La película está dividida en dos partes clarísimas. La primera de las partes me estaba encantando ya que las aventuras y desventuras de Benigni me estaban resultando muy entretenidas, incluso me he estado riendo a carcajadas, cosa que hacía tiempo que no me pasaba con ninguna película.

Luego sabía que en la segunda parte iba a venir el tema del juego con los nazis, de los puntos y demás, ya que es imposible no enterarse de qué va esta película. Habría que vivir en otro planeta para no saberlo. El caso es que después de haber visto el SHOAH, con testimonios e imágenes extremadamente duras, la segunda parte de la película parece un mal chiste.

Es evidente que se trata de una película, y que Benigni se toma sus licencias a la hora de recrear el campo de concentración, pero estas licencias rozan lo ridículo. Da la sensación de que cualquiera podía hacer lo que le venía en gana en un campo, y no creo que fuese precisamente así.

De todas formas, la historia que se cuenta en la segunda parte me ha resultado muy emotiva, ya que es un canto al optimismo. Lo que hace el padre por mantener a su hijo apartado de todo es admirable.

Como conclusión, la primera parte me pareció muy divertida, la segunda emotiva, pero la penosa representación del campo de concentración no me deja puntuar más alto a esta gran película, que para mí sólo tiene ese fallo, pero es un fallo de tamaño colosal.

Me gustaría haber visto esta película antes de ver el documental SHOAH, ya que seguro que la hubiese disfrutado muchísimo más. Por cierto, a todo aquel que no lo haya visto, se lo recomiendo, pero cuidado, ya que es un documental DURÍSIMO.