La construcción de Satine es abrumadora. Capaz de asumir las manecillas de un reloj estropeado sin titubear para salvar a su diamante más reluciente. Una chica que con miedo mira al mundo a los ojos y lo desafía aún sabiendo el resultado.
Esta película no solo es innovación y amor, también es calidez y realidad. Un tic-tac continuo, frenético, que en ocasiones se esconde en una música paliativa que nos deja un llanto irremediable. Un romance cargado de verdad, donde la miseria materialista se ve cegada por una complicidad que va más allá del deseo carnal. Una percepción del amor que trasciende al estar enamorado puesto que este no es pasajero para ninguno de los dos.
Unos valores elegantes, contundentes y calidos que hacen de Moulin Rouge mi película no animada favorita.