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La leyenda del santo bebedor

Drama Andreas (Rutger Hauer) es un vagabundo más de los muchos que viven bajo los puentes de París. Cuando recibe de un desconocido la suma de doscientos francos, con la única condición de devolverlos como ofrenda a la imagen de una santa, emprende un peregrinaje de carácter fundamentalmente espiritual para ser digno del favor recibido. Fábula sobre la redención y la dignidad personal. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
13 de enero de 2010
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larga, lentísima cinta que parte de una anécdota simpática que no consigue contar, perdiéndose en detalles prescindibles, en desesperantes "voy pero no llego" o "yo quiero llegar pero no sé que pasa" y en eternos primeros planos de Rutger Hauer, si bien esto último no es de extrañar puesto que su actuación resulta lo mejor de la película; lo cual me hace sentir cierta pena por el actor pues podía haber servido para su lucimiento a poco que el guión se hubiera empeñado... Hay también ciertas escenas de ambientación respecto a los clochards y su día a día (y noche a noche, lluviosas por más señas) que me han parecido bien hechas y bien contadas, con la objetividad de un documental pero deteniendo la cámara un momento más de lo necesario en lo que capta para darle un tono más personal. Estas dos cosas se salvan, a mi entender, en un conjunto pesado. Y desgraciadamente disiento de que constituya un canto al vino, como el título hacía esperar: en todo caso, como dice otra crítica, te hace pensar en él como forma de poder acabar de verla... Mi impresión es que se perdió desde el principio en caminos secundarios y se pasó el resto de las más de dos horas dando vueltas. Pobre Hauer.
Clarice
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10 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es un hombre que vive bajo un puente, pero viste de traje y corbata, eso sí raídos y mugrientos. El hombre ha sido minero, pero no lo parece, más bien aparenta ser un escritor maldito o un poeta con poca suerte. Un día, un hombre atildado le ofrece dinero a condición de que se lo devuelva a santa Teresita de Lisueux. El hombre se pasa la película intentándolo, pero siempre le surge algo que lo impide. La película es interesante porque introduce el milagro en una realidad muy cotidiana. Y está el marco, un París un tanto sórdido, al que la fotografía saca mucho partido. La historia es una defensa del hecho de "creer", en consonancia con otras obras del autor. Habría que leer la obra de Joseph Roth en que se basa la película. Lo mismo nos descubre nuevas claves.
Fuman2
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24 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisita factura y delicada fotografía en una película que alarga -quizá demasiado- la nouvelle de aquel santo bebedor llamado Joseph Roth. Aquí se dan cita la mística del clochard y del flâneur con la irresistible musicalidad del vino, auténtica bendición y perdición del protagonista, magníficamente interpretado por el replicante Rutger Hauer.

"Bebo porque cuando bebo pasan cosas" decía Fitgerald, y vaya si pasan aquí. Los laberintos se bifurcan incesantemente y lo que parecía una promesa fácil de liquidar, termina siendo el propio leit motiv de la película. Los meandros y los vericuetos de la vida impiden llegar a nuestro protagonista a su destino y es así como se dispersa en esa París dispuesta a desorientar al más decidido.

¡Y qué París tenemos aquí! En escasas ocasiones hemos presenciado los cafés, los salones de bailes, los hoteles, los restaurantes, los escaparates (los interiores desbordan en belleza a cualquier exterior) como los que se nos presentan en esta sobrerrepresentada ciudad, pero que aquí, una vez más, nos vuelve a sorprender. Todo se encuentra bajo la pátina del tiempo, es decir, de la nostalgia. Esos espejos, esos mármoles, ¡esas copas!, ¡esa luz! junto con la amplitud de los escenarios (el grueso de la cinta lo componen planos generales) nos permiten soñar con unos espacios de fantasía en un tiempo que nunca más disfrutaremos. Y aunque resuenan ecos de 'Érase una vez en américa' y de 'El último tango en París', 'La leyenda del santo bebedor' sabe encontrar un lugar propio gracias al buen hacer de su director. Y todo ello sin hablar de una estupenda utilización del flashback que en nada entorpece el ritmo de la narración.

Pero la película también tiene algún punto flojo que con un montaje menos autoindulgente podría haberse evitado. El director, en su intentos de captar el tiempo inmóvil de la espera y de la conciencia castigada, se recrea en exceso el algunos momentos en los que la cadencia se torna mera parsimonia -la penúltima escena es de todo punto excesiva en lo tocante a su duración-. Por otro lado, si bien entiendo la narración como un viaje del alma por las nebulosas de la ciudad/alcohol, no hubiera estado de más un mayor esfuerzo en un guión excesivamente dependiente de las miradas perdidas, locas y borrachas del protagonista.

Me gustaría terminar con un poema que podría haber escrito perfectamente nuestro santo bebedor, alguien marcado por el día jueves en que nació, por la soledad, la lluvia y los caminos:

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Nanofilis
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31 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría el año 1988 y el prestigioso director italiano Ermanno Olmi, recordado por clásicos como "El Empleo", y "El Árbol de los Zuecos", se animaba con la adaptación de la novela del escritor austriaco Joseph Roth, "La Leyenda del Santo Bebedor", escrita en 1938, y publicada en 1939, siendo la última obra realizada en vida por Roth, que no llegaría a verla editada. Si bien el paso del tiempo no favoreció esta acertada adaptación, la razón seguramente fue que ese año Giuseppe Tornatore estrenaría "Cinema Paradiso", sin dudas una de las películas emblema del cine italiano, y esto opacó claramente a la producción mencionada, que quizás en otro contexto hubiera tenido otra repercusión.

Con Rutger Hauer como protagonista, la historia trata sobre Andreas, un vagabundo que duerme bajo los puentes de París, y un buen día se encuentra con un desconocido que le ofrece 200 francos, a cambio de que devuelve esa suma de dinero a la santa Teresa, y en el momento en que le sea conveniente. El carácter de honrado no carece en el espíritu del protagonista, que no solo advierte al desconocido de que no es recomendable que le preste ese dinero porque duda en poder devolverlo, sino que una vez con este en mano, considera en usarlo, sin olvidar que no le pertenece, y que debe devolverlo pronto.

Como una especie de odisea, la casualidad juega un rol importante, tanto en la obra de Roth, como en la fiel adaptación de Olmi, ya que casi de inmediato, en el primer bar al que se sienta a tomar una copa, a Andreas le ofrecen trabajo, y una remuneración idéntica a la suma inicial; Andreas no lo duda, eso le permitirá usar más relajado el dinero, y ese mismo domingo acudir a la iglesia en cuestión, para solventar esa deuda. No obstante ese domingo aparecerá un viejo amor del protagonista, que le impedirá el ingreso a la iglesia, pidiéndole ir a tomar algo, y saber en que anda y cual es su vida.

A través de las dos horas de metraje, Andreas se verá aquejado al complicarsele en todo momento abonar la suma y cerrar con algo que sin dudas lo inquieta, y le molesta; la suerte no le es esquiva, pero quizás peque de cierta inocencia, de cierta permisividad y hasta de momentos de bondad, que le terminarán jugando en contra, y estirando una especie de agonía, porque tras los buenos momentos, en dónde recae en su máxima debilidad, el alcohol, esa falta previa vuelve en sueños, o visiones, y esto lo acongoja, lo corroe, los va desgastando lentamente en su interior.

Si vamos a la historia original, se sabía que Joseph Roth tenía problemas con el alcohol, por lo cual era
imposible no relacionar la ficción con la vida misma de su autor, que ni siquiera pudo llegar a ver publicada su obra, ya que fallecería en mayo de 1939, meses antes de la publicación. Es por ello que encierra cierto misterio, ya que no se termina de saber el punto de inflexión real que tuvo Roth al escribirla. Los análisis póstumos, tanto del relato de Roth, como la adaptación cinematográfica de Olmi, hablan sobre una historia de redención y dignidad personal. Sin dudas también juega el factor de la influencia, que a veces nos dejamos llevar por caminos que no nos convencen del todo, y que en el azar, lo bueno y lo malo confluye sobre el terreno en que nos situamos,

Si bien "La Leyenda del Santo Bebedor" no obtuvo Premios a Nivel Internacional, tuvo su debido reconocimiento en los dos Festivales más importantes de Italia; obtuvo el León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia, y arrasó con 4 premios en la ceremonia de los David de Donatello, ganando como mejor película, mejor director, fotografía y montaje.
Manuel Esteban
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12 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente y emotiva película que narra unos días en la vida de un "sin techo", cuyo único consuelo es beber una copa de vino con sus amigos. Con algunas pinceladas de recuerdos vemos que probablemente por su bondad y honestidad ha sido manipulado por la vida en interés de los que le rodean. Sin embargo vive cada día en plenitud solo por el hecho de compartir lo que la misma vida le da cada vez que se comporta con generosidad con los que le rodean. De una simpleza inigualable, hace pensar en la esencia de nuestro ser. Sin lecciones morales ni prejuicios este santo bebedor nos hace sentir la paz de la plenitud.
Gonzalo Carbonell
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