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Duelo silencioso

Drama. Romance Kyoji Fujisaki (Mifune), un joven cirujano militar, contrae la sífilis mientras cura a un herido durante la guerra. Acabada la contienda, la enfermedad será motivo de discusión entre el médico y su prometida. Finalmente, él no tendrá más remedio que enfrentarse a un grave dilema: aceptar, en su estado, las responsabilidades de la vida familiar o dedicarse en cuerpo y alma a la medicina. (FILMAFFINITY)
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6
14 de junio de 2010
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Acaso la vida es injusta y premia a los “malos” mientras castiga a los “buenos”? ¿Es mentira que haya justicia en el universo puesto que a diario vemos como los corruptos se sostienen en el poder y mueren de viejos teniéndolo todo, mientras que los buenos mueren jóvenes y nunca obtienen nada?, ¿Por qué un hombre que sirve a la humanidad ejerciendo con honestidad la medicina y que aún se conserva puro, termina con su cuerpo corrompido por una enfermedad sexual que él no se buscó?, ¿Por qué dos seres jóvenes, que se aman limpiamente, ven de repente truncada su decisión de matrimonio?

Esta es la clase de drama romántico que motiva muchas preguntas acerca del amor, de la vida y de la justicia divina. Es seguro que, al verlo representado en el teatro o al estar leyendo la obra de Kazuo Kikuta, la torturada alma del maestro Akira Kurosawa se revolcó sacudida por “la miseria de la vida” y “lo terriblemente injusta que a veces se muestra con los seres humanos”. Y como, cuando alguien se suma a nuestro pesimismo ante la vida, nos hace sentir que no estamos locos y que, en verdad, tenemos la razón, pienso que, de inmediato, el realizador nipón gritó un aleluya y se decidió a llevarla al cine.

Kurosawa fue un humanista, le dolía el pueblo y lo conmovía muy adentro la gente buena condenada al sacrificio. Pero, el maestro vivió en una fría época, y en una cultura signada por el pesimismo. Y por estos años, su país padecía las terribles consecuencias y el fracaso de una cruenta guerra originada en la vileza y la ignominia.

Por fortuna, ahora pensamos distinto. Otra luz ha entrado en nuestros corazones y ya sabemos que todo, absolutamente todo lo que nos sucede, nosotros lo creamos, lo permitimos o lo fomentamos. Y también sabemos que Dios jamás toma una determinación que pretenda nuestro mal. El no comprender, no excluye el bien que se oculta en lo que parece una desgracia. Y quien sólo confía en su propio raciocinio, quizás no vea más allá de sus narices.

Por ejemplo: El joven doctor Kioji Fujizaki, ¿No confiaría demasiado en el paradigma médico, desconociendo de pleno la capacidad autosanadora del cuerpo?, ¿Quién garantiza que su matrimonio con Misao era el camino a la felicidad?, ¿No fue débil su amor al aceptar casarse con otro a quien, además engañó, porque lo hizo sólo por su propia seguridad?, ¿Por qué no vió, Kioji, el amor expuesto al sacrificio de su aprendiz de enfermera, Minegishi, quien demostró un profundo respeto por su relación y siempre lo amó en silencio?...

El no ver, lleva nuestro pensamiento a la derrota, y lo que luce como todo un drama, a veces no es más que un vivo retrato de la ingenuidad humana.
7
29 de marzo de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por suerte para todos a Kurosawa le quedaban por delante más de cinco décadas de carrera cinematográfica y sus primeros pasos cogido de la mano de Toshiro Mifune son el inicio de una de las relaciones laborales más fructíferas. Ya el año anterior a este "Duelo silencioso" había firmado una buena película, "El Ángel borracho", también con una terrible enfermedad como trasfondo y coincidiendo con Takashi Shimura en el reparto protagonista. Con ello quiero decir que Kurosawa ya sabía lo que hacía, que había probado el melodrama y que no me extraña que lo hiciera, corrían los duros años de la postguerra en un país arrasado, vencido, y con una población machacada desde hacía años. Que dejara para otro momento sus filias personales hacia Shakespeare y el pasado medieval del Japón es de lo más normal, el suelo que pisaba Kurosawa era el mismo que pisaban sus conciudadanos, el japonés vivía en la incertidumbre y se luchaba día a día por la supervivencia.

Este contexto es el de "Duelo silencioso" y es necesario tenerlo en cuenta, aquí tira de un Toshiro Mifune que si al principio parece átono es precisamente cuando se desata su interior cuando podemos apreciar y valorarlo de verdad. Rodeados de miseria, de dificultades, padre e hijo, médicos hasta la médula, llevan a cabo una labor poco agradecida. Hay tiempo para observar cuánto dolor puede llegar a hacer el silencio y qué lamentable puede ser optar por andar por el camino que uno cree que es el correcto.

A Mifune le duele el alma y no lo sabemos ver hasta que explota, pasando de la tradicional reserva a un momento culminante en la película en el que grita, llora y nos muestra su padecimiento. Es entonces cuando uno se da cuenta de que vale la pena "Duelo silencioso", al menos yo he podido disfrutarla porque he podido ponerme en su piel.

Y eso que detesto el melodrama que ahoga, y eso que lo mejor de Akira Kurosawa estaba por llegar.... Por no decir lo que estaba por ver de Mifune...
7
27 de julio de 2009 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película moralista, ejemplarizante, donde se resalta el sacrificio humano digno, moral y honesto. Un médico japonés en tiempo de la II G.M., durante una intervención quirúrgica a un soldado, se corta y se contamina con la sangre del enfermo, quien resulta ser sifilítico. A su regreso de la guerra, ya licenciado del ejército, dicho médico se pone a trabajar con su padre, también médico, en la clínica que éste tiene; sin embargo ha tomado una decisión que su novia no comprende: romper el compromiso matrimonial que tenía con ella y no casarse.

Película en blanco y negro, algo pesada y larga, pero buena no sólo porque es de Akira Kurosawa e interviene el gran Toshiro Mifune, sino sobre todo porque transmite valores humanos ya casi en desuso o en vías de desaparición.
7
7 de mayo de 2012 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la película formalmente sea una perfecta realización como corresponde a un maestro del cine, en cuanto al tema tiene una gran debilidad pues es bastante increíble que un cirujano después de hacerse una herida en el dedo siga operando sin guantes. Así contrae la enfermedad y el guión sigue fallando por la incomprensible obstinación del cirujano por ocultar su enfermedad y la manera como se contagió. Más adelante entenderemos las razones que le llevan al cirujano a ocultar su enfermedad en una escena con su padre, llena de dramatismo y que Kurosawa desdramatiza con un juego de cigarrillos y encendedores. También podríamos entender las razones por las que Kurosawa se decide a realizar este guión con ese fundamento tan débil de la enfermedad si pensamos en que por esos tiempos y seguramente como consecuencia de la guerra, a lo que se hace referencia al principio de la película, en Japón existía un auténtico problema con la sífilis y seguramente esta película quiere contribuir a la concienciación del pueblo japonés. Hay un detalle curioso, como en tantas películas, y que creo que todo el que vea la película en su versión española debe conocer: la auxiliar de enfermería que descubre que el cirujano tiene sífilis en un momento determinado se llama “bailarina” cuando en la versión original se reconoce prostituta. Hay momentos que demuestran la maestría incipiente de Kurosawa y que son indicios de lo que será capaz de hacer con la imagen más tarde para contar una historia. Me refiero en concreto a la forma de utilizar las elípsis, una verja con una planta con flores y esa misma verja con la planta seca, o el que es un momento magnífico, pasando de un vaso que rebosa con el vino que derrama un enfermo borracho, a una lluvia torrencial que anuncia la tormenta de sentimientos que se avecina. Y sobre todo destacar el magnífico trabajo de interpretación por parte de Toshiro Mifune, el cual llega al cine sin pasar por ninguna academia de actores. Kurosawa confió en él desde el principio, se dio cuenta del enorme potencial interpretativo que tenía, y trabajará con él en casi todas sus películas.
8
22 de febrero de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La enfermera Rui le insta entonces a revelarse, y el doctor calla durante un momento.
Esta es una de las secuencias que mejor retrata la descorazonadora lucha interior que mantiene este hombre, contra sus deseos, sus instintos, sus sentimientos, contra los avatares de un destino para el que no parece estar preparado...

Japón en plena ocupación estadounidense. En ese momento dichas autoridades controlan el mundo del cine, que depuran o destruyen los films de propaganda realizados durante la guerra y reorganizan las diferentes productoras; los directores más veteranos, así como los pertenecientes a una nueva generación que cambiará las cosas de cara a la aceptación internacional, se amoldan a las imposiciones. Quedan abandonados los temas de época y muchos mantienen un idilio con el neorrealismo, que ha llegado imponente desde Europa; Akira Kurosawa lo acoge y dedica parte de esta década de posguerra a renovarse como artista.
Se da también un milagro: su encuentro con Toshiro Mifune, casi iniciado en la industria y con quien colabora en la magistral y demoledora "El Ángel Borracho". Entonces acudirá a ver una obra del dramaturgo Kazuo Kikuta, quedará fascinado y decide adaptarla...pero las cosas no van como debieran en Toho, que ha sufrido un cambio de dirección, fuertes despidos y huelgas de cientos de empleados, obligando al director a exiliarse de la productora; funda así una compañía independiente y se asocia con Daiei, trayéndose a Mifune con él para el papel protagonista (al que interpretaba en la obra Minoru Chiaki, futuro colaborador del anterior).

Un escenario agitado hace irrumpir el estruendo en pantalla, de truenos y lluvia incesante; estamos en un hospital militar durante la dura contienda, y Kyoji Fujisaki se encarga de atender con plena dedicación a los heridos. Experto de las emociones y las imágenes, el director nos sumerge en un ambiente desolador, con el olor del barro, el sudor y las heridas supurantes asfixiando la atmósfera; es un incidente inesperado el responsable de una tragedia que removerá existencias, concretamente la del doctor Fujisaki y la del hombre al que salva la vida (Susumu).
Se establece una extraña relación entre estos individuos similar a la de los Sanada y Matsunaga de "El Ángel Borracho", y que sin saberlo acaban transformándose en los dos rostros intercambiables de una misma realidad, que les mantendrá unidos por la infección venérea, invasiva, irremisible. Nos seperamos de ellos, vamos adelante en el tiempo y quedaremos al lado de Kyoji en una clínica dirigida por su padre Konosuke (un envejecido y genial Takashi Shimura), cuyas paredes conformarán el microcosmos de los movimientos, decisiones y sentimientos de todos los personajes, un escenario único y claustrofóbico, respetando Kurosawa su influencia teatral.

De nuevo un clima áspero y decadente, tétrico y frío; la enfermera en prácticas y otrora prostituta Rui espera en el pasillo, maldice su embarazo. El nacimiento es condenado nada más empezar la historia, así como se apela a un discurso muy "mizoguchiano", que la cruza de principio a fin: la supuesta infelicidad de las mujeres por culpa de la maldad de los hombres. Pero este personaje femenino, aborrecible y cínico, estará dotado de una importante evolución, como todos los demás (aunque quizás ella es la que de mejor manera encara sus cambios).
Por otro lado asistimos a la tortura interior de Kyoji, ya con la enfermedad en su sangre, un desastre de la historia que trastoca su vida y la de su antigua prometida, Misao, rostro de la mujer japonesa tradicional y abnegada, quien prefiere someterse a la tristeza debido al rechazo de su amado en lugar de avanzar por sí misma; aun así, la calumnia y la sospecha que generan el comportamiento y la infección no confesada del protagonista (alimentadas por el espíritu receloso de Rui) no abarcan mucho metraje. Kurosawa, manejando con sabiduría los trazos del melodrama, sin concesiones al sentimentalismo, introduce de repente al elemento instigador de estos conflictos y penas.

En su siguiente película, al agente Murakami le es arrebatada parte de su personalidad y su propia existencia cuando un criminal toma su pistola; en esta ocasión Susumu opera este efecto de posesión, con su sangre contaminada como arma, y así se dedica a hacer suya la vida que en principio pertenecía al doctor, si bien termina con el castigo de la autoaniquilación por su recalcitrante malicia. Pero el cineasta, pese a representar con dureza las debilidades de los personajes, no puede evitar hacerlo desde el humanismo, cual Renoir: cada uno tiene sus razones para ser como es, pero también porta en sí el sufrimiento que le ha conducido a ese estado.
Kurosawa efectúa su radiografía de la conducta, la culpa y los impulsos, sin condenar, prestándose a observar la realidad en su más pura, cruda y honesta esencia, como han hecho Gosho, Mizoguchi o Shimizu en su cine. Mifune sorprende en su papel, y le ayuda su gran versatilidad, con la cual saca a relucir su lado interpretativo más dramático y oscuro; destaca su desgarrador monólogo frente a Rui (una también fascinante Noriko Sengoku) sobre la dolorosa angustia de su personaje al rechazar todo aquello que la vida le dio por respeto a la moralidad y ética que exige su trabajo.

Audaz a su modo, ejemplo de esa modernidad que se buscaba en el cine japonés de la época, el "Duelo Silencioso" de Kurosawa sobresale por su poética humanista, tan descarnada a veces como plena de sensibilidad dramática, y sobre todo realista.
A pesar de ver su intenso final manipulado por la censura, los críticos la alaban pero poco impacto tiene a nivel de público; el mismo año, y antes de cambiar su carrera para siempre, aquél intentará equilibrar ambas cosas, y mostrar más que nunca sus influencias americanas, en su obra maestra "El Perro Rabioso".
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