Saura(s)

Para aquellos que hemos apreciado la obra de un director original y talentoso (y, a veces, decepcionante) como Saura este documental se presentaba como una ocasión perfecta para conocer los entresijos personales y familiares del cineasta aragonés. Tras el visionado de la película, lo que queda es un retrato superficial, pura espuma; no sabemos si por la manifiesta y expresa resistencia del propio Saura a abrir su pensamiento y sus recuerdos o por la falta de ideas y recursos del director, pero lo cierto es que la película nada ofrece. Le falta pasión, conmoción, esfuerzo por sus protagonistas. Los hijos del cineasta (y el propio cineasta) van desfilando por la pantalla con una apatía y una desgana merecedora de haber mandado a la papelera este proyecto. Quizás otro gallo hubiera cantado si, a la manera de la antológica "El desencanto" de Chávarri, los vástagos de Saura nos hubieran ofrecido un retrato de su padre lejos de su presencia, obviando esas conversaciones breves e inútiles que esta película nos presenta. Y si algo queda de interés -sin ser quizás el propósito de sus protagonistas- es un retrato indirecto y no intencionado de una persona egocéntrica, despegada, empedernida y desmemoriada; y, además, un mal padre, sin duda, a la vista, no de lo que sus hijos cuentan, sino más bien de lo que se adivina que callan.

Si alguien intenta aproximarse a la obra del realizador aragonés más famoso después de Luis Buñuel, pierde el tiempo. Saura(s) trenza un bosquejo del director, siempre reacio a mirar atrás y a permitir que invadan su intimidad, con la ayuda de los hijos (7), que son quienes acaban de redondear un retrato forzosamente limitado y difuso del autor de Elisa, vida mía. Lo que sí queda de manifiesto es que Saura ha antepuesto siempre su trabajo (cine, fotografía) a todo lo demás, incluida la vida familiar. En este sentido, es más importante lo que se omite que lo que se expresa con palabras. Sus hijos lo saben, y así han tenido que aceptarlo. Lo que de verdad me gusta es el trabajo de Viscarret, que penetra literalmente en el rodaje para intentar diluir el hermetismo de su protagonista, al que en ocasiones se le adivina algo incómodo. Viscarret, desde detrás y desde delante de la cámara, fuerza las situaciones para extraer alguna confidencia, algo que humanice la fría disección de Saura de su vida y sus circunstancias. Es el autor lo que importa, no su obra, aunque por supuesto hay referencias a ella, pese a que a Saura "no le gusta hablar del pasado". Encomiable trabajo del director navarro, un paso adelante importante en su filmografía.
Imprescindible para estudiosos y admiradores de Carlos Saura.

Saura (S) es un largometraje documental dirigido y guionizado por Félix Viscarret en 2017, música de Mikel Salas, fotografía de Pedro J. Márquez, montaje de Javi Frutos y Antonio Frutos y producción de Luís Ángel Ramírez y Mario Dueño. La persistencia del realizador por llegar hasta donde el oscense Carlos Saura pretenda o quiera contar, tiene como toda buena intención resultados más que satisfactorios a partir de las incondicionales colaboraciones de los siete hijos que trajo al mundo junto a sus respectivas parejas: Mercedes, Adela, Geraldine y Eulàlia.

Viscarret desarrolla el hilo argumental asociado, o basado en ‘Elisa, vida mía’ (1977), un drama que tiene cierto paralelismo con el modo de entender la vida familiar de nuestro protagonista, asumiendo su peculiar forma de entender esas relaciones que en algún momento fueron causa y efecto en la creatividad del cineasta, situación que mantuvo y mantiene desde sus primeros éxitos como ‘La caza’ (1966) o ‘La prima Angélica’ (1974) dos ejemplos que se podrían ampliar a prácticamente la totalidad de su creación cinematográfica.

Al mencionar sus películas entre distendidas conversaciones con sus hijos Manuel, Adrián, Diego, Carlos, Antonio, Shane y Anna procuran ejercer el paralelismo entre sus anécdotas con los metrajes comentados partiendo de secuencias seleccionadas dormidas en el tiempo que vuelven a situar a Saura en los momentos concretos de las realizaciones de quien es querido y admirado en gran medida por su producción cinematográfica cercana a la cincuentena de películas, sin olvidarnos de su obra fotográfica y literaria, de lo que se da buena cuenta.

Félix Viscarret echa mano de escenas concretas que de alguna manera significaron aportaciones novedosas en la técnica entre anécdotas asociadas y recordadas sin dificultad en sus diferentes películas entre las cuales (además de las ya mencionadas) ‘Peppermint Frappé’ (1967) , ‘Ana y los lobos’ (1973) ‘Deprisa, deprisa’ (1981), ‘Carmen’ (1983) y otros tantos fragmentos oportunamente escogidos sobre las que Saura hace enriquecedores comentarios técnicos y creativos junto a curiosidades asociadas que marcaron los diferentes fragmentos proyectados y las influencias de algunos recursos utilizados en atrezzo de gran importancia en su filmografía.

En un momento determinado Caros Saura se siente apabullado por el “teregendenge” que le supone revisar parte del futuro legado en forma de amplísima documentación mostrada, no gustándole nada mirar atrás, siendo un hombre vital que entre su pasión por la fotografía y los “fotosaurios”, solo le preocupa “vivir el presente y proyectarse al futuro”, esa fue siempre su pasión por encima de todas las cosas. Estamos pues ante un excelente documental que con todo acierto hace los honores al maestro Carlos Saura.

Un documental no convencional en el que se entremezclan el cine y la vida, como en la propia vida de Saura, hasta producir un solo ente capaz de generar movimiento y pensamiento propio. Un acierto que los entrevistadores sean los hijos, pues lo que se consigue de esta manera es acercar al humano detrás del genio y, sobre todo, no tanto engrandecer la carrera de Saura sino buscar lo mismo que Saura busca en sus películas: algún momento íntimo y emotivo. Con la perseverancia de Viscarret, finalmente, se consigue alguna escena así, por lo que podríamos estar hablando de metacine.