No me iré sin saborear esa promesa a la que agarrarme hasta la eternidad y que nunca se cumplirá. Esa podría haber sido la frase inicial de la película, la frase intermedia y la frase final, sin embargo, hay mucho más que eso en este sentido drama. Hay mucho más que una triste historia sobre la división en Irlanda. Hay juventud y madurez, hay impulsividad y reposo, orgullo y moral y sobre todo hay humanidad y esperanza.

Magnífica colección de relatos que, a pesar de su crudeza en ocasiones casi repulsiva, representan situaciones mucho más cotidianas de lo que uno pueda imaginar. Efectivo ejercicio de estudio antropológico, en el que se exploran los límites del ser humano y la fiereza desalmada del mayor depredador de la naturaleza. La antítesis de la visión más humanista e idealizada del hombre. Salvajemente buena.

Se respira gran producción y en algunos puntos se roza. La fotografía, los escenarios y vestuario son estupendos y en general la producción queda a la altura de la de la hazaña que aquí se narra. Sin embargo, hay un par de detalles que parecen no funcionar como cabría esperar: el guion, que intenta provocar empatía, no consigue inquietar lo suficiente; por otro lado, las interpretaciones quedan un tanto desequilibradas entre los actores más veteranos y los más jóvenes, falta un poco de química que una ese salto generacional. Debido a esto, a pesar de que funciona como drama histórico (nota: algunos hechos y personajes son ficticios), no llega a trasladarte a la piel de estos personajes y las tensiones que allí debieron vivir no se llegan a sentir. Resumiendo: interesante relato sobre las personas detrás de la historia que podría haber sido un gran poema épico y humano, que acaba en una pequeña gesta, como la que narra.

Magnífico esfuerzo que nos muestra la evolución de un chico durante los años de más cambio y confusión, con sus inseguridades, conflictos, alegrías y tristezas; vividos junto con una familia, todos de carne y hueso, a la que vemos crecer, cambiar, envejecer, darse de bruces una y otra vez con la vida, cambiar, recomponerse, descomponerse y volverse a reinventar como la vida misma. Un ejercicio íntimo que te hará sentir como un miembro más de la familia, un miembro lejano que espera con interés descubrir qué ha cambiado desde la última vez que los vio y no puede evitar llorar o reír con ellos, aprobar o censurar sus comportamientos, preocuparse por su futuro y apoyarles desde la distancia. En definitiva, no se nos presenta una historia extraordinaria sino una historia realista de una familia cualquiera del siglo XXI a la que acompañar en su crecimiento, no solo de los niños y personajes sino también de los adultos y personas detrás de este trabajo, y nadar con ellos por la vida; todo ello condimentado con unos diálogos y algunas frases para la posteridad. La vida no tiene un manual, pero recogiendo un poco de las experiencias de los demás puedes elaborar una guía bastante útil, que aun así podrá ser desmontada en cualquier momento, porque no hay respuestas para todas las preguntas.

Existe una reverencial belleza en el pasado, que hasta en su estado más sobrio, es capaz de proyectar un halo de la grandeza que un día tuvo, y que incluso en su paso por el tiempo ha ido creciendo en valor y por tanto resulta casi imposible no rendirse ante ella, te desborda sin remedio. En contraposición se encuentra la frescura de lo nuevo, de lo joven, del futuro, que con ligereza y sin esfuerzo parece levantarse del suelo y vencer las leyes de la naturaleza. Y así es en verdad, porque cuando ves el futuro desde el presente, no ves más que la ruptura del estado actual establecido, para dar paso a lo inescrutable del mañana, que crea su propia inercia y magnetismo y sin remedio te lleva hasta él. Lo bueno en la vida, por lo general requiere paciencia, dedicación y sobre todo atención. Lo bueno se esconde en los detalles, que a menudo pasamos por alto en nuestro precipitado paso por este mundo. Y se te fijas bien serás capaz de ver el precioso instante en que pasado y futuro se dan la mano en el presente para que podamos los mortales vivir una vida sin cortes. Algunos se anclan al pasado y otros viven siempre en el futuro, pero es en el balance entre ambos donde la verdadera savia se concentra.