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Los canallas

Drama. Cine negro Marco Silvestri, capitán de un carguero, recibe una llamada para que vaya inmediatamente a París. Su hermana Sandra está desesperada: su marido se ha suicidado, la empresa familiar está al borde de la quiebra y su hija ha sido internada en un centro psiquiátrico. Sandra acusa al poderoso empresario Edouard Laporte de ser el responsable de la situación. Decidido a encontrar el punto débil de este hombre para poder vengarse de él, Marco ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminas de ver la película, y el regusto es de una amargura infinita. Todo es sórdido, todo es oscuro y ninguna situación da pie a un mínimo relax para el espectador.

El film, bueno, no me queda clara una opinión definida sobre el mismo, por un lado lo entiendes más o menos, pero te hurta información, a veces te quedas un poco perdido, y claro Claire Denis no es ni David Lynch, ni Atom Egoyan, y la unión de piezas del puzle que propone, mas que fascinación provoca desconcierto y cierto caos.

También tanta sordidez bordea en exceso cierto amarillismo, en ocasiones creo que pretende ir demasiado hacia los bajos instintos, buscar el punto bestia y remover los aspectos zafios y desagradables de una historia de la que no te enteras demasiado, pero te temes lo peor.

Reconozco cierto estilo, cierta estética, una buena interpretación de Vincent Lindon, claramente incomoda, pero también tiene lagunas, momentos de confusión y discutibles decisiones narrativas.

Interesante.
zymu
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27 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tensa e inquietante película francesa, que mantiene la tirantez en condiciones óptimas durante todo el relato creando gran analogía para con el espectador; suave y delicada, fría y distante a la vez, penetrante en sus formas y atractiva en su devenir, exquisita delicadeza que se mueve a cámara lenta para explosionar en un final digno del título que lleva. Tristeza evocación de la venganza más pasional, turbio y sombrío proceder que oculta más de lo esperado, secretos familiares que matan al más puro de los corazones, exhibición pausada de un círculo de poder, delirio vengativo oculto y expuesto abruptamente a unos sensibles oídos huidizos de tanta maldad; todo ello aportando poca información, pocos diálogos y escenas muy concretas que te permiten estar tan perdido y seducido como nuestro protagonista y hacerte sus mismas preguntas, volverte tan loco y desesperado como él, afinidad encantadora que te persigue hasta el desenlace del relato. Justamente, esa forma de mostrar sólo retales, pequeñas piezas aisladas de una muestra que sólo es expuesta al final provoca la pérdida de muchos pasajeros interesados más en la visita turística, seguir los pasos de una guía pactada y concebida previo pago asegurado, interesados más en el adorno exterior, abultada fachada que entretiene sin contenido que expresa nada y quienes encontrarán difícil apreciar la lentitud y placer de recibir gota a gota, sin pausa ni premeditación comercial el contenido de un vaso cuyo deleite será gustosamente saboreado por el paladar. No es de las mejores piezas de precisión estética, falta profundidad en la motivación expuesta, más implicación teatral que aporte fuerza y rotundidad, pero la serenidad y fractura en el proceder de nuestro protagonista arrastra tu interés por el silencioso aullido de su frustrada desesperación; el estallido más evocador se realiza en medio de una agotadora pesadumbre que guía tus pasos hacia una maldita venganza incontrolada pero no tan obvia como fuera deseable; lírica inexpresiva que atrapa por su deseo incontralable de vocabulario que exprese sus rabiosas emociones, de palabras que permitan conocer su oscuro y tormentoso interior. Melódicamente apreciable por la no-rapidez, innecesaria necesidad de saturar de información, en detalles nimios que deja a tu descubrimiento personal.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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18 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es un intento fallido de cine negro modernizado y a la europea, con todos los ingredientes que se suponen a una historia de estas características: el antihéroe, el malo malísimo, la víctima inocente... El problema viene cuando intenta mostrar otras facetas de esos personajes, haciéndoles más complejos, y esos personajes, en lugar de volverse más cercanos y reales, se alejan del espectador y de la historia en sí.
La directora parece haber asumido la norma de que una buena historia debe ser descubierta por los espectadores, que estos asistan a las acciones de los personajes sin que la cámara les juzgue. Pero es incapaz de mostrar sin más dichas acciones, y acaba cayendo en la tentación de los recursos fáciles e inmediatos como forma (errónea) de generar interés; quizás porque no cree en la historia que está contando. Y eso se nota especialmente en un final demasiado brusco que deja con mal sabor de boca.
En resumen, una película no conseguida, en la que los "peros" acaban pesando más que los aciertos que, especialmente en la parte media de la cinta, aparecen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Veguista
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27 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, una perfecta demostración de que el cine francés, cuando no es redondo, también es más que interesante. Mucho que aprender de nuestros vecinos del norte, vaya. Aquí vemos una muestra de cine negro en la mejor tradición del cine clásico noir USA: trama confusa, personajes turbios, buenas interpretaciones, una pizca de misterio, dos partes de sexo, una de traición... Una combinación que gusta a los amantes del género, yo soy uno, y que no acepta, eso sí, mucho análisis argumental, ya que la trama es más que confusa, hay personajes que aparecen y desaparecen sin explicación alguna y las actitudes de los mismos son, cuando menos, inexplicables. Pero atrae, conste.
melchorin
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25 de marzo de 2014
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y ahí estábamos. En la Croisette, ni más ni menos. En el Festival de Cine de Cannes. No, en la 66ª edición del Festival de Cine de Cannes. Aquella en la que a la Sección Oficial a Competición le sobraban (literalmente) las grandes películas. Por la Palma de Oro había codazos, y patadas, y puñaladas. Faltaba espacio. ¿Y en la sección secundaria Un Certain Regard? Tres cuartos de lo mismo, aunque de manera un poco más relajada (lo cual, por otra parte, ya nos fue bien). Aquel año, Sofia Coppola, la por aquel entonces más reciente Leonesa de Oro de Venecia, fue la encargada de abrir fuego en la Debussy, Alain Giraudie jugó con la paciencia del mismísimo Thierry Frémaux y un tal Diego Quemada-Díez sorprendió a propios y extraños con su cruda e impactante odisea de la inmigración.

Estuvieran o no relegados a la sombra (en una especie de segundo plano que ya quisieran muchos ocupar), tanto los nombres de peso como los más faltos de pedigrí estaban rindiendo a un gran nivel. Todo parecía perfecto; todo funcionaba como un reloj suizo en el complejo del Palais des Festivals... hasta que apareció Claire Denis. Por mucho que siguiéramos en Un Certain Reagrd, por mucho que nos hubiéramos alejado del -brillante- amparo de la Competición, aquel certamen nos había demostrado que podíamos desactivar la alerta de ''la-ruleta-rusa'', pues nada en él parecía que iba a fallarnos. Mucho menos la veterana directora francesa, quien llegaba a la cita con una de las propuestas a priori más tentadoras de la cita. 'Les salauds' (para nosotros, 'Los canallas'... toma) llegaba con la promesa bajo el brazo de clavarnos a la butaca y perturbarnos con una estilosa historia de bajas (bajísimas) pasiones al servicio de obsesiones todavía más oscuras.

Máxima expectación, pues los factores apuntaban a que aquel (casi-indecente) empache de buen cine iba a prolongarse. Sin embargo, el soufflé empezó a desinflarse con las declaraciones previas a la proyección. Como suele ser habitual en las sesiones de tarde de la Debussy, el equipo de la película subió al escenario para darse un baño de -elitistas- masas, y para poner un poco en situación a la parroquia. Los aplausos, las risas y las miradas cómplices se sucedieron (la predisposición era buena, que conste en acta). En éstas que Madame Denis agarró con fuerza el micro y dio unas explicaciones (esto es lo que fueron) que afortunadamente no se tradujeron de su francés original. Feliz ignorancia. ''Hace aproximadamente un año, me reuní con Vincent [Lindon] en este mismo complejo en el que ahora nos encontramos y le dije que quería hacer una película con él. Corriendo. A ver si llegábamos a tiempo a esta 66ª edición.''

Y así fue. Con prisas, Claire y Vincent se pusieron manos a la obra. Y entraron, entraron... El problema es que, por mucha experiencia y tablas que hayan por medio, son pocos (sí, pensamos sobre todo en aquellos cineastas japoneses) los que pueden conjugar la calidad con el alto ritmo de producción. A Takashi Miike, quien por ejemplo firma unas tres o cuatro películas por año (hagan números...), le salen una o dos realmente buenas, lo cual ya es un excelente promedio. Otros, por lo visto, no son tan afortunados. 'Los canallas' es una película tocadísima (de muerte) por sus trepidantes circunstancias en la gestación. Todo en ella huele a dejadez, a descuido... pero sobre todo, a mucha prisa. Cannes quizás lo merecía (¿quién no se sacrificaría por estar ahí?), pero tal vez nosotros, pobres mortales, no.

Tirando de elipsis (y otros muchos saltos y atracos a mano armada a la lógica temporal), Claire Denis va sumergiéndonos (y confundiéndonos cada vez más) en una espiral de tinieblas que en el mejor de los casos produce desconcierto (con las consiguientes y desternillantes teorías fruto de la más frustrante incomprensión) y en el peor un tedio que es hijo, precisamente, de las razones ahora mismo citadas. Queda, al final de todo, la -sólida- sospecha de que tantas vueltas sórdidas están planteadas sólo para ocultar carencias. La antipatía que caracteriza a absolutamente todos los personajes de la historia (destaca, por encima de las demás, la de Michel Subor, quien demuestra, sin quererlo, que Joseph Ratzinger hubiera sido un excelente villano cinematográfico) se va contagiando poco a poco en el espectador, y la tan vitoreada propuesta visual de la parisina está mucho más cercana, guste o no a los incondicionales (que los hay, y muchos), al de las producciones televisivas más wannabe. Inquieta, desde luego, pero por razones accidentales. Porque en un momento de su vida, a una cineasta sobrada en lo que a prestigio y respeto se refiere, no le importó pasarse de canalla y le dio por ir con prisas... y permitir que todo lo demás dejara de importar. Llegó a la 66ª edición de Cannes, eso sí.
reporter
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