La cueva de los sueños olvidadosDocumental
7,2
3.039
Documental
Documental en 3D presentado en el Festival de Toronto 2010. Fue rodado en la cueva francesa de Chauvet, considerada como uno de los mayores tesoros de la humanidad: es una galería de arte natural con más de 400 pinturas rupestres de 32 mil años de antigüedad. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2012
27 de mayo de 2012
24 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un documental como “La cueva de los sueños olvidados” puede convertirse en el reflejo de su autor y al mismo tiempo proyectar su sombra en sus descubrimientos. Werner Herzog nos sitúa a su mismo nivel para ver, con todo lujo de detalles y en tres dimensiones, sus hallazgos dentro de la cueva de Chauvet gracias al permiso exclusivo que consiguió. Realmente nos desvela la otra cara del turismo ante los descubrimientos: ¿hasta qué punto debe ser un hallazgo arqueológico algo público? En el caso de las creaciones pictóricas más ancianas integradas y expuestas en su entorno natural únicamente quedaba una vía de conservación debido a sus condiciones especiales: la científica. Esa fosilización del instante llevó al cineasta a reflejar el interior en tres dimensiones para conseguir imitar sus sensaciones en su interior.
Herzog parece en cierta medida preocupado por hacer llegar al espectador el sentimiento de encontrarse en el interior de esa cueva milagrosa. Desea que ese milagro que sintió él sea revivido al otro lado de la pantalla. Lo prueba con todos los sentidos… El director reconoce que hizo su propio casting y se nota que quiere dejar su huella implícita. Parece querer buscar personajes que pudieran figurar y orbitar alrededor de toda su filmografía: un arqueólogo que tiempo atrás tuvo una vida como artista circense, un todo señor friqui vestido como un esquimal tocando una flauta de marfil y el himno americano, otro señor friqui que ejerce de nariz y que obviamente no huele a nada cuando le llevan allí (¿¡qué ‘narices’ iba a oler después 20.000 años!?), otro señor friqui haciendo su momento-homenaje a “Jackass” tirando una lanza (los caballos invisibles también mueren de risa) e incluso al propio Herzog mofándose en la cara del señor friqui anterior. Como ha podido observar la palabra (castellanizada) ‘friqui’ se repite anteriormente demasiado. Herzog parece buscar precisamente el contraste anterior: entre la profundidad, forma y fondo de la revelación y el misticismo con condimentos peculiares y humanos que puedan generar ciertas respuestas en los espectadores.
Y es que, desde ese ‘homo-espiritualis’ que se nos presenta hasta Mitch Buchannan y los pechos de esa nueva Venus de Willendorf llamada Pamela Anderson, la suma de contrastes es dispuesta por el propio Herzog. Incluso se atreve a visionar el futuro mediante la ciencia ficción a modo de epílogo: los cocodrilos albinos surgidos de la era nuclear dominarán el mundo y tal vez vean en DVD fosilizado y recuperado la silueta de Pamela Anderson en una playa con sus iris plateados. Queda el silencio… el silencio de estar en esa cueva, como si nosotros también fuéramos esas canonizadas imágenes. El silencio en una sala de cine (una representación con butacas de una cueva) es buen momento para recapitular, recapacitar y abstraerse… también para saber quién en la sala se ha quedado dormido y quién tomó su salida para no yacer nunca más allí.
Herzog parece en cierta medida preocupado por hacer llegar al espectador el sentimiento de encontrarse en el interior de esa cueva milagrosa. Desea que ese milagro que sintió él sea revivido al otro lado de la pantalla. Lo prueba con todos los sentidos… El director reconoce que hizo su propio casting y se nota que quiere dejar su huella implícita. Parece querer buscar personajes que pudieran figurar y orbitar alrededor de toda su filmografía: un arqueólogo que tiempo atrás tuvo una vida como artista circense, un todo señor friqui vestido como un esquimal tocando una flauta de marfil y el himno americano, otro señor friqui que ejerce de nariz y que obviamente no huele a nada cuando le llevan allí (¿¡qué ‘narices’ iba a oler después 20.000 años!?), otro señor friqui haciendo su momento-homenaje a “Jackass” tirando una lanza (los caballos invisibles también mueren de risa) e incluso al propio Herzog mofándose en la cara del señor friqui anterior. Como ha podido observar la palabra (castellanizada) ‘friqui’ se repite anteriormente demasiado. Herzog parece buscar precisamente el contraste anterior: entre la profundidad, forma y fondo de la revelación y el misticismo con condimentos peculiares y humanos que puedan generar ciertas respuestas en los espectadores.
Y es que, desde ese ‘homo-espiritualis’ que se nos presenta hasta Mitch Buchannan y los pechos de esa nueva Venus de Willendorf llamada Pamela Anderson, la suma de contrastes es dispuesta por el propio Herzog. Incluso se atreve a visionar el futuro mediante la ciencia ficción a modo de epílogo: los cocodrilos albinos surgidos de la era nuclear dominarán el mundo y tal vez vean en DVD fosilizado y recuperado la silueta de Pamela Anderson en una playa con sus iris plateados. Queda el silencio… el silencio de estar en esa cueva, como si nosotros también fuéramos esas canonizadas imágenes. El silencio en una sala de cine (una representación con butacas de una cueva) es buen momento para recapitular, recapacitar y abstraerse… también para saber quién en la sala se ha quedado dormido y quién tomó su salida para no yacer nunca más allí.
27 de junio de 2012
27 de junio de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el inicio del film, Hezrog nos cuenta brevemente qué es Chauvet: una cueva situada en Francia que contiene las más antiguas pinturas rupestres conocidas, así como otras manifestaciones de la vida del Paleolítico Superior. Sus palabras son profundas pero humildes e invitan a la reflexión sin imponer discurso alguno, siempre sugiriendo antes que señalando. Las magníficas imágenes exteriores de la cueva, acompañadas por dicha voz y guarnecidas por un acertado uso del 3D, están tomadas por una cámara que se balancea con suavidad conduciendo los curiosos ojos del espectador hacia el interior de lo desconocido. El resultado de todo ello es una belleza magistral que va mucho más allá del simple esteticismo y que consigue una profundidad tridimensional mucho más compleja que el mero espectáculo visual.
Herzog pretende transmitir con fidelidad las sensaciones experimentadas dentro de la cueva, y para ello no descuida detalle alguno. No solo nos permite explorar Chauvet hasta su último rincón, sino que además nos da un minuto para escuchar su silencio e incluso nos habla del olor que desprende (atención al personaje entrevistado especializado en perfumes). La experiencia es tan cercana que uno tiene que reprimir el impulso de incorporarse para acariciar las rocas pintadas.
Pero La cueva de los sueños olvidados no solo guarda su belleza en el interior de la cueva. En primer lugar está el exterior, fantásticamente dibujado de forma visual (excelentes tomas del bosque y río que rodean Chauvet; imágenes de ensueño conseguidas mediante el balanceo de un helicóptero teledirigido), así como también oralmente (otra vez la mencionada voz en off) y mediante un impecable tratamiento de sonido directo (cuidadísimo detalle que acompaña todo el documental). En segundo lugar, están los personajes, que gracias a las bien escogidas preguntas del director, desprenden profundidad y calidez. De este modo, Herzog no sólo busca su testimonio, sino que también despierta nuestro interés hacia ellos como personas independientes del contexto en que se encuentran (está el pasado de malabarista de uno de ellos, los - fracasados - intentos de tirar una lanza prehistórica tal y como lo hacían los neandertales de otro, las melodías sacadas de una flauta prehistórica por parte de un individuo vestido con ropajes igualmente prehistóricos...). Mención especial merece el empleo del 3D que, siempre al servicio de la película, saca el máximo jugo de cada plano sin que su evidencia resulte incómoda en ningún momento.
Por último, la conclusión de la película resulta conmovedora. Mencionar la vertiginosa (pero magnífica) sensación al comprender que Chauvert no es solamente una puerta hacia el pasado, sino un espacio multitemporal donde nuestro tiempo también quedará encerrado, un espacio donde en un futuro alguien descubrirá evidencias sobre la existencia de nuestro presente. Aquí es donde reside la verdadera tridimensionalidad de la película.
Herzog pretende transmitir con fidelidad las sensaciones experimentadas dentro de la cueva, y para ello no descuida detalle alguno. No solo nos permite explorar Chauvet hasta su último rincón, sino que además nos da un minuto para escuchar su silencio e incluso nos habla del olor que desprende (atención al personaje entrevistado especializado en perfumes). La experiencia es tan cercana que uno tiene que reprimir el impulso de incorporarse para acariciar las rocas pintadas.
Pero La cueva de los sueños olvidados no solo guarda su belleza en el interior de la cueva. En primer lugar está el exterior, fantásticamente dibujado de forma visual (excelentes tomas del bosque y río que rodean Chauvet; imágenes de ensueño conseguidas mediante el balanceo de un helicóptero teledirigido), así como también oralmente (otra vez la mencionada voz en off) y mediante un impecable tratamiento de sonido directo (cuidadísimo detalle que acompaña todo el documental). En segundo lugar, están los personajes, que gracias a las bien escogidas preguntas del director, desprenden profundidad y calidez. De este modo, Herzog no sólo busca su testimonio, sino que también despierta nuestro interés hacia ellos como personas independientes del contexto en que se encuentran (está el pasado de malabarista de uno de ellos, los - fracasados - intentos de tirar una lanza prehistórica tal y como lo hacían los neandertales de otro, las melodías sacadas de una flauta prehistórica por parte de un individuo vestido con ropajes igualmente prehistóricos...). Mención especial merece el empleo del 3D que, siempre al servicio de la película, saca el máximo jugo de cada plano sin que su evidencia resulte incómoda en ningún momento.
Por último, la conclusión de la película resulta conmovedora. Mencionar la vertiginosa (pero magnífica) sensación al comprender que Chauvert no es solamente una puerta hacia el pasado, sino un espacio multitemporal donde nuestro tiempo también quedará encerrado, un espacio donde en un futuro alguien descubrirá evidencias sobre la existencia de nuestro presente. Aquí es donde reside la verdadera tridimensionalidad de la película.
3 de agosto de 2012
3 de agosto de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá del tedio generalizado que genera todo el documental (disponen de poco material filmado y tenían que estirarlo al máximo) y de algunas escenas de relleno poco afortunadas considero este documental como todo un hito cinematográfico que debería de inspirar a muchos cineastas futuros.
Hay que ser conscientes que disponemos de un patrimonio científico de interés turístico tan interesante como frágil y exponerlo a hordas de turistas sería precipitar su deterioro. Pero ahora disponemos de una magnífica herramienta que es la filmación en máxima definición e incluso en 3D que nos va a permitir de disfrutar de la experiencia científico-turística desde una sala de cine y sin generar ningún tipo de impacto negativo. Es una maravilla!!! Además el director pretende en todo momento acercarnos a ese clima interno y hacernos "vivir" la experiencia incluso olfativa...
Si el cine es una manifestación artística de primera magnitud ahora puede convertirse en la herramienta de divulgación científica más extraordinaria. Atentos a visitar virtualmente desde las fosas marinas al espacio exterior pasando por el mundo cuántico que se gesta en los aceleradores de partículas.
Bravo por la inicitativa pionera de W.Herzog.
Hay que ser conscientes que disponemos de un patrimonio científico de interés turístico tan interesante como frágil y exponerlo a hordas de turistas sería precipitar su deterioro. Pero ahora disponemos de una magnífica herramienta que es la filmación en máxima definición e incluso en 3D que nos va a permitir de disfrutar de la experiencia científico-turística desde una sala de cine y sin generar ningún tipo de impacto negativo. Es una maravilla!!! Además el director pretende en todo momento acercarnos a ese clima interno y hacernos "vivir" la experiencia incluso olfativa...
Si el cine es una manifestación artística de primera magnitud ahora puede convertirse en la herramienta de divulgación científica más extraordinaria. Atentos a visitar virtualmente desde las fosas marinas al espacio exterior pasando por el mundo cuántico que se gesta en los aceleradores de partículas.
Bravo por la inicitativa pionera de W.Herzog.
26 de junio de 2012
26 de junio de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasa la vida y con ella el tiempo que todo lo oxida, pero de repente Chauvet buscando respiraderos de la tierra como el que busca trufas, da con un hallazgo sorprendente: las cuevas de su propio nombre, y de aquí que Herzog se deja impresionar por el nulo maltrato del paso del tiempo y se apasiona por esa cueva tan bien conservada, en las que son visibles tantas huellas de lo que aquello fue o supuso para el ser humano, otra de las bestias habitantes de la época.
30.000 años y la cueva virgen como la que más. Quizás hace 30.000 años o más mis restos biológicos no habrían visto la luz pero los abuelos de mis miles de abuelos allí estaban, decorando esas cuevas para fascinación del hombre del Siglo XXI.
El documental es sosegante ya que se basa en el respeto de lo que aquello debió ser, lo hace sabiendo transmitir al espectador la pasión, misterio y magia de esa cueva. Herzog filma la verdad de la realidad, usando el 3D para dar volumen y credibilidad a esas redondeces de las piedras que fueron aprovechadas para imprimir movilidad y volumen a las pinturas. 3D que recuerda a esas películas eróticas que te hacían sentir la profundidad y redondez de esas damas epicúreas, al igual que estas prehistóricas, fértiles, tan femeninas y voluminosas.
Yo también pienso que es la película que todo hombre habría querido hacer, pero para poder retratar esas pinturas hechizantes y saberlo transmitir, está el grande Herzog.
Pasa el tiempo, y el tiempo y más tiempo que el posiblemente imaginario, y ahí están intactas esas pinturas, esa cueva con la huella de sus moradores del tiempo pasado que quizás no fue mejor. Pero a forma de epílogo, Herzog nos recuerda las imparables leyes naturales e intocables de la evolución, a semejanza de esos cocodrilos albinos, evolucionados en Francia que viven al amparo de la contaminación calórica de una central nuclear a menos de 40 Kilómetros en línea recta de las cuevas de Chauvet.
30.000 años y la cueva virgen como la que más. Quizás hace 30.000 años o más mis restos biológicos no habrían visto la luz pero los abuelos de mis miles de abuelos allí estaban, decorando esas cuevas para fascinación del hombre del Siglo XXI.
El documental es sosegante ya que se basa en el respeto de lo que aquello debió ser, lo hace sabiendo transmitir al espectador la pasión, misterio y magia de esa cueva. Herzog filma la verdad de la realidad, usando el 3D para dar volumen y credibilidad a esas redondeces de las piedras que fueron aprovechadas para imprimir movilidad y volumen a las pinturas. 3D que recuerda a esas películas eróticas que te hacían sentir la profundidad y redondez de esas damas epicúreas, al igual que estas prehistóricas, fértiles, tan femeninas y voluminosas.
Yo también pienso que es la película que todo hombre habría querido hacer, pero para poder retratar esas pinturas hechizantes y saberlo transmitir, está el grande Herzog.
Pasa el tiempo, y el tiempo y más tiempo que el posiblemente imaginario, y ahí están intactas esas pinturas, esa cueva con la huella de sus moradores del tiempo pasado que quizás no fue mejor. Pero a forma de epílogo, Herzog nos recuerda las imparables leyes naturales e intocables de la evolución, a semejanza de esos cocodrilos albinos, evolucionados en Francia que viven al amparo de la contaminación calórica de una central nuclear a menos de 40 Kilómetros en línea recta de las cuevas de Chauvet.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A esta velocidad evolutiva: ¡¡¡Que poco nos queda!!!
11 de julio de 2012
11 de julio de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
144/26(29/06/12) Notable documental realizado por el polifacético y singular alemán Werner Herzog, un bello acercamiento a uno de los más grandes descubrimientos del SXX, la cueva francesa de Chauvet, donde un grupo de espeleólogos galos comandados por Jean-Marie Chauvet, lleva su nombre, sobre el río Ardeché en el sur de Francia, cerca del Pont D’Arc, encontraron por casualidad en 1994 las pinturas rupestres más antiguas de que se tienen constancia, unos 32000 años, asimismo hay huesos de animales ya extinguidos, curiosamente no hay restos humanos, mide 13000 metros de longitud. Las pinturas de animales ya extinguidos y otros aún existentes, es un reflejo del valle en el que vivieron estas personas, como mamuts, lobos caballos, osos de caverna, bisontes, rinocerontes y panteras, así como dos pequeñas figuaras humans, una es una mujer con los órganos sexuales maximizados, han llegado a nuestros días conservadas de modo milagroso casi como recienpintadas, gracias a un corrimiento de tierras hace unos 20000 años que selló la gruta. Herzog consiguió un permiso especial del Ministerio francés para filmar dentro, y es que su acceso está muy restringido, solo se puede permanecer dentro un par de horas por motivos de salud, pudiendo moverse únicamente por una estrecha plataforma. Herzog con un equipo de cuatro personas incluido él, lo hace con un par de linternas y una pequeña cámara de 3D para trasladarnos la sensación de los relieves naturales como parte de de los animales y así darnos la impresión que tuvieron sus creadores, esto y una mágica música de Ernst Reijseger (habitual de Herzog, ‘Rescate al amanecer’, ‘The White Diamond’ ‘The Wild Blue Yonder’). Herzog un amante de conjugar lo infinito de la naturaleza con la pequeñez del ser humano nos monta en una emocionante máquina del tiempo destino miles de años atrás, te introduce en la cueva de mano de este germano convirtiéndose en un evocador viaje al pasado, nos enteramos de las investigaciones que llevan a cabo allí, arqueológicas, paleontológicas y geológicas, se alcanza con la cinta un delicioso paréntesis en el tiempo, donde el arte rupestre resulta fascinante, casi podemos imaginarnos a estos enigmáticos personajes que quisieron dejar muestras de su paso por allí . (Continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Varios expertos desfilan por la pantalla, una galería de personajes que Herzog parece haber escogido para darnos un toque disfuncional, un arqueólogo que antes había sido trapecista, otro nos enseña en sus propias carnes como vestían, otro nos cuenta como creen cazaban, de este no puede resistirlo Werner y se ríe de él en cámara, otro nos muestra como tocaban música mediante una rudimentaria flauta de huesos, otro es un especialista en olfatear y pretende oler las paredes de la cueva, tipos de los que Herzog exprime para dotar de humor sus historias. Herzog nos regala un mágico espacio de tiempo en que nos colamos en un lugar que parece ser de encuentro entre diferentes generaciones separadas por miles de años, de hecho hay un dibujo superpuesto a otro que la prueba del carbono 14 demuestra que entre los dos es de 5000 años, quien sabe si dentro de 10000 años alguien visitará la cueva y descubrirá vestigios de los que han hecho el documental. Gracias al buen hacer del realizador las estremecedores figuras parecen tomar vida, hasta hay una especie dibujo con un animal con varias patas, algo que Herzog llama protocine, pues quiere emular el movimiento. El realizador tiene el ingenio de dejarnos a solas un minuto sin hablar y sin música para emitirnos el misterio y la lírica visual que brotan de las paredes, y es que Herzog nos transmite su pasión. Pero este sobre todo pretende decirnos lo poco que somos, que solo somos una gota de agua en el océano del tiempo, emana una conmovedora melancolía en el resultado final, remarcado en ese surrealista epílogo que nos viene a remarcar que el tiempo barrera a la humanidad tal y como la conocemos.Como tara que ponerle está que lo místico se pierde al salir de la cueva, se desequilibra, bajando enteros, se pierde el vínculo emocional con la cueva. Muy recomendable documental. Fuerza y honor!!!
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