Ni expectativas ni pollas, esta serie era un engañabobos en su primera temporada, en su segunda ya no se podía sostener tanta estupidez junta, tratando unos conceptos básicos de las maneras más rimbombantes y alargadas posibles, no puede dar para mucho.

La primera temporada ya fue una reiteración de ideas capítulo tras capítulo, estancada en conceptos resueltos desde los primeros capítulos, sin avance, sin ritmo y envolviendo la ausencia de ideas con pretenciosidad y pseudofilosofía que hace creer a la gente que está viendo algo inteligente cuando en realidad está viendo la mayor de las simplezas de una forma cercana a la tomadura de pelo.

Esta serie es mala, pero es demasiado famosa como para decirlo, porque ha engañado a mucha gente. Es Nolan en serie, y Nolan en cine puede pasar, porque son dos horas a lo sumo en las que al menos te entretiene y no llega a cansar tanta sobreexplicación y tantos rodeos absurdos y vacíos sobre ideas simples, ya que no hay tanto tiempo como para que la ausencia de contenido pase factura, pero esto es una serie, 10 horas como mínimo una temporada, al cuarto capítulo ya te preguntas si merece la pena seguir. El estilo de Nolan en una serie no funciona, y menos si la alargas más de una temporada. Es mala. Punto.

El hype va a hacer mella en los que esperan una celebración de lo tarantiniano, porque realmente, sin poder decir si es tarantiniana o no, lo que está claro es que es diferente a todo lo que ha hecho.

La película nos presenta a varios personajes en narraciones paralelas, que interactúan y se relacionan con el entorno definiéndose a sí mismos, mientras se construye el homenaje al cine. Mientras la narración salta de un personaje a otro lo que se ve de fondo es lo que cobra verdadera importancia, ya que los personajes no están avanzando en una historia (o al menos no del todo durante la primera parte de la película), sino que se mueven en una foto fija de la industria del cine de los años 60.

Se nos presenta una forma de hacer cine que ha quedado atrás, como se desarrollaban estos rodajes, las relaciones entre los diferentes trabajadores, los problemas y curiosidades que surgían y que nadie ha abordado antes. De hecho, en un momento hay un fallo de racord bestial, muy evidente, que está puesto adrede como acercamiento a la forma de hacer cine de la época, en la que este tipo de cosas eran muy habituales.

En definitiva, el homenaje al cine es evidente, las referencias no paran de sucederse, no paramos de ver secuencias de otras películas antiguas, ficticias y reales, directores míticos a los que Tarantino admira o actores que pasan, se les hace el pequeño homenaje y se marchan para no volver, en secuencias brutales, mención especial a la de Bruce Lee, que es lo mejor que he visto en años en una sala de cine.

Dejando a un lado lo referente a cine dentro de cine, la película sigue a Rick Dalton y su doble de acción en este Hollywood idealizado (para bien y para mal), donde Sharon Tate representa con cada secuencia en la que hace aparición todo lo que este Hollywood es para Tarantino, o al menos todo lo bueno; los bailes, las fiestas, la satisfacción de hacer reír al público, la puerta a resurrección de la carrera de Dalton, Polanski, etc... mientras que la narración que sigue a Rick y Cliff (Brad Pitt) nos enseña el mundo cruel que es en realidad, el cual ha generado a estos dos juguetes rotos, las entrañas de la industria, todo lo que no se ve.

Si dije antes que era diferente a otra cosa que había hecho Tarantino, es porque Tarantino se pone más emocional que nunca, además de plasmar una mirada personal en todo lo que nos muestra. La voz de sus personajes parece más única que en otras películas, en las que varios personajes parece que compartían psicología, y los conflictos y arcos cobran una importancia mayor que la acción y las situaciones "tarantinescas" de violencia, tensión y diálogos eléctricos, que acaban por cobrar más importancia que el arco de los personajes. Aquí es al contrario, lo cual hace que entre esto y la foto fija del cine de la época, la película tenga un tono contemplativo que puede echar para atrás a alguno durante la primera mitad, pero en el largo desenlace se vuelve muy bestia e impredecible, cambiando de género con mucha maestría e imprimiendo dosis de pura tensión e incluso terror.

Pero si se hace grande con algún género, ese es la comedia, la sala de cine no paraba de reírse, lo cual es curioso porque a pesar de tener grandes dosis de humor negro, con la correspondiente secuencia final de ese tipo de violencia que divierte, tiene mucho humor blanco muy bien construido. Creo que podría ser la única película de Tarantino que podría ponerle a mi madre, que se riera, y que no me mandase a la mierda.

Resumiendo, y sin poder tocar todas las bondades de esta gran película, porque habla de muchas cosas, no paran de surgir subtramas y no paran de contrastarse personajes y secuencias que nos dan mucho información, Érase una vez en... Hollywood puede ser la película más personal de Tarantino, la que tiene un tono menos eléctrico que el resto, quizá más maduro, más reposado, y sin embargo una de las más divertidas.

Una declaración de amor al cine plasmada a base de referencias en su contenido, y a base de buen hacer en su forma.

Más que una película de miedo, es un drama terrorífico. Se agradece que no haya un solo susto fácil, sino que el terror se construye a través de la atmósfera y el profundo y jodido drama de los personajes, generando tensión en cada escena alargando la incomodidad y nunca resolviendo con un estruendoso susto que te saca a patadas de la película. La intención no es asustar ni dar miedo, sino contar una historia que es terrorífica por sí sola. Y lo que más sorprende es el enorme desarrollo de los personajes hacia los límites de la locura, motivados por una serie de dramas que les consumen que se materializan a través del elemento sobrenatural de la película, o sobre la referencia alegórica de ese elemento, las enfermedades mentales.

"La bruja", de los mismos creadores, guarda similitudes en forma y estructura, en el drama como elemento principal y realmente terrorífico, conseguido a través de la construcción de un guión y de unos personajes complejos como no se suelen ver en el género, motivado (el drama) por lo sobrenatural como carga alegórica que representa algún elemento real, en La Bruja el fanatismo religioso como elemento desestabilizador de la familia, y en Hereditary las enfermedades mentales desatadas por sucesos traumáticos, sin que esta carga alegórica le haga perder literalidad a los hechos que acontecen, es decir, no es metafórico, lo que pasa pasa y es real, aunque represente algo más profundo que la simple idea del demonio o la posesión.

Hereditary cuenta con una dirección que desarrolla un buen guión minuciosa y detalladamente, prestando especial atención a la construcción sutil de cada plano y de cada lento movimiento de cámara. Construye la tensión a partir de estos elementos técnicos apoyándose, además del drama, en alargar hasta la extenuación el efecto de anticipación, mostrando en largas escenas "in crescendo" una reducción del escenario focalizando lentamente nuestra atención en las reacciones de los personajes que asisten a este calvario, provocando en el espectador el nerviosismo de especular, lo que nos permite jugar con los límites de nuestra imaginación en un sentido bastante perverso.

Por último, y sin mencionar nada de la trama, Herditary consigue hacer de la pérdida como algo traumático para una familia, un cuadro en descomposición de la enfermedad mental, desde el punto (plot point) en que estas detonan en las mentes del hijo y la madre, únicos miembros de la familia que reciben en herencia estos trastornos mentales, hasta el desenlace sobrenatural de la cinta.

Hereditary es una obra maestra del cine de terror.

Dos veces seguidas me lo he visto. Un cierre de oro para este gran grupo por el que pasaron los más grandes autores del rock de la época.

Cualquier realizador que grabe directos debería aprender de este gran documental para ahorrarnos esos mareos de cámara en canciones cañeras o esos movimientos de cámara hacia la nada para fundirse con planos del cantante en canciones ñoñas. Aquí Scorsese filma a los músicos con primeros planos y planos medios que respetan al músico en su momento íntimo con el instrumento, enfrenta al cantante contra la oscuridad del público y lo aísla en el plano, y junta a la banda para filmarla totalmente compenetrada. Porque Scorsese quiere homenajear no solo a esta gran banda sino a una forma de hacer música.

Scorsese filma sin aspavientos a unos tipos que realmente sienten y se divierten con su música, se compenetran entre ellos, se divierten entre ellos, intiman entre ellos sobre el escenario y eso es lo que Scorsese quiere transmitir, el paso de Niel Young con su armónica, Bob Dylan volviéndose para acordar con la banda un último tema, Morrison enloqueciendo en el escenario y marchándose antes de que acabe la música y todo el desfile de estrellas que marcaron una época haciendo lo que les gustaba. Scorsese quiere transmitir su amor por el rock n' roll más puro y sincero que se ha hecho y resulta una delicia.

El último vals es un concierto mítico para los amantes de la música rock, y una mirada entrañable hacia una forma de hacer música que marcó una época.

Comedia más que decente, llena de humor negro, humor que nace de la narrativa de manera orgánica y no la interrumpe en ningún momento, a diferencia de lo que ocurre en muchas comedias españolas, sino que la acompaña surgiendo y formando parte de ella muy necesariamente, lo que la convierte en una película escrita con especial inteligencia. Además de esto, la película está cargada de brillantes líneas de diálogo y situaciones que resultan cómicas por su paradójica hondura. No resulta frívola ni vulgar, todo lo contrario, los personajes están muy lejos de ser meras caricaturas y aquí es donde se arriesga Cobeaga, dibujando unos personajes complejos y humanos, tristes y vulnerables, patéticos y tiernos.

“Hace años en ETA se comía de la hostia”, "Tú quitas a España de la Historia y no existirían los gordos". El guionista simplemente estuvo en estado de gracia, no solo por los grandes diálogos, sino por cada personaje y situación a la que hace enfrentarse a los protagonistas, y por la sutileza con la que los encamina, con mucha inteligencia, hacia una serie de paradójicas situaciones chocantes, que además de ser realmente cómicas, nos hablan desde la profundidad que se esconde tras cada gag.

El desenlace es creativamente muy poderoso con un notable desarrollo del estilo visual de la película que nace de dentro con la victoria de España en el mundial y desencadenado por la pirotecnia y las luces que entran en el piso desde el exterior, no haré spoilers pero visualmente tiene mucha fuerza, con algún detalle por el que uno siente que este señor que dirige ha estado especialmente creativo y muy acertado, y sin mencionar la escena que compone ese brillante paralelismo con el inicio.

Con esta película Borja Cobeaga demuestra dos cosas: la primera es que necesita muy poco para hacer una película inteligente; la segunda, que solo requiere de buenos actores para que el resultado sea una gran película y no solo una película inteligente.

Como bien decía el reviewer “Chico Morera”: “Aunque algún director pedante se empeñe en decir que lo que hace Netflix no es cine, esto es cine y es bueno”.

En definitiva, una buena película más que entretenida, creativamente de altura y que se toma muy en serio (y con mucho humor) a sí misma.