Aviso a navegantes: esta película solo habla de momentos importantes. Es sincera, y se trata sencillamente de la historia de un chico de 16 años y una chica bastante mayor.

No es una comedia romántica con tránsitos sobre el día a día de sus personajes, en el que vemos como el chico se despierta cada día a las 6.00, se lava los dientes y se viste para ir a clase, o como la chica se pelea con sus hermanas cada mañana para usar el baño y luego desayuna corriendo para coger el bus.
(¡Ojo!, que no porque estén estas escenas sería una mala película)

Solamente vemos los momentos clave para que una relación se dé o no. Si no te dan una información es porque no necesitas saberla. No aportará nada a la historia entre los dos protagonistas. Ni el contexto (años 70), ni los personajes secundarios (famosos de Hollywood), ni siquiera el tiempo que pasa, son relevantes en sí, únicamente están para entender lo que significó para esta historia de amor.

Por lo menos esta película no te engaña en ese sentido. Sí bien, por ejemplo, los personajes secundarios sí que aportaron su granito de arena y son valiosos en cuanto al momento vital que vivieron nuestros protagonistas (y para disfrutar como espectador), no te pone con calzador diálogos innecesarios de secundarios, por ejemplo, dando consejos a un chico adolescente sobre lo que la vida le traerá.

Me sorprende que este detalle sobre la narración esté tan mal visto. El otro día vi por primera vez Golpe en la pequeña china de John Carpenter y tuve la misma sensación. Disfruté muchísimo. Los personajes salían de la nada y no sabías porque, pero no te importa porque su función no es que sepas por qué está allí ni su historia milenaria (rollo mundo Marvel) sino que solo sirve para que los protagonistas lo venzan, sobrevivan, y lleguen a la siguiente sala. Pues en Licorice pizza lo mismo.

Bajo mi humilde punto de vista, es de agradecer una historia explicada así, por no comentar los aspectos técnicos, el trabajo de los actores o la banda sonora, que son evidentemente una maravilla, como siempre con Paul Thomas Anderson.