Gran serie, de una gran personalidad. De ritmo lento, atmósfera cargada y estética muy depurada. Ineludiblemente evoca a David Lynch en más de un aspecto; aunque sin llegar al nivel de misterio intrínseco de este (Carnivale es más explícita y, por esta razón, menos terrorífica), gana en otros elementos como la consistencia de la trama y la profundización en los personajes.

La combinación de temas en apariencia poco compatibles (brujería y espiritismo, mundo circense, América profunda post-depresión...) y su maestría en combinarlos, unida a lo antes mencionado, la convierte en un producto redondo de, sobre todo, una gran calidad cinematográfica. La fotografía, música, guión e interpretaciones son absolutamente irreprochables.

Respecto a su prematura desaparación, lo cierto es que las principales tramas concluyen al fin de la segunda temporada de una forma satisfactoria. De hecho, y vistas las nuevas que se abren en los últimos minutos como planteamiento para futuras temporadas que no se realizaron, cuesta creer que el listón pudiera mantenerse tan alto. Razón adicional para no perderse lo que se hizo de esta serie.

Altamente recomendada.

Posiblemente, la mayor rareza creada para la televisión. Capítulo piloto sublime y magistral, primera temporada soberbia y segunda temporada insultante, sobre todo en relación a lo previo (otro asunto sería si lo peor de esta serie no le saca varios cuerpos de ventaja a lo mejor de otras hasta ese momento).

Por encima de todo lo demás, momentos y personajes que ya han pasado a la historia del cine y la televisión y al imaginario colectivo.

... ¿Ha sido creado alguna vez algo tan inexplicable, profundamente aterrador y psicológicamente insoportable como Bob?

Obviemos las inevitables (mínimas) concesiones al gran público, los casi ridículos efectos especiales (muy pocos), la estética inequívocamente ochentera (presente sobre todo en los peinados de algunos secundarios) y nos queda lo siguiente: una representación contenida, de una exultante y violenta belleza plástica, de la búsqueda –involuntaria dentro de la ignorancia intrínseca al protagonista– del uno mismo libre de cualquier carga, culpa, moral o atadura de cualquier tipo, con claras reminiscencias del súper-hombre de Nietzsche (versión bárbara y pre-monoteísta). Nos queda una serie de (mini)diálogos certeros, acertados y profundamente incorrectos políticamente. Nos quedan algunas de las mejores secuencias jamás recordadas de jinetes (ya apuntadas por John Milius en El Viento y El León), sin necesitar batallones inmensos recreados artificialmente. Nos quedan algunas soberbias interpretaciones (toda la de James Earl Jones y, en lo plástico, un apabullante Schwarzenegger). Y nos queda, sobre todo, la más potente, épica y bárbara banda sonora en décadas, compuesta por un Poledouris que, en la senda más Wagneriana (como lo es la película), se saca de la manga unos Carmina Burana de una época prehistórica e irreal. En conjunto, una inteligente, arriesgada y estéticamente impactante película disfrazada de simple filme de aventuras que atesora algunas de las más bellas conjunciones de imagen y música dirigidas a la plasmación de una dionisiaca épica sobre la que Zaratustra revolotea, desde la frase inicial hasta el ocaso de los dioses a manos de un anti-héroe bárbaro.

Nota de nueve porque el primer capítulo es de diez, y además lo pondero sobre los demás para calcular la media... La visita a Pasolini en moto y con Keith Jarrett al piano consigue modificar la duración de eso que llamamos segundos y minutos.
Alguna secuencia aislada del muy bueno y divertido segundo capítulo, como el cadencioso paseo con buque surcando la hierba, sincronizados ambos con la música.
Del tercer capítulo, tan solo diré que, a diferencia del primero y de parte del segundo, entra dentro de lo que se considera posible para un mortal, cinematográficamente hablando.
Si el cerdo hace oink, oink, el pato cuack, cuack y la jirafa no sé... ¿Cómo (lo) hace Moretti?

Esto es otra cosa. Sí; está filmado con una cámara, hay una serie de gente que actúa delante, una persona que dirige todo, luego se exhibe en salas de cine, sale en DVD... Pero no es una película. Porque yo he visto muchas: malas, buenas, buenísimas, regulares, obras de arte, obras maestras... Y esto no cabe en ninguna de esas categorías.
Así que no sé si es una buena o mala película. De lo que no me cabe duda es de que, sea lo que sea, merece una puntuación de 10.