El director me pareció respetuoso en el tratamiento de los conflictos grupales, tan susceptibles. Sobre todo cuando el nivel emocional de la calle alcanza tanta agresividad. Los policías son policías no Hermanitas de la Caridad. Pero con suficiente libertad como para que muestren continuas discrepancias entre ellos. Lo mismo que los diferentes grupos del barrio, que tampoco se muestran monolíticos. Los negros integrados, los salafistas, los gitanos, los de las drogas... todos bullen. Y debajo de su rol social, guardan secretos. Me pareció inteligente.

Se me ocurren dos referencias. Metrópolis, de Lang y Ley 627, de Tavernier. La necesidad de alcanzar acuerdos entre los diferentes sujetos sociales, para mantener la paz social; y el desgaste (quemarse, palabra española) de los representantes del Estado que se mueven es esos ambientes.

La película es desesperanzada e inteligente (me repito). Al final hay un mundo nuevo (redes sociales, drones) y nuevos actores sociales (los adolescentes,"los microbios"), que no se ajustan a los patrones de comportamiento y desencadenarán el estallido final.

Muy recomendable.

El pesimismo de los hermanos Dardenne es manifiesto. Todos los esfuerzos y medios desplegados por la sociedad se pierden ante la obcecación del adolescente, con su falta de interés hacia otros temas, empeñado en realizar el "esfuerzo" que le conduzca al paraíso.

Los Dardenne centran bien el problema social y personal. La familia de Ahmed, musulmanes integrados en Bélgica, tratando de conciliar su cultura con los patrones sociales del país receptor. El problema es el adolescente, que será manipulado por el imán y puesto en crisis consigo mismo, con su familia y con su entorno social.

Y todo para no se sentirse "impuro", que es la exigencia a la que le impele el imán para ir al paraíso.

A partir de ahí el guion entra en la ciénaga de unas confusas relaciones interpersonales. En las que no hay límites y sí mucha dosis de inseguridad y autodestrucción. Increíbles roles parentales, morbosas relaciones desestructuradas que se quieren presentar como habituales; pasividad de la gente que se deja invadir en su área personal por cualquier extraño...
Y el colmo de Ema, que reina en ese contexto y manipula a unos y otros a su antojo, sin acusar, ni ella, ni nadie, el menor desgaste psíquico.
Y para terminar, el reguetón como expresión de una mística fusional urbana (como pueda ser el cannabis o el cante jondo para determinados grupos). Ridículo.
Cine sólido pero construido sobre una base social y personal friki; similar al trabajo -sólo por citarlo- de Almodóvar y similares.
Una pena.

Su esposa, que mantiene oculta una relación con otro hombre, está perfecta en su papel, con el rictus amargo en los labios, con las preguntas sin respuesta. La cámara nos muestra a una mujer que a ojos de él carece de valor.
El abandono de ese territorio familiar, salir de él, supone la censura o la crítica a los que se van. Ocurre con la hija mayor que se casa y se va a vivir fuera; o con el antiguo socio de la empresa, padre de Christian, que se trasladó a Ciudad del Cabo.
La hija que no se ha ido muestra inútiles intentos de rebeldía. Más tarde será utilizada por su padre.
Al igual que su mujer, François mantiene relaciones ocultas. Frecuenta un grupo de homosexuales que asumen su situación con una doble vida secreta y con estrictas reglas de comportamiento, similares a las que se dan en sus entornos familiares.
Además, François sigue un tratamiento médico para controlar sus impulsos por algún episodio anterior.
La aparición de su bello sobrino Christian (hijo del antiguo socio) desencadena una fuerte reacción en François.
Christian vive con sus padres en Ciudad del Cabo. Es un muchacho ambiguo, poco esforzado, que lleva una vida fácil. De hecho trivializa sobre los golpes que le dio a un muchacho que le importunó. Pero, por otra parte –y como averiguará François- frecuenta la amistad de muchachos negros y lugares de ambiente gay.
A partir de ahí se inicia un juego de acoso y cortejo, situaciones comprometidas, poses y, por último, el fatal error de Christian de intentar sacarle dinero a su tío.
En mi opinión Beauty no es una historia de amor, ni de amores. Los protocolos de acoso, los rituales de aproximación o alejamiento -con la violencia agazapada- recuerda los documentales sobre animales en su ecosistema.
La mirada del protagonista -observando, siguiendo a su presa- es la de un depredador esperando el momento de arrebatarla.
A destacar el sonido ambiental en la ciudad que asemeja al ruido nocturno de la selva africana.
Discrepo de la asignación del género argumental (homosexualidad) que en la ficha de Filmaffinity se atribuye a la película. La homosexualidad, la monótona vida familiar en una sociedad controladora, es el soporte que utiliza el director para hacer una sólida reflexión sobre la represión y la violencia.