Las crónicas de Narnia: La travesía del viajero del alba

La Travesía del viajero del alba es un pobre ejercicio de imaginación. No emociona, no transmite emotividad y capta la atención del público con un uso del 3D esporádico y sin inspiración. La narración avanza a trompicones y con fallos de dirección. Tan sólo se salva la fotografía de los paisajes de Nueva Zelanda.

Y aunque entretiene a ratos les recomiendo, sinceramente, mejor léanse el libro. La película tiene la magia de un barco de juguete en una bañera, no parece un barco de verdad, ni proporciona mucho entretenimiento, excepto para los más pequeños.

“Las crónicas de Narnia” es una franquicia que ha ido de más a menos, al menos en rendimiento en taquilla, aunque casi se podría traducir en riqueza cinematográfica. Si la primera parte, “El león, la bruja y el armario”, sorprendió gratamente en 2005, cosechando la nada despreciable cifra de 745 millones de dólares en todo el mundo, “El príncipe Caspian” supuso una clara decepción, dado su ingente presupuesto (unos 225 millones), al conseguir “sólo” 420 millones. Para esta tercera parte se ha reducido claramente (150 millones), quizá temerosos de que la recaudación no sea suficiente. Para ello se prescinde de Weta Digital, la compañía de Peter Jackson, algo que, evidentemente, se deja notar en la magia digital (por ejemplo el dragón).

No obstante, se aplaude la apuesta por Michael Apted, director con oficio, que logra maximizar los recursos de que dispone. Pero lo que no puede hacer son milagros, y disponiendo de un guión bastante básico y rutinario, que se limita a proponer una misión tras otra para que Edmud “el Justo” (Skandar Keynes) y la carismática Lucy “la Valiente” (Georgie Henley) guíen, junto con sus amigos narnianos (entre los que destaca el gracioso ratón Reepicheep), la búsqueda del grupo de lores desaparecidos y sus valiosas espadas. A falta de los hermanos mayores, Peter (William Moseley) y Susan (Anne Poplewell), se les une el primo Eustache, un Will Poulter que resulta el más destacado de los actores, fantástico como incordio repelente y mejor incluso después, con brillante cambio de registro incluído.

Así pues, sin demasiadas emociones fuertes, y un potencial en 3D poco explotado, quizá no satisfaga a los espectadores más exigentes, aunque una vez más la fantasía, los efectos digitales y la aventura (con semejanzas a Piratas del Caribe), se postulan como una buena opción de tarde familiar de cine sin grandes pretensiones.

Tercera aventura en los mágicos confines de Narnia. Esta vez se deja la nieve y los bosques mágicos por los mares y las cuevas hechizadas. Y esta vez la aventura es protagonizada por los personajes de Edmund, Lucy, su primo Eustace y el príncipe (ahora rey) Caspián. La obra tiene un "rollo" a añeja y clásica aventura adolescente de magia y fantasía donde se surcan los mares, se buscan tesoros, se desentrañan hechizos y se experimenta la magia y las maldiciones de una tierra mística y fantástica... y por el camino se rie y se pasa bien con personajes divertidos y se aprende una moraleja "correcta" muy cristiana. Esta nueva entrega tiene un aire y semejancia a "Piratas del Caribe" (siendo incluso mejor que alguna de aquellas películas).

La película da exactamente lo que se sabe que promete (si se han visto las anteriores o se han leido los libros): aventuras mágicas para toda la familia en una tierra fantástica y moralina cristiana muy evidente y manifiesta (¡vamos!, que viendo "La travesía..." parece que en ocasiones una se está leyendo los Evangelios)...pero así era en la novela y así lo quiso su autor.

Son precisamente sus notorias e indudables analogías cristianas lo que hará que para un espectador "La travesía..." tenga un profundo y maravilloso incentivo que mejora el producto... o bien hará que otro espectador lo considere un desastroso y cursilón inconveniente que solo lo emperora todo hasta la nausea. Estas analogías pueden o no ser captadas por los infantes (de los mayores es la elección de si quieren o no acercar a los críos a esto o alejarles de todo lo que huela a religión).... pero independientemente de ello, la cinta es una aventura mágica que disfrutarán sin duda.

Porque para eso parece que se ha hecho esta película: para un disfrute familiar. No es tan profunda y oscura como podría haber sido, pero tampoco es un desastre infinitamente infantiliode. Quitando un pequeño puñado de frases en su comienzo, los diálgos nunca dan vergüenza ajena. Esta entrega tiene el mejor humor de toda la serie, el personaje de Eustace no es un incordio y resulta un soplo de aire fresco necesario, tierno y divertidísimo (el actor lo borda). Y los actores no son unos DeNiro pero cumplen con creces (sobre todo Barnes y Keynes). La cinta no es una obra maestra ni mucho menos, pero entretiene y se disfruta sin problema.

Es bastante más superficial que las anteriores (menos intimista que la primera y menos adulta que la segunda), pero es mucho menos pausada que sus predecesoras. Si bien las anteriores tenían un ritmo algo lento (e incluso aburrido) en algunos puntos, en "La travesía..." la progresión es continua. Siempre están pasando cosas y se avanza sin descanso con una evolución y un dinamismo de lo más agradecidos.

Los efectos no son nada del otro mundo y la estética pega un bajón respecto a sus predecesoras, pero tampoco es algo desastroso en ningún momento.

Lo mejor: Eustace...

Comienza con aires de oscurantismo bélico y separación post-uterina. Hay vida en el arte, el arte en movimiento, el cine redondeando y ‘enrelievado’. El 3-D se apodera de todas las salas pero éstas permanecen anamórficas y vacías. ¡Nadie quiere ir a Narnia! ¡Está hecha un cuadro! Ni siquiera un póster navideño con Aslan le ha dado mucha más vidilla a la cosa… ¿Le faltaba un gorro de Papa Noel como reclamo comercial? Disney huyó al ver ese conato de espanto porque los de la mega-corporación quieren taquillajes de escándalo y no se conforman con un par de cientos de millones de dólares de beneficios. Esta vez Aslan, pese aparecer menos que Schwarzenegger en “The Expendgaybles”, cobra el absoluto protagonismo de los carteles publicitarios… Cosas de marketing.

Aunque sí hay otros niños que sueñan con Narnia como escape a sus vidas pasajeras e insignificantemente mortales y plebeyas, repletas de crisis. Otros, ¡quieren volver a Inglaterra! Patriotismo enterrado en sueños monárquicos. Quién lo sabrá, quién lo sabe.

La inclusión de Michael Apted y esos amores entre niñas y ratas parlantes con niñatos quejicas y egoístas desemboca en aventuras en busca del tesoro humano… Por supuesto, sin Jack Sparrow ni una agradecida Pe (da lo mismo que estuviera Pre) esta Perla Blanca sin nombre va a la deriva. El objetivo se divisa desde el catalejo con copyright: niebla carpenteriana y en busca de espadas que sean capaces de romper un terrible hechizo que puede cubrir de tinieblas Narnia. Sin timón ni antagonista claro no hay botín ni entretenido festín.

Se intenta inflar la cosa con los siempre bienaventurados de temores y luchas internas. Lo peor de todo es que las frases de Eustace Scrubb, que despotrican sobre el universo de Narnia y su Faunia, acaban trasladándose y convirtiéndose en el pensamiento general de parte del público: en vez de Narnia parece una revisión en Los Mundos de Yupi.

Grandes frases:

«Nadie, repito, nadie me toca la cola. Punto y hablo en serio.»

«Esto es una maravilla, para ser un mapa de mentira de un mundo de mentira.»

Y es que hay que ser narniano e indocumentado o mentalmente enano para introducirse completamente en este mundo multicolor de amor y diversidad cultural, étnica, zoófila con sus guerras y conflictos generacionales y un señor de cuatro patas peludo, y natural de León, que practica la filosofía para darle sabor al asunto y donde hombres, bestias y demás especies hablan un único lenguaje. Que no sea el chino y los maleantes de allí no tengan bombas atómicas no resulta creíble en nuestros días. Mucho menos si no hay tabaco ni alcohol porque lo había hasta en Hobbiton.

Aslan dice tener un nombre en nuestro mundo terrenal. Yo creo que es Sanchez Dragó y por eso los niños, narnianos o no, dejaron de ir a las salas de cine a por su paupérrima ración de rugidos peludos y bichejos en patera con voz y patria. Una cosa es la fantasía y otra la ciencia ficción insultante por aburrida y chirriante.

Si no fuera que llevé a mi hijo a ver la película y me pareció inadecuado retirarme del cine a la mitad, lo habría hecho.
Los efectos y la animación en esta película sobran, pero falta lo más importante: creatividad y convencer al espectador de que se quede hasta el final con la promesa de que ocurrirá algo interesante. Los ingredientes son los mismos de siempre y los protagonistas son testigos con cara de nada a toda una sucesión de efectos de animación con los recursos de siempre, que ya no son novedad: dragones, islas donde supuestamente está el mal y que deben destruir y algún que otro personaje gracioso, como un ratoncito espadachín.
Lo que más me molesta es que siempre en este tipo de producciones mediocres intentan darle a la historia un fondo filosófico y trascendente queriendo otorgarle alguna solidez a la estructura del film; pero todo resulta de lo más banal e insustancial.
Si las butacas del cine son cómodas vaya a ver esta película, le garantizo una siesta fenomenal.