No sé si la crítica debe ser imparcial -nada hay imparcial en la vida- u objetiva -idem-. El caso es que esta crítica es muy parcial y no sé si el censor de la página va a ver en mi una maldad inexistente. Esta obrita, más propia de un capítulo de aquellas novelas por entregas decimonónicas, se ha gastado lo impensable en desarrollar una historia que no tiene la entidad de tal. Me marea tan sólo la idea del presupuesto que ha debido manejar Woody para vestuario. Todo para desperdiciar el talento del actor principal, haciéndole un remedo inaguantable y soporífero de sí mismo, lo cual parecía poco más que rizar el rizo -aunque lo ha conseguido-. No puedo, repito, no puedo creer que haya gente que le guste este señor como director. Desde aquella inefable película rodada en Barcelona, no había visto semejante escándalo de dinero mal empleado. La película se debería haber llamado en propiedad: "Roncando a la luz de la luna"; verbigracia: "Estupefacto y sin drogas".

casquería y crítica.... a veces relaciono mentalmente estos dos conceptos... el placer de los críticos en hacer menudillos de las películas. Sesos, higadillos, liviano, mollejas.... a eso reducen una película que "sólo" ha sido entretenida o sin pretensiones más allá de pasar un buen rato. A esto la han reducido la mayoría de críticas que he leído. Pues no es para tanto. La peli se deja ver; tarda en engancharte, porque no está dirigida a una determinada audiencia. Desde ese punto de vista, parece ajena al que escribe (más de 50 años), tan sólo aparentemente. Luego surgen temas en los que uno se ve reflejado y ahí empieza el director a tomarte de la mano. No hagan caso de las críticas, ni siquiera de ésta: sólo véanla y juzguen por sí mismos.

Pues no sé qué le dio al crítico de New Yorker, pero la película tiene su miga, además de corteza. Me explico: la historia es la miga: blanda y sabrosa, caliente, con el gusto que puede tener una masa recién horneada, adivinando el sabor de cada bocado y entregándose en cada mordida. Uno degusta la historia. De repente, sobrevienen giros inesperados que la hacen seguir con mayor avidez pues destruye las expectativas que se tienen, pero no del todo. Así sucede, que según va contándose la historia, el espectador, yo en este caso, me adapto al devenir y lo doy por bueno, por verosímil. De eso trata. Lo mismo pasa con la música. Las expectativas del que ve o del que escucha están delimitadas por las experiencias, educación y cultura. Si uno adivina mucho de lo que va a suceder, se aburre. Si adivina poco, se desorienta. Lo bello del cine -y de la música- es ese equilibrio justo entre lo que es previsible y lo que no. Esta es la corteza. Buen provecho.

Nunca mejor bautizada esta película. Incertidumbre refleja el sentimiento del espectador ante la historia que el director desarrolla ante sus ojos. No hay pistas ni concesiones al público. Tanto es así, que me sentí estafado. La película podría haberse llamado "Incertidumbre o el arte de no decir nada en 100 minutos". Si en algo se aprecia el dinero que cuesta la entrada y el tiempo de verla, tratar de evitar esta película. Si no se puede evitar -caso de esposa o novio insistentes-, llevarse un buen almohadón para la cabeza o almohadilla cervical. Procure no roncar.

Me declaro amante de la ciencia ficción. Evidentemente, esta peli no es la Amenaza de Andrómeda ni otros títulos clásicos del género. Sin embargo, no aburre y concluye con cierta soltura una historia que mezcla cómic con ciencia ficción. Punto débil: la argumentación científica. No tiene la suficiente verosimilitud para consolidar la historia, siendo más ficción que ciencia y por tanto más cerca del cómic. La Johansson, aunque no es actriz de mi admiración, lo hace correctamente. El director tiene oficio, como lo ha demostrado en otras producciones. Del reparto, sacaría rápidamente al compositor, quien no genera las atmósferas adecuadas ni intenta retratar más que su ombligo, como muchos músicos. Sea como fuere, la peli es aconsejable por entretenida. Prometido: no te dejará roncar.