El misterio de Silver Lake
8.723
Intriga. Thriller. Drama
En su apartamento de urbanización prototipo de Los Angeles, Sam (Andrew Garfield) anda por la vida muerto de aburrimiento. Ningún aliciente hasta ese día en que descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante, misteriosa y, de repente, desaparecida. Y aún hay mayores rarezas esperando a Sam, porque por el barrio anda suelto un asesino de perros...
9 de octubre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión: un pequeño bajón de Robert Mitchell
La película no es mala, tiene buenos y originales gags, infinitas referencias a la cultura popular, también ideas muy originales y una dirección hitchcockiana. En definitiva, tiene cosas muy buenas, si las agarras por separado. Al conjunto le cuesta sostenerse por dos errores:
1. Un desarrollo narrativo decepcionante después de tanto enigma.
2. Al espectador le da igual la chica. Apenas hemos estado con ella, y aunque nos intenten vender otra cosa, lo que sabemos es que al protagonista le pone cachondo, pero no hubo rastros de amor.
La película es curiosa, Robert sigue siendo unos de los directores más prometedores del panorama, pero estos errores le impiden ser un gran film.
La película no es mala, tiene buenos y originales gags, infinitas referencias a la cultura popular, también ideas muy originales y una dirección hitchcockiana. En definitiva, tiene cosas muy buenas, si las agarras por separado. Al conjunto le cuesta sostenerse por dos errores:
1. Un desarrollo narrativo decepcionante después de tanto enigma.
2. Al espectador le da igual la chica. Apenas hemos estado con ella, y aunque nos intenten vender otra cosa, lo que sabemos es que al protagonista le pone cachondo, pero no hubo rastros de amor.
La película es curiosa, Robert sigue siendo unos de los directores más prometedores del panorama, pero estos errores le impiden ser un gran film.
9 de enero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Logra crear una atmósfera tensa, recreándose en los momentos de intuición y desesperación de su atormentado y pasota protagonista. Lo vemos y sentimos cercano pero no convence el devenir de un guion pobre, con tensión pero sin sustancia. La otrora sensación de vinculación con los protagonistas en una acuciante trama desesperada no vuelve a nosotros a llamarnos. Los giros son sobrellevados con alegría sin sorprender, con enérgica vitalidad que conlleva calidad visual, pero sin crearnos las ansias de saber más, de seguir creciendo en esa histriónica vida, en eses devenires paradójicos. Eso si, cierto punto realista la aleja de elucubraciones sinsentido. Añade ese toque creíble que puede agradar a cierta parte del público.
20 de enero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La feroz cópula a tres bandas entre los hermanos Coen y Alfred Hitchcock, alcahueteada por un James Ellroy que en lugar de a la novela negra se hubiese consagrado al bloguerismo, salpimentada —por si supiese a poco— de más referencias pop que una tienda de cómics y con David Robert Mitchell —responsable de la brillante “It Follows” (ídem, 2014)— a los mandos da como resultado, no podía ser de otro modo, una bizarrada gloriosa.
Mezcla, en efecto, de “Rear Window” (La ventana indiscreta, 1954), “Vertigo” (Vértigo. De entre los muertos, 1958) —incluso el “score”, a cargo de Rick Vreeland, remite en ocasiones a las inolvidables composiciones de Bernard Herrmann— y “The Big Lebowski” (El gran Lebowski, 1998), la firma de David Robert Mitchell, cineasta que rebosa estilo, no queda diluida en absoluto, conformando un film de extraño atractivo, surrealista y tronado, que me atrevería a catalogar de "noir millennial". Muestra de lo último, concisa pero ilustrativa, es que el voyeur que en “Rear Window” se servía de unos prismáticos y del teleobjetivo de su cámara fotográfica para espiar a sus vecinos, recurre aquí —en compañía de su colega de canutos— a un dron comprado en Amazon. Es más, si aquél estaba de baja por un accidente laboral, éste es sencillamente un gandul sin oficio ni beneficio.
A ese respecto, Andrew Garfield compone un personaje de parentesco muy cercano — diríase hijo putativo— con el inolvidable “The Dude” —vertido al español como “El Nota”— que encarnara Jeff Bridges en la mencionada cinta de los Coen. El protagonista de “Under the Siver Lake” constituye un retrato bastante ajustado, ni mucho menos la caricatura a que parece invitar la psicotrópica historia, de toda una generación: (post) adolescentes de treinta y tantos, hedonistas y alérgicos a cualquier atisbo de responsabilidad. Semejante inútil deberá desentrañar la conspiración más delirante vista en años para encontrar a la mujer de sus sueños (lúbricos). De paso se pondrá pedo y echará tantos polvos como le sea posible —en rigor, lo intentará con la escasa constancia también inherente a sus coetáneos— o, en su defecto, se estrujará el salami con el ahínco que le falta al resto de facetas de su vida.
Hiperbólica hasta en su metraje, para el debate de sus seguidores queda la pertinencia de lo cual, así como la de un ritmo acelerado, próximo al descarrilamiento, por los que ha optado David Robert Mitchell en su tercer y alucinado largometraje. Personalmente, me quedo con la concisión y la cadencia calma, casi morosa, que imprimió a “It Follows”, pero creo encomiable la valentía del director para no apoltronarse en aquello que le ha reportado el éxito, atreviéndose a explorar nuevas vías creativas.
Mezcla, en efecto, de “Rear Window” (La ventana indiscreta, 1954), “Vertigo” (Vértigo. De entre los muertos, 1958) —incluso el “score”, a cargo de Rick Vreeland, remite en ocasiones a las inolvidables composiciones de Bernard Herrmann— y “The Big Lebowski” (El gran Lebowski, 1998), la firma de David Robert Mitchell, cineasta que rebosa estilo, no queda diluida en absoluto, conformando un film de extraño atractivo, surrealista y tronado, que me atrevería a catalogar de "noir millennial". Muestra de lo último, concisa pero ilustrativa, es que el voyeur que en “Rear Window” se servía de unos prismáticos y del teleobjetivo de su cámara fotográfica para espiar a sus vecinos, recurre aquí —en compañía de su colega de canutos— a un dron comprado en Amazon. Es más, si aquél estaba de baja por un accidente laboral, éste es sencillamente un gandul sin oficio ni beneficio.
A ese respecto, Andrew Garfield compone un personaje de parentesco muy cercano — diríase hijo putativo— con el inolvidable “The Dude” —vertido al español como “El Nota”— que encarnara Jeff Bridges en la mencionada cinta de los Coen. El protagonista de “Under the Siver Lake” constituye un retrato bastante ajustado, ni mucho menos la caricatura a que parece invitar la psicotrópica historia, de toda una generación: (post) adolescentes de treinta y tantos, hedonistas y alérgicos a cualquier atisbo de responsabilidad. Semejante inútil deberá desentrañar la conspiración más delirante vista en años para encontrar a la mujer de sus sueños (lúbricos). De paso se pondrá pedo y echará tantos polvos como le sea posible —en rigor, lo intentará con la escasa constancia también inherente a sus coetáneos— o, en su defecto, se estrujará el salami con el ahínco que le falta al resto de facetas de su vida.
Hiperbólica hasta en su metraje, para el debate de sus seguidores queda la pertinencia de lo cual, así como la de un ritmo acelerado, próximo al descarrilamiento, por los que ha optado David Robert Mitchell en su tercer y alucinado largometraje. Personalmente, me quedo con la concisión y la cadencia calma, casi morosa, que imprimió a “It Follows”, pero creo encomiable la valentía del director para no apoltronarse en aquello que le ha reportado el éxito, atreviéndose a explorar nuevas vías creativas.
21 de mayo de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si es que soy tonto o la película estaba hecha para perros o yo que sé. Sale gente y situaciones muy raras, a veces la película parece que es buena pero al de un minuto te dan ganas de pegarte un tiro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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26 de agosto de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me recuerda a cuando un estudiante de cine rico sale de la universidad y su padre mueve hilos, participa en dos o tres proyectos y ya se cree que es un gran director y puede "homenajear" a otros grandes del cine y hacerlo increíblemente bien. Película prepotente, con guión absurdo, lenta y aburrida. Los desnudos innecesarios, las escenas de sexo y la obsesión por las partes corporales de la mujer rozan lo patético. A la mitad la tuve que quitar . Realmente, amando este tipo de cine, no entiendo las críticas positivas. Además de todo esto, Andrew Garfield es una elección tan pésima como decidir echar paté en un yogur.
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