metáforas visuales y otros artificios.
2. Si una película te la han de explicar es que algo no ha hecho bien el director. En este caso, creerse que sabe de cine por jugar en sus ratos libres con un Cinexin.


Para finalizar, un breve esquema para la gente dudosa sobre si ver la película:

- Puntos positivos: Es un director poco prolífico. No convierte el séptimo arte en un estercolero con sus películas.

- Puntos negativos: Desde el segundo 1'' al último. Espero que no se haya hecho la película con una subvención pública.
McGyver81
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20 de noviembre de 2012
35 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Te pasas toda la película esperando que suceda algo que dote de unidad a todo el disparate por momentos visualmente magistral.

Por desgracia las piezas del puzzle no tienen ni intención de encajar, el circulo no se cierra nunca y te quedas triste pensando el desafío a tu inteligencia que podría haber supuesto en lugar de haberte hecho malgastar tu tiempo.

Una pena que todo este despliegue audiovisual no responda a un mejor propósito.

Buenas ideas, falta de guión.
peeter
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20 de noviembre de 2012
28 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera advertencia: mucho cuidado con las limusinas. Ya no son solamente una declaración de mal gusto, una interpretación mal entendida del lujo y el glamour. Ahora también son el nuevo refugio cinematográfico para iluminados, la metáfora perfecta para disertaciones y atrevimientos de toda índole. Dos propuestas tan distintas pero tan etéreas como Cosmópolis y Holy motors han tenido la extraña coincidencia de verter sus elucubraciones desde el interior de una limusina. Así que en cuanto vea aparecer uno de esos aberrantes vehículos en pantalla, medite profundamente sobre el tipo de espectador que quiere ser.

¿Se planta usted en la butaca del cine como si acudiera a una exposición de la Tate Modern? Disfrutará sin duda con esta pieza de arte surrealista, con una provocadora puesta en escena repleta de múltiples lecturas. ¿Sufre la ansiedad de la última moda, el síndrome de las gafas de pasta? Deberá ingeniárselas entonces para disimular su congoja y salir de la sala sin titubear, plenamente convencido de hallarse ante una de las obras maestras del año. O de la historia, en función de su dosis de euforia. ¿Es usted en cambio un espectador honesto, sin demasiadas pretensiones? Entonces salga huyendo del cine. Se ahorrará un enorme cabreo.

El bofetón no me lo propinó la película. Un vistazo al tráiler ya vaticinaba que no era un filme apto para todos los públicos. Fue la vorágine zalamera del público la que me sulfuró el ánimo. ¿De verdad Holy motors gusta tanto a tanta gente? ¿O se ha convertido en uno de esos fenómenos inexplicables que nadie, excepto Carlos Boyero, se atreve a cuestionar? Entiendo que no todas las cintas deben tener explicación, que no debe proporcionarse todo mascado al espectador, pero dudo mucho que una propuesta tan pretendidamente transgresora como la de Leos Carax provoque algún sentimiento más profundo que el estupor.

Que me confiese uno de sus defensores si en algún momento Holy motors le ha llegado a emocionar, porque en mi mentalidad cerrada lo único que he sido capaz de percibir es una sucesión de escenas delirantes. Que me argumenten si acaso la película les ha inducido a la reflexión, porque lo del homenaje y la crítica al cine está muy bien como declaración de intenciones pero la ejecución no conduce a pensar que esta cinta sea precisamente el ejemplo a seguir.

Podremos extraer cualquiera de las interpretaciones de la película. La frialdad de los efectos especiales, la idolatría de la belleza, la superficialidad de algunos géneros cinematográficos, el desasosiego del oficio de actor. Todas tan válidas como sesudas. Pero es difícil que salgamos del cine con una idea clara del objetivo de Holy motors. A veces el arte va en busca de la belleza y otras veces se disfraza de arte lo que únicamente persigue el escándalo.
polvidal
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