La peli es una colección de fotos viejas y un hijo que rastrea la historia del padre a partir de ellas, pero no tiene mucho para decir. El padre debió haber sido interesante pero conocemos poco de su vida. La revolución china se presenta como una caricatura, se deslizan lugares comunes de la crítica al proceso revolucionario sin ninguna profundidad. No aporta nada más que un sentimiento de nostalgia por el padre, que eligió vivir una experiencia, aunque no se sabe bien cuál ni por qué.

De principio a fin es una peli con un guión malo, casi sin diálogo y cuando hablan suena a comentarios que hacen "porque había que decir algo". Se vuelve poco creíble el vínculo (ni siquiera después de tantos años sin verse tienen algo que decirse), que se sostiene a través de miradas y recuerdos de infancia. Así se sostiene durante un tiempo exageradamente largo una tensión sexual basada en gestos y silencios, recurso usado hasta el agotamiento en el cine lgbt.
Por último, la elección de las canciones y la apuesta a mostrar un amor romántico tan ingenuo, parece fuera de época. A esto sumar que ser gay en Santiago del Estero no debe ser nada fácil, pero la peli ni lo registra. Por el contrario, el director muestra 2 personajes bien masculinos (que no se les note nada, por favor) donde su historia y contexto parece parte del decorado.