Una comedia muy del montón como OCHO APELLIDOS VASCOS llevó en tropel al cines a todos los emborrachados seguidores de Telecinco, que machacó a sus espectadores con técnicas más propias de The manchurian candidate. El resultado: la película más taquillera del cine español. Como entretenimiento tenía las mismas virtudes que echarle migas de pan a las palomas en un parque. Las neuronas, cual electrones en las cabezas de algunos, tienen estos resultados. Vale. Comedia blanca y pobretona con guión de manual y actuaciones pasables. Esto no es humor zafio como el de Torrente, pensaría la gente. Ojalá le hubiese llegado a la altura de la suela de sus zapatos.

Vinieron los Goya. Hubo premios para la película. Y los premiados se olvidaron de meter dentro de los agradecimientos a los guionistas... Craso error.

Fin de la primera parte. Ahora viene OCHO APELLIDOS CATALANES. Me obligo a ir con los amigos. Y me digo ¿es esto la venganza de los guionistas ninguneados de la primera película en los Goya o directamente no hay guión? No digo que la película no tenga gracia, que no la tiene, es que parece un episodio de transición de cualquier teleserie española, con gritos y chascarrillos tan naturales como el carisma de José María Aznar.

Recomiendo a todo el mundo que vaya al cine a ver esta joya, excepto a los pirómanos.

Entiendo que en este país no se lea. Entiendo el resultado de las elecciones. Entiendo el éxito de los monólogos patrios. Entiendo la historia. Si esta es la película más taquillera del cine español lo entiendo todo.

No fui a verla al cine. El taladro de Telecinco no fue efectivo en mi cerebro. Pero mis amigos querían ver la segunda parte, o lo que sea, y para ponerme a tono vi la primera película. Si tenía pocas ganas de ver OCHO APELLIDOS CATALANES el visionado de los VASCOS me dejó aún más por los suelos.

Señores, no hay un 0 para puntuar esta película. Supongo que el hecho de ver a personas decir palabras por sus bocas en una pantalla ya merece un 1. Pues eso, un 1.