El muelle de las brumas
7,4
1.996
Drama. Romance. Thriller
Un desertor del ejército francés (Jean Gabin), llega a Le Havre -una ciudad permanentemente envuelta en la niebla-, para huir en barco. Conoce a Nelly (Michèle Morgan) en Casa Panamá, un garito del muelle, y simpatizan de inmediato; ella es una joven de 17 años tiranizada por su tutor, Zabel (Michele Simon), un hombre extraño que mantiene tratos con un grupo de jóvenes que juegan a ser mafiosos. Uno de ellos acosa a Nelly, y Jean lo ... [+]
18 de enero de 2008
18 de enero de 2008
60 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque ensombrecida por la fama de la grandiosa "Los niños del paraíso", esta película permanece como uno de los máximos logros de Carné y una de las obras más representativas del llamado realismo poético francés.
La nocturnidad y la constante niebla que anega la imagen —no sólo exterior, pues el protagonista la sitúa también dentro de su cabeza— otorga a la película un carácter fantasmagórico que oprime los sueños de los personajes. Ellos quieren, o más bien necesitan intuir, detrás de las brumas, el fantasma de la libertad. Pero la realidad —la auténtica y extracinematográfica realidad de un mundo en conflicto abocado a la II Guerra Mundial— impone sin piedad sus razones, que no invitan al optimismo ni a la esperanza.
No sólo la ambientación refleja este clima de desasosiego. Cabe destacar las excelentes interpretaciones encabezadas por un gran Jean Gabin, sin olvidar tampoco lo que es propiamente la caracterización de los actores: la boina y la gabardina que luce Michèle Morgan permanecen en el recuerdo como imagen prototípica del film y de su época. Pero, por encima de todo, debe mencionarse la aportación a los textos del poeta Prévert. Sin ánimo de exagerar, creo que en unos hipotéticos Oscar a los diálogos más bellos jamás escritos para la pantalla, los de esta película serían, como mínimo, justos finalistas.
La nocturnidad y la constante niebla que anega la imagen —no sólo exterior, pues el protagonista la sitúa también dentro de su cabeza— otorga a la película un carácter fantasmagórico que oprime los sueños de los personajes. Ellos quieren, o más bien necesitan intuir, detrás de las brumas, el fantasma de la libertad. Pero la realidad —la auténtica y extracinematográfica realidad de un mundo en conflicto abocado a la II Guerra Mundial— impone sin piedad sus razones, que no invitan al optimismo ni a la esperanza.
No sólo la ambientación refleja este clima de desasosiego. Cabe destacar las excelentes interpretaciones encabezadas por un gran Jean Gabin, sin olvidar tampoco lo que es propiamente la caracterización de los actores: la boina y la gabardina que luce Michèle Morgan permanecen en el recuerdo como imagen prototípica del film y de su época. Pero, por encima de todo, debe mencionarse la aportación a los textos del poeta Prévert. Sin ánimo de exagerar, creo que en unos hipotéticos Oscar a los diálogos más bellos jamás escritos para la pantalla, los de esta película serían, como mínimo, justos finalistas.
18 de octubre de 2009
18 de octubre de 2009
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este filme, adaptación de la novela original de Pierre MacOrlan a cargo del gran Marcel Carné y del no menos grande guionista Jacques Prévert, asistimos al encuentro de un grupo de personajes sumamente atractivos, que constituyen el principal acierto de la historia.
Dicho encuentro tiene lugar en la barraca de Panamá, un local clandestino situado junto al mar, en Le Havre, y que se erige en refugio de unos seres que huyen, cada uno de algo distinto, y cada uno a su manera. Jean (Gabin) escapa de su deber como soldado, y encuentra en este curioso local la inesperada solidaridad de un borracho que roba licor en los muelles, un pintor con tendencias suicidas y la del propietario, "Panamá", que parece haber huído ya anteriormente, conformándose ahora con sus recuerdos. También en este lugar conoce a Nelly (Morgan), de la que se enamora, pero que al tiempo le involucra en un conflicto de celos con unos personajes de mala catadura.
La película posee un tono pesimista y ligeramente angustioso que nunca afloja, y que es perfectamente transmitido por los personajes anteriormente citados. Aunque no he leído la novela original, sí he podido leer otras obras de MacOrlan (entre ellas "La Bandera", también llevada al cine, como bien señalaba una crítica anterior), y por ello puedo afirmar que la adaptación ha recogido perfectamente ese ambiente canalla y algo sórdido que es común en dicho autor. El guión es soberbio, con gran carga poética, como es lógico en el caso de Prévert, que alcanza en esta ocasión un alto nivel, acaso sólo superado en la posterior "Los niños del paraíso", también con Carné tras la cámara.
La bruma, omnipresente al principio y al final del filme, así como en las secuencias nocturnas, refuerza esa sensación pesimista y sombría que ya incorporaban los personajes, todos ellos magníficamente interpretados. Por tanto, la estética escogida por Carné se ajusta perfectamente al tema central de la película, que se beneficia también de una cuidada puesta en escena, notable especialmente en la secuencia del local de "Panamá".
Por último, recordar a propósito de las huídas y solidaridades que caracterizan este filme, la que protagoniza el perro vagabundo, salvado al principio de la película por el soldado, y que por ello se mantendrá a su lado hasta el brumoso y agridulce final.
Dicho encuentro tiene lugar en la barraca de Panamá, un local clandestino situado junto al mar, en Le Havre, y que se erige en refugio de unos seres que huyen, cada uno de algo distinto, y cada uno a su manera. Jean (Gabin) escapa de su deber como soldado, y encuentra en este curioso local la inesperada solidaridad de un borracho que roba licor en los muelles, un pintor con tendencias suicidas y la del propietario, "Panamá", que parece haber huído ya anteriormente, conformándose ahora con sus recuerdos. También en este lugar conoce a Nelly (Morgan), de la que se enamora, pero que al tiempo le involucra en un conflicto de celos con unos personajes de mala catadura.
La película posee un tono pesimista y ligeramente angustioso que nunca afloja, y que es perfectamente transmitido por los personajes anteriormente citados. Aunque no he leído la novela original, sí he podido leer otras obras de MacOrlan (entre ellas "La Bandera", también llevada al cine, como bien señalaba una crítica anterior), y por ello puedo afirmar que la adaptación ha recogido perfectamente ese ambiente canalla y algo sórdido que es común en dicho autor. El guión es soberbio, con gran carga poética, como es lógico en el caso de Prévert, que alcanza en esta ocasión un alto nivel, acaso sólo superado en la posterior "Los niños del paraíso", también con Carné tras la cámara.
La bruma, omnipresente al principio y al final del filme, así como en las secuencias nocturnas, refuerza esa sensación pesimista y sombría que ya incorporaban los personajes, todos ellos magníficamente interpretados. Por tanto, la estética escogida por Carné se ajusta perfectamente al tema central de la película, que se beneficia también de una cuidada puesta en escena, notable especialmente en la secuencia del local de "Panamá".
Por último, recordar a propósito de las huídas y solidaridades que caracterizan este filme, la que protagoniza el perro vagabundo, salvado al principio de la película por el soldado, y que por ello se mantendrá a su lado hasta el brumoso y agridulce final.
26 de diciembre de 2015
26 de diciembre de 2015
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La base de la película es un libro de Pierre Dumarchais, autor que desconozco, que era un polifacético artista y miembro honorario de la Patafísica, como Arrabal, Ionesco o Genet, cuya definición es: "La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias " (Alfred Jarry). Sin embargo, esta película me recuerda a "El salario del miedo" más que a ninguna otra, por la atmósfera opresiva y el determinismo fatalista. Sería un nihilismo "agresivo" más que existencialismo pesimista francés ("La náusea" o "El mito de Sísifo") o el hiperrealismo absurdo de Ionesco. Está más cerca de Céline, que por muy amargado y ultraderechista que fuera, era un gran escritor. Porque aquí supongo que hablamos de valores artísticos , no de política, aunque a veces no lo tengo claro. Se ven puntuaciones altas a malas películas pero políticamente correctas. Las llamadas "necesarias" que en sí mimo constituyen ya todo un género.
Está muy bien escrita y la puesta en escena de Carné es muy buena. La película está muy bien rodada, iluminada y fotografiada. Jean Gabin es el mejor actor francés de la historia. Un animal cinematográfico. Alguien que nació para eso, según pensaba el gran Jean Renoir. Para mí es uno de los mejores actores "orgánicos" de la historia junto a Robert Mitchum. Su físico no es que fuera el adecuado para los papeles que interpretaban, es que eran el paradigma buscado por cualquier director que se precie. Junto a él, otro gran actor, Michel Simon.
Los giros argumentales de la película serían, para mí, el único punto débil de este gran film que busca una solución imaginaria ("patafísica") para sus asqueados personajes: el amor. En todo caso, es una gran obra del cine francés que cualquier cinéfilo debe conocer y admirar. Yo le daría un 8,5. Los que no la conozcáis, como era mi caso, disfrutadla.
Está muy bien escrita y la puesta en escena de Carné es muy buena. La película está muy bien rodada, iluminada y fotografiada. Jean Gabin es el mejor actor francés de la historia. Un animal cinematográfico. Alguien que nació para eso, según pensaba el gran Jean Renoir. Para mí es uno de los mejores actores "orgánicos" de la historia junto a Robert Mitchum. Su físico no es que fuera el adecuado para los papeles que interpretaban, es que eran el paradigma buscado por cualquier director que se precie. Junto a él, otro gran actor, Michel Simon.
Los giros argumentales de la película serían, para mí, el único punto débil de este gran film que busca una solución imaginaria ("patafísica") para sus asqueados personajes: el amor. En todo caso, es una gran obra del cine francés que cualquier cinéfilo debe conocer y admirar. Yo le daría un 8,5. Los que no la conozcáis, como era mi caso, disfrutadla.
10 de marzo de 2008
10 de marzo de 2008
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil ser objetivo con tu película favorita. La vi por vez primera hace 25 años en un ciclo de cine en la tele y me quedé totalmente prendado. La he vuelto a ver hace un año y me sigue fascinando.
Todos los personajes son verdaderamente impactantes (destacaría a Pierre Brasseur en su papel de malo infantiloide y por supuesto a Jean Gabin un verdadero bruto tierno y heroico,aunque los demás son reseñables).
La mayoría de las escenas quedan en el recuerdo con una cualidad emocional importante, por ejemplo el primer encuentro con Panamá y los demás en el Quai des Brumes, el encuentro con el macarra Brasseur en la primera cita con Nelly...)
Creo que a todos nos gustaría tener un quai des brumes donde escondernos y enamorarnos, encontrar a un amigo como Panamá que te da todo sin pedirte ninguna explicacion y por supuesto tener un perrillo como el de Jean.
Todos los personajes son verdaderamente impactantes (destacaría a Pierre Brasseur en su papel de malo infantiloide y por supuesto a Jean Gabin un verdadero bruto tierno y heroico,aunque los demás son reseñables).
La mayoría de las escenas quedan en el recuerdo con una cualidad emocional importante, por ejemplo el primer encuentro con Panamá y los demás en el Quai des Brumes, el encuentro con el macarra Brasseur en la primera cita con Nelly...)
Creo que a todos nos gustaría tener un quai des brumes donde escondernos y enamorarnos, encontrar a un amigo como Panamá que te da todo sin pedirte ninguna explicacion y por supuesto tener un perrillo como el de Jean.
5 de noviembre de 2009
5 de noviembre de 2009
20 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre brumas apareció, con su ropa de soldado, la seriedad en su rostro, buscando un nuevo camino. Confirmó que no le interesaba hablar mucho y se fumó un cigarro. Por salvarle la vida a quien se iba a convertir en un fiel amigo, un despierto perro callejero, me regala una inolvidable reflexión, sobre ese disparo que arrebata vidas ante algo que parece un simple juego de niños. Su mirada dice tanto como su personal voz y lo que no estaba dispuesta a aceptar tan fácilmente esta vez, me fue arrebatado en un instante. Entregaba toda mi atención y admiración al desertor. Ya no existía ninguna barrera entre nosotros.
Los placeres de la pobreza los representa la casa de Panamá, un viejo y austero local cerca del muelle donde cualquier alma perdida o arrojada es bien recibida si sólo necesita de su propia compañía. Allí estaba ella, esos preciosos ojos luminosos que atravesaban la ventana de la cocina del local. Donde él pudo alimentarse y deleitarse de esa bonita presencia. Mientras masticaba le hablaba con su propia rudeza del amor, del distinto lenguaje de hombres y mujeres... de la estimable falta de esos sentimientos. La miraba, le decía que como en el cine, la contemplaba y le gustaba, se enamoraba.
Ante un sobresalto protagonizado por un tosco y horrible hombre parece que ambos se pueden comprender, pueden disfrutar de unas horas de compañía, dos soledades unidas en un muelle oscuro, nocturno, difuminado en el horizonte. Esta joven dama, que no conoce el amor, el verdadero calor humano, junto al hombre que olvidó amar, olvidó su propio respeto.
No están solos en esta historia, no mientras el mundo siga siendo una bruma de hostilidad y soledades compartidas. Pues un pintor decidió que su vida en manos de otra persona sería tan valiosa como ese dibujo que nunca muestra la realidad en manos del autor pero fascina al visitante que lo descubre. Unos jóvenes con agallas como nombre pero sin valentía frente a la verdad, que persiguen un crimen. Un ogro que subsiste con su rancia voz y peculiar aspecto como lobo que se alimenta de la caperucita que representa Nelly. Todos ocultan un rastro, lo que parecen y lo que no son.
Un muchacho humillado por el desertor, abofeteado hasta que sus lágrimas se escapan por la ridícula situación que protagoniza... por qué olvidar a este joven.
Un barco, a punto de zarpar, una oportunidad para una nueva vida, lejos, muy lejos de ese lugar de paso, como el pintor que pinta ahogados cuando ve nadadores, ante el marinero que piensa en arte sin importar el motivo dibujado.
Un hombre, lejos de ser alguien, puede estremecer mi razón, mi alma, al abrazar con fuerza a esa muchacha, al amarla una y otra vez en una oscura noche, en un hotel cualquiera,
Los placeres de la pobreza los representa la casa de Panamá, un viejo y austero local cerca del muelle donde cualquier alma perdida o arrojada es bien recibida si sólo necesita de su propia compañía. Allí estaba ella, esos preciosos ojos luminosos que atravesaban la ventana de la cocina del local. Donde él pudo alimentarse y deleitarse de esa bonita presencia. Mientras masticaba le hablaba con su propia rudeza del amor, del distinto lenguaje de hombres y mujeres... de la estimable falta de esos sentimientos. La miraba, le decía que como en el cine, la contemplaba y le gustaba, se enamoraba.
Ante un sobresalto protagonizado por un tosco y horrible hombre parece que ambos se pueden comprender, pueden disfrutar de unas horas de compañía, dos soledades unidas en un muelle oscuro, nocturno, difuminado en el horizonte. Esta joven dama, que no conoce el amor, el verdadero calor humano, junto al hombre que olvidó amar, olvidó su propio respeto.
No están solos en esta historia, no mientras el mundo siga siendo una bruma de hostilidad y soledades compartidas. Pues un pintor decidió que su vida en manos de otra persona sería tan valiosa como ese dibujo que nunca muestra la realidad en manos del autor pero fascina al visitante que lo descubre. Unos jóvenes con agallas como nombre pero sin valentía frente a la verdad, que persiguen un crimen. Un ogro que subsiste con su rancia voz y peculiar aspecto como lobo que se alimenta de la caperucita que representa Nelly. Todos ocultan un rastro, lo que parecen y lo que no son.
Un muchacho humillado por el desertor, abofeteado hasta que sus lágrimas se escapan por la ridícula situación que protagoniza... por qué olvidar a este joven.
Un barco, a punto de zarpar, una oportunidad para una nueva vida, lejos, muy lejos de ese lugar de paso, como el pintor que pinta ahogados cuando ve nadadores, ante el marinero que piensa en arte sin importar el motivo dibujado.
Un hombre, lejos de ser alguien, puede estremecer mi razón, mi alma, al abrazar con fuerza a esa muchacha, al amarla una y otra vez en una oscura noche, en un hotel cualquiera,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
donde se descubre que las personas pueden comprender en el más bello de los actos que nos asolan, la compañía, el calor, la mirada mutua, el afecto que siempre les acompañará con un amanecer que se convertirá en el primer día del resto de su existencia. Pues los besos más apasionados son los que han decidido compartir en esos íntimos momentos, que hipnotizaban sin solución.
Pero todo, hasta la mañana más dichosa de una prolongada vida se puede truncar en un súbito desencuentro. La muerte... el asesino... el lobo.
Ese lobo que se muestra tan traidor como imaginábamos. Que duele, que se torna un odioso ser que convierte su amor en despecho, su joven ahijada es su pequeña pasión y él reconoce su fealdad como algo superficial, diciendo que ama como Romeo con el aspecto de un Barba Azul, cuando su fealdad se enraíza en su interior, en su más profundo yo, en lo que se percibe, en lo que el perro que nunca recibió un nombre pudo oler y ladrar.
El soldado debe huir a una nueva existencia, empezar de cero lo llaman algunos, pero en muy poco tiempo pudo recibir de esa niña más de lo que nunca creyó necesitar... una vez más... un último adiós... que sirve para salvarla de su ogro particular, que les permite aceptar una promesa, pensar en el día en el que todo tenga solución, en una próxima unión de almas perdidas que se reencuentran.
Pero cruel destino, ¿por qué disparaste de nuevo a matar? ¿por qué él, a quien ya había aprendido a amar? ¿por qué nos arrebataste lo que tanto nos costó encontrar? Las lágrimas se funden en este repentino adiós, las mías, las de ellos, almas de naufragio, separadas por el ego, el infortunio, el dolor.
No hay nada más peligroso que un hombre sin nada que perder, nada por lo que vivir y nada que probar.
Duele, mucho, pero nuestro desertor así se nos presentó, aunque un punto de luz encontró en el desierto camino que le guiaba por ese brumoso muelle, la muerte le esperaba como siempre, sin avisar. Otra vez la soledad.
Tanto me queda por decir de la película, pero prometí retenerla en mi mente hasta que a cambio de unos minutos de atención juntos la encontráramos como otro maravilloso recuerdo, nuestro, para nosotros, para nadie más.
Aquí la retengo conmigo para siempre aunque eso sea muy lejano, por toda una vida guardaré el secreto de amar a Jean Gabin, del nombre que le puse al perro, de la escena que más vibró en mi interior, de la frase que dijo con la que el témpano de hielo se deshizo en un instante...
Las crueles musas se alejaron sin destino fijo, no sabía dónde encontrarlas, pensé que se fueron detrás de ti, aunque no lo dijera, al contemplar mis frases escritas sin final, palabras perdidas por un precipicio. Sólo se escondían entre brumas, ahora una a una las voy atrapando, porque las necesitaba. Las lágrimas son el reclamo, al que ellas acuden poco a poco, en silencio. Tal vez sepan que es dura la soledad, y que una pequeña atención, una noche...
... todavía no conozco el final.
Pero todo, hasta la mañana más dichosa de una prolongada vida se puede truncar en un súbito desencuentro. La muerte... el asesino... el lobo.
Ese lobo que se muestra tan traidor como imaginábamos. Que duele, que se torna un odioso ser que convierte su amor en despecho, su joven ahijada es su pequeña pasión y él reconoce su fealdad como algo superficial, diciendo que ama como Romeo con el aspecto de un Barba Azul, cuando su fealdad se enraíza en su interior, en su más profundo yo, en lo que se percibe, en lo que el perro que nunca recibió un nombre pudo oler y ladrar.
El soldado debe huir a una nueva existencia, empezar de cero lo llaman algunos, pero en muy poco tiempo pudo recibir de esa niña más de lo que nunca creyó necesitar... una vez más... un último adiós... que sirve para salvarla de su ogro particular, que les permite aceptar una promesa, pensar en el día en el que todo tenga solución, en una próxima unión de almas perdidas que se reencuentran.
Pero cruel destino, ¿por qué disparaste de nuevo a matar? ¿por qué él, a quien ya había aprendido a amar? ¿por qué nos arrebataste lo que tanto nos costó encontrar? Las lágrimas se funden en este repentino adiós, las mías, las de ellos, almas de naufragio, separadas por el ego, el infortunio, el dolor.
No hay nada más peligroso que un hombre sin nada que perder, nada por lo que vivir y nada que probar.
Duele, mucho, pero nuestro desertor así se nos presentó, aunque un punto de luz encontró en el desierto camino que le guiaba por ese brumoso muelle, la muerte le esperaba como siempre, sin avisar. Otra vez la soledad.
Tanto me queda por decir de la película, pero prometí retenerla en mi mente hasta que a cambio de unos minutos de atención juntos la encontráramos como otro maravilloso recuerdo, nuestro, para nosotros, para nadie más.
Aquí la retengo conmigo para siempre aunque eso sea muy lejano, por toda una vida guardaré el secreto de amar a Jean Gabin, del nombre que le puse al perro, de la escena que más vibró en mi interior, de la frase que dijo con la que el témpano de hielo se deshizo en un instante...
Las crueles musas se alejaron sin destino fijo, no sabía dónde encontrarlas, pensé que se fueron detrás de ti, aunque no lo dijera, al contemplar mis frases escritas sin final, palabras perdidas por un precipicio. Sólo se escondían entre brumas, ahora una a una las voy atrapando, porque las necesitaba. Las lágrimas son el reclamo, al que ellas acuden poco a poco, en silencio. Tal vez sepan que es dura la soledad, y que una pequeña atención, una noche...
... todavía no conozco el final.
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