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Lunas de hiel

Drama Nigel (Hugh Grant) y su mujer Fiona (Kristin Scott-Thomas) son un matrimonio británico de crucero para celebrar su séptimo aniversario de boda. A bordo conocen a la atractiva y deshinibida Mimi (Emmanuelle Seigner) y a su marido Oscar (Peter Coyote), un norteamericano que está inválido en una silla de ruedas. Nigel empieza a sentirse atraído por Mimi, y Oscar, que se da cuenta, le propone que intente seducirla, pero antes le cuenta cómo ... [+]
Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
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8
25 de abril de 2020 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tenía un aire de frescura e inocencia, una mezcla casi desconcertante de madurez sexual e inocencia infantil que ablandaba mi corazón cansado del mundo y borraba la diferencia de edad que había entre ambos"

Magnífico guión, cómo convertir las fantasías de un varón heterosexual hacia la belleza femenina en una trama absorbente sobre entre otras cosas la aparente estabilidad que da el odio bien dosificado a las relaciones de pareja (y familiares?)
Muchos otros directores han tratado la fascinación del varón heterosexual maduro por la belleza y juventud femenina, unos con inteligencia y psicoanálisis (Kubrick, Buñuel) otros como patochada de dominio masculino (qué lastima la bochornosa "la taberna del irlandés en la brillante en general filmografía de Ford), otros empañando la calidad de obras como "El hijo de la novia" o "Luna de Avellaneda" (J.J. Campanella) y otros directamente con la bravuconería y chabacanería propia de la catetada hispánica (las pelis de Manolo Escobar, Martínez Soria o sus equivalentes italianos, turcos e hindúes). Perdón , al grano...

He tardado demasiados años en verla y me ha encantado, pero.....ESE FINAL!!! Explico en spoiler

Por cierto, aunque es un detalle menor, me ha sorprendido agradablemente tanto encontrar a Vangelis en la banda sonora como la juguetona selección de temas pop que jalonan la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Terminar con los dos matrimoniios en la fiesta de fin de año y las dos mujeres follando era un toque cínico y, para mi magistral, de una acertada ligereza: añadir ironía y aceptación de la liviandad de las relaciones y desdramatizar de una vez por todas la infidelidad y los celos, pero no...

¿Por qué joderlo todo con un trágico final de asesinato-suicidio a última hora después de años tragando quina?
dudo mucho que Polanski haya comulgado con un final moralista y facilón impuesto por la productora, pero entonces ¿porqué ese repentino brote de violencia final?
7
11 de agosto de 2024 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Polanski sabemos muchas cosas: Que es un director capaz de lo extraordinario: ahí están Chinatown o el Pianista. También sabemos que sus películas más “profundas” suelen salirle más flojas: el quimérico inquilino o el bebé de Rosemary son buenos ejemplos de que Polanski falla cuando se pone trascendente.

En lunas de hiel, nos topamos con el gran cínico que admiramos, envidiamos y extraditaríamos sin pensar si de nosotros dependiera. ¡¿Se puede ser más cabronazo?!

Y no lo digo por sus hazañas personales, de las que no soy gran entendido. Lo digo porque la luna de miel que le hace pasar a Hugh Grant a bordo del transatlántico con destino India y la renovación de un amor que a los 7 años está ya herido, si no muerto, desprende certero ingenio, desasosegante ironía y una mala baba que no se les conoce ni a las orugas procesionarias.

Con la factura de una peli erótica de madrugada, el genio de Varsovia nos regala una disección bizarra y puñetera del amor y del matrimonio en el que el despolle o descoño están asegurados. El caso es perder las nociones de sexo y amor.

No quiero contar mucho de la trama, pero que sepan que, entre hermosas tetas regadas en leche entera, hermosísimos traseros por los que cualquiera mandaría a la mierda a la parienta, imposibles escaladas sexuales de meritoria falta de orgullo y sensibilidad y una preciosssa (léase como Golum) historia de celos patológicos, Polanski nos acerca a la verdad de la monotonía, a la cobardía de la vida cómoda y rutinaria que todos hemos podido llegar a sentir con una pareja. También al furor de lo nuevo, de lo prohibido y lo salvaje.

Con un humor satírico, mordaz, hiriente y catártico, Polanski nos manda al rincón de pensar, donde nos descojonamos como hacía tiempo no lo hacíamos.

Todas las historias de amor empiezan igual. Aquí, una que termina reguleras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando Peter Coyote se disfraza de cerdo para darle picante al sexo ya consumido y Emmanuelle Seigner le recrimina que haya hablado y que así no se puede meter en el papel con cara muy seria, se me fueron los higadillos por la boca. ¡Qué jartada de reír!

Recomendable para gente que se sepa reír de todo un poco y de lo más importante, de lo que más.
9
28 de febrero de 2008 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una pelicula sorprendente de principio a fin. En la que los sentimientos se llevan a extremos casi de delirio; sobretodo el amor y el odio. La película viene a decirnos cuan débiles somos, como podemos cambiar nuestros sentimientos en un tris tras y convertir lo blanco en negro en un abrir y cerrar de ojos. Como en esta vida, los sentimientos mas arraigados se convierten con el tiempo en caducos.
Un guión redondo. En el estilo particular y muy repetido de la filmografía de Roman Polanski. Acompañado en un principio por la banda sonora de Vangelis y posteriormente, a lo largo de toda la pelicula de éxitos discotequeros de los años 80.
En esencia la película es díficil de digerir si no fuera por las dosis casi continuas de sensualidad que van apareciendo de manera escalonada para hacer que la amargura que es lo que domina verdaderamente toda la trama (como su título en ingles indica) no se imponga determinantemente sobretodo teniendo en cuenta la excesiva duración de la película.
Magnífica interpretación de los cuatro protagonistas, con mención especial de los dos masculinos. Peter Coyote, excepcional. Hugh Grant, en una de sus primeras peliculas, lo borda. Y el complemento de las dos bellezas para darle realce y sensualidad al film.
Y pasión, pasión, pasión...
8
16 de enero de 2011 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el señor Polanski tiene una característica en sus obras cuyo estilo propio más se deja entrever -nunca explícitamente mediante una estética acentuada-, es la de atosigar al espectador sumergiendo al protagonista en una pesadilla cuyas consecuencias serán previsiblemente funestas. En esta película no iba a ser menos, aunque para ello se sirve de una primera parte que pone en duda si esto va a ocurrir realmente. Claro que para ello está el desquiciado Óscar en su silla de ruedas (Peter Coyote), con su risa enfermiza y su aura decadente. Aunque el inicio tan evocador y tópico de las postales d'amour en París puedan hacer olvidar que esto es una película del brillante director polaco, la voz rota de Óscar siempre aparecerá para recordarnos donde estamos. Y más concretamente, una navaja de afeitar y unas gotas de sangre, lo lograrán completamente.

Y es que "Lunas de Hiel" es sádica y cruel. Y cuanto más avanza más. El amor pasional de Óscar pasa a ser un tormento insufrible, la dulzura de la bella Mimi (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una retorcida venganza, el hastío matrimonial de Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott Thomas) se tornará irrecuperable. Al igual que el magnífico Coyote, el papel de Seigner es clave en este declive, de adorable y preciosa joven inocente, pasando por la explosiva ninfómana hasta llegar a su terrorífico declive. Grant y Scott Thomas mantienen el tipo. Como dijo Roman Polanski, a él le gustan las elecciones previsibles para sus papeles. Especialmente Grant, cumple y punto, en su eterno papel. Ni se le pide más, ni se le espera.

Hay que achacar a la historia que el exceso de narración en flash-back de la línea argumental secundaria, en París -que realmente es la principal y protagonista-, la cual hace que se pueda perder el hilo e incluso interés por la principal con la joven pareja. Mantiene alto el interés, eso sí, saber cómo llegó la pareja a la decadencia de la que hacen gala en el crucero mediterráneo. Tampoco es que la estética ochentera que inunda la noche parisina, acompañada con música apropiada, haya hecho bien a la conservación fresca de la película, haciendo ciertos tramos muy pasados de moda.

Lo que si está claro es que la película no desmerece en calidad, su final cumple con las expectativas que va generando, algo que no siempre consigue el señor Polanski y el amargor final con la pareja joven pensando qué les ha pasado, habla mucho y muy profundamente acerca de este complicado tema de las relaciones de pareja.
8
21 de abril de 2011 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante un crucero, el personaje encarnado por Hugh Grant, se siente atraído por la mujer de un inválido (Peter Coyote). El hombre lisiado parece que acepta y hasta estimula una relación (aunque lo previene sobre el peligro de la mujer) y le exige antes asistir, meticulosamente, a un relato pormenorizado de su vida sentimental y sexual con la mujer. Para colmo el hombre es escritor y entonces se expide en verso, o por lo menos con frases de un pretendido valor literario (erótico, claro está). Hugh Grant, por momentos despavorido y tratando de tomar distancia no puede, con todo, escapar de lo que se presenta a sus ojos como un juego extremadamente perverso. Allí se entera de las incidencias de esa relación, con momentos de trato sadomasoquista en la pareja (por ejemplo, en una disco, Peter Coyote le dice a su mujer, que tiene un peinado nuevo, delante de unas amigas: -Me hace acordar al pelo de Rita;
-¿Quién es Rita?, contesta la mujer asombrada porque su memoria no le devuelve la imagen de nadie con ese nombre: -Rita, la perra de la vecina, es la sarcástica respuesta de su marido).
La película tiene dos partes, a mi criterio, una primera bastante lenta y por momentos insustancial en algún modo, con momentos bastante triviales pero, como otras películas de Polanski tiene el mérito de que su fuerza principal cae con todo sobre el sector final, mostrando que lo primero es un preludio que acentúa, aún más, el efecto sobre la parte en que se revela toda la trama, donde se recoge lo mejor del film. Hay escenas de erotismo fuerte, que quizá para algunos resulten desagradables. 8,5.
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