Nos situamos en un futuro en el que, después de una tercera guerra mundial. Para evitar más guerras, los sentimientos humanos han sido eliminados gracias a una droga: el "prozium" o el opio de las masas. Este nuevo mundo: Libria, esta regido por un gobernante religioso, el Padre, y vigilada por una unidad de superagentes: la clerecía grammaton. Su misión es localizar y eliminar a los infractores sensoriales, gente que no se droga y puede sentir.

Film que recuerda bastante a las obras "1984", de George Orwell, y "Un Mundo Feliz", de Aldous Huxley. Un mundo idílico, sarcásticamente hablando, donde el gran hermano domina a una sociedad desprovista de sentimientos.

Bajo una perspectiva sociológica interesante, este film nos lleva a una realidad al estilo Matrix: la sociedad es esclava de sus propias creaciones. Las grandes dosis de acción con espadas y, sobre todo, con las armas de fuego son otra similitud con la obra de los hermanos Wachowsky (escenas muy similares entre Neo y el clérigo John Preston). Todo para al final contar lo mismo: los hombres han de poder elegir y ser libres, aun q pesar de exponerse al caos que ellos mismos pueden provocar.

Es una lastima que películas como esta que, aunque no del todo originales si que resultan interesante, no lleguen a España, mientras que si lo hacen esas odiosas y estúpidas películas americanas sobre lo que todo el mundo sueña con hacer, pero que en la realidad nadie hace.

Me es imposible hacer una crítica desde el punto de vista cinematográfico, pues al ver "Casi Famosos" me olvido de que estoy viendo una película, solo puedo pensar en la música, en su estado más puro y en todo lo que para mí representa.

Es una llamada de socorro de la música, ante toda esta nueva generación de “músicos” a los cuales les escriben las canciones y no saben ni de lo que hablan ni lo que transmiten, más preocupados por la piratería que les impide ser más ricos aún.

Las dos caras de la moneda. El verdadero sentido de hacer música, los fans incondicionales y lo que la música significa. La pasión y la fuerza desatadas por unos míticos acordes. Momentos inolvidables que marcan nuestras vidas, bañados esa canción que nunca olvidaremos. Sueños, ilusiones, alegrías, esperanzas, amor…

Envidia, codicia, falsedad. Los intereses capitalistas de las discográficas. La vanidad como el mayor enemigo de la música, que transforma a músicos en falsos dioses, el amor a la música en puro negocio. Todo un mundo de magia reducido a una sola frase símbolo de su decadencia: “Sexo, Drogas y Rock and Roll”.

El mejor modo de entender el porqué de la decadencia de la música, de la verdadera música en la actualidad. Al tiempo que puedes maravillarte con la gloria de los viejos tiempos, cuando aún no había sido pervertido del todo. Este es el poder de la música, capaz de alegrar o entristecer, reconciliar, hacer mágicos los momentos.

Por último, y mientras suena “Tiny Dancer” (de Elton John), piensen en aquellos momentos especiales de su vida con los amigos, aquellos que no podrá olvidar y que alegran el corazón, y entenderá lo que siento al sentarme y olvidar que estoy viendo una película.

Rápida, y no es un piropo.

Fugaz introducción a un ritmo vertiginoso que provoca que, a ratos, no te aclares entre el revoltijo de imágenes pasando a toda velocidad. Poco a poco se va relajando, pero sin soltar al espectador de esa tensión con que lo tiene cogido.

Y, con esa sensación de agobio y estrés por esa velocidad, sin darte cuenta han pasado 2 horas.

Nada reseñable, nuevo o digno de mención. Entretenida y poco más.