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Críticas de ElMundoTengoDelante
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
10
14 de agosto de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los misterios insondables del Arte es cómo puede variar según el ente receptor; incluso dentro del mismo ente, según la hora del día en que es recibido; según su momento vital o según averigüe usted qué. Me resulta particularmente curioso ver que una misma obra puede pulsar con firmeza y afinación unas cuerdas, y en la persona siguiente, con formación similar a la primera, causar los efectos contrarios.

Ahora bien:

Supe de esta película porque una chica vallisoletana, amiga de un compañero de piso, vino de visita a Madrid. Ella había visto la película en la Seminci, y quería volver a verla en (casi como siempre) las salas Alphaville, en su estreno comercial. Nos citamos con ella a la salida del cine (ella nunca nos invitó a ver la peli juntos, porque después entendí que no es una película que se pueda recomendar a cualquiera). Allí vimos que casi toda la gente que salía del cine lo hacía con la cara anegada en lágrimas, ella incluida. No, no es usual que el 95% de la audiencia se conmueva de esa manera. Supe que entonces que tenía que verla.

1. Decir que lloré sería quedarse muy corto. Y nada que ver con esa supuesta pornografía emocional que he leído por aquí, nada que ver con películas del tipo "Cafarnaúm"; ni hablar. Cuando alguien como Jean-Claude Lauzon te habla de sí mismo, cuando se muestra a sí mismo como el más miserable miembro de su miserable mundo, no puede ser un pornógrafo.

2. Hubo un tiempo, en que a modo de integrantes de una hermandad secreta, los cofrades de la misma nos reconocíamos mutuamente cuando, al preguntar algo tan inocente como "¿Has visto una peli que se llama Léolo?" la respuesta era no solamente afirmativa sino contraseñal, a veces del tipo "Parce que je rêve, je ne le suis pas...". Reconfortaba mucho encontrar a otros hermanos, a esos seres con los que poder hablar de ciertas cosas y ser comprendidos. Éramos miembros de Leólicos Anónimos. Si alguien, por ejemplo, quería pasar a mayores con otra persona, era requisito imprescindible que fuese leólica (también cabía la conversión ceremonial, claro). Años más tarde, me casé con una mujercita preciosa, leólica conversa, que cuando quiere decirme algo especialmente cariñoso, me susurra "Mi Italia...".

3. Cuando después de verla docenas de veces, todavía crees que Léolo acabará sus días, feliz y pleno, en Italia, en esa Italia tan bonita que no puede pertenecer solamente a los italianos.

4. Cuando años después, publicada por Ediciones Doctor Domaverso, por fin conseguí leer "El valle de los avasallados", y comprender tantas y tantas cosas, y seguir sin entender mil otras.

5. Cuando una de las mejores librerías de Valencia se llama "Léolo", y que en una de sus paredes reza la misma frase que, en momentos de continuidad, sonó durante años en el programa "La estación azul" de RNE, una frase que comparten novela y película, con la voz española en off del film: «Lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga que hay más vida de la que pueda abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar.»

6. Porque siempre que la veo no puedo evitar acordarme de "Equus". Hay mucha gente que no ha entendido que el tema central es el mismo.

7. Porque es la historia de un alma sensible en un universo hostil; es más, hostilmente hereditario, y eso debiera sonarnos mucho a la mayoría.

8. Porque aún, y seguramente por siempre, todavía algunos rebuscan entre la basura pequeñas perlas de Poesía.

9. Porque una película es INMENSA si uno no tiene tiempo de fijarse en interpretaciones actorales, ni en fotografía e iluminación, ni en montaje, ni en el guión, ni tan siquiera en la música (dicho sea de paso, por una de las mejores bandas sonoras de la Historia del Cine, donde suenan gentes tan especiales como sor Marie Keyrouz o como The Tallis Schollars, aparte de otras joyas algunas más conocidas que otras).

10. Porque me adhiero a ver, otra vez, otra vez más, esta película con el usuario Travisloock, volando cerca del sol cuando los rayos ya queman. Me gusta la idea calderoniana de apurar (cielos) y pretender; sin embargo, yo no diría tanto como que es LA MEJOR PELÍCULA DE LA HISTORIA (sobre todo cuando me faltan tantas y tantas películas por ver); pero sí que digo que es, de largo, mi película preferida. Porque es la que, de largo, más hondamente ha sabido tocarme.
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10
27 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo ver esta película por vez primera una lejana Nochevieja, teniendo yo ventipocos años, en que me dio por no salir y quedarme en casa viendo alguna peli que emitiesen en TV. Esa noche debí comerme más uvas de la cuenta porque el año nuevo empezó por todo lo alto.
En los treinta años que han pasado creo haberla visto un par de veces más y justamente hoy. Sí, más o menos cada diez años.
¿El resultado? Pues como dice el títulillo de la crítica:

Una vez más, los pelos de punta.
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10
13 de agosto de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corrían tiempos en los que, a las 3 de la tarde, en Radio 3, en el magnífico programa Diálogos 3, el admirado Ramón Trecet (casi don Ramón 3et), al despedir cada programa recomendaba, a modo de único mandamiento aquello de «Recordad... Buscad siempre la Belleza... Es la única cosa que siempre recompensa en este (...) mundo». En aquella época, también repetía que él se afeitaría la barba si algún impensable día Michael Nyman conseguía actuar en Madrid. (Y lo cumplió.)

En aquellos tiempos, Nyman era una especie de talismán. Había que seguirle la pista contra viento, contra marea, y si falta hubiere hecho, contra Alfonso Guerra. Así que cuando al salir del cine (de ver ahora no recuerdo cuál peli), en los Alphaville de Madrid, recogí aquellos estupendos folletos en los que anunciaban nuevos estrenos, vi que estaba en ciernes la proyección de "El marido de la peluquera", con música de Nyman. Solamente con eso, sin necesidad de más datos, aquella película había que verla.

Y la vi... Al salir del cine y llegar a casa, metí en un sobre el folleto de la película, y lo envié a mi mejor amigo, que vivía en otra ciudad, con una única frase manuscrita: «¡¡¡Tienes que verla!!!» Mi amigo, que era ya un gran crítico en ciernes como años después demostró con sus más de mil artículos en prensa especializada, a las pocas semanas me remitió una muy extensa carta en la que me agradecía encarecidamente mi recomendación y en la que pormenorizaba y exponía detalles, sensaciones, reflexiones y razones. Lo que mejor recuerdo de aquella carta fue el título:

«Magia.»

No le faltaba razón. Esta película no es una película. No desde luego una al uso. No es del tipo de películas que solemos ver. Yo mismo, en ocasiones, he salido indignado del cine cuando lo que he visto no me ha parecido verosímil, cuando lo que he visto ha querido tomarme el pelo. Pero eso, reconozco, que ha podido ocurrir cuando la narración no me ha atrapado.

Entiendo que esta película no guste a muchos, incluso a la mayoría. Claro que lo entiendo. Porque hay filmes en los que no se sabe muy bien qué se pretende contar, o en los que directamente no nos gusta lo que nos están contando; pero que si nos gusta el "cómo", el "qué" ya no es tan importante. Ahora, por ejemplo, (me) ocurre con el cine de Malick, con el de Lynch, con el de Sorrentino... Si la forma me atrapa, el fondo ya me preocupa menos.

No podemos esperar que nos cuenten un cuento, o un relato, o una novela, o que nos representen un drama si, en realidad, nos están recitando un poema. Cuando el poema es bueno, y cuando la voz que lo recita honra la mejor rapsodia, entonces importará poco lo prosaico.
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9
29 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer la vi por primera vez en pantalla grande. Tengo que confesar que en su momento esta película se me pasó, seguramente por puro despiste. La vi después varias veces en formato doméstico. Quizá hayan pasado quince o veinte años desde la última vez, así que había olvidado casi todos los detalles.

A lo que vamos, ayer, en la Filmoteca de Barcelona, arranca la proyección con créditos que recuerdan formalmente (me barrunto que para acentuar un mordaz tono épico) a los de Star Wars, aunque sonoramente cambiando a John Williams por José Nieto. Desde ese mismo momento y hasta el final del film la misma sensación:

La evidencia física —necesaria o contingente, qué más da— en forma de humedad vítrea enrasada pero que no se atreve a vertir en lágrima. Una certeza que no quiere caer, como si se resistiese a la confesión.

No hay duda.

Me estoy haciendo viejo.
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9
11 de agosto de 2020
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Al contrario que mi compañero reseñador, yo no he esperado algunos meses para volver a ver la película, con la intención de contrastar sensaciones. Han sido pocas semanas. Y mis sensaciones siguen siendo magníficas.

Ciertamente, lo poco que conocemos del cine húngaro invita de algún modo a pensar que esta película sería una intensa, obsesiva, y sobre todo lenta, muy lenta, lentísima reflexión sobre, a juzgar por el título, la Poesía. Pero nada de eso. Es una película fresca, saltarina, juguetona sobre mil aspectos vitales, y no siempre meramente estéticos, aunque la película sea artísticamente un sorpresón de lo más agradable. Si os gustó, por ejemplo, Mr. Nobody y/o High Fidelity, esta peli tenéis que verla, débeis verla.

CINE DE AUTOR con mayúsculas. Un guión más que redondo; un diseño de producción sobresaliente; un montaje soberbio, trabajadísimo, como la sílaba tónica del excelente guión; una música que, sin ser protagonista, y ni falta que le hace, nos acompaña hasta hacernos sonreír más de una vez y más de dos; una fotografía que sirve de contraste, hasta con insistencia, entre las diferentes escenas/recuerdos/estados anímicos del protagonista... La veré más veces, seguro. Y cuando la vea notaré nuevos detalles, entre los muchos que pueden resaltarse (en la zona spoiler comentaré alguno); porque sigo teniendo la sensación de que esta película es mucho más simbólica de lo que parece tras dos visionados.

En esta misma plataforma he leído alguna vez que, en ocasiones, hay escenas que justifican la existencia de una película, incluso la existencia de una carrera. Esta película no necesita paliativos de ese tipo, pero sí que tiene un ramillete de escenas brillantes y una, sobre todo una, que justifica el nacimiento de Gábor Reisz.

Querido Gábor, te has convertido en un magnífico narrador de la Ternura.
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