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Críticas de Gunnar Hansen
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
6
10 de noviembre de 2008
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando por primera vez oí algo sobre el argumento de la (por aquel entonces) futura 3 Días me pareció que de semejante punto de partida podía salir una gran historia y, si recibía el tratamiento cinematográfico adecuado, una mejor película. El anuncio del inminente fin de la vida en el planeta Tierra a causa del ineluctable impacto de un meteorito (cinco veces mayor del que acabara con los dinosaurios) sirve de arranque para un film que, personalmente, acaba defraudando. Y no porque sea el bodrio que otros, legítimamente desde la subjetividad propia de la opinión, han descrito. Desde mi punto de vista, la película defrauda porque semejante premisa, sugerente y sugestiva como ella sola, finalmente solo sirve de leve telón de fondo para un thriller más.

Desde luego, dirán algunos, con tal ambientación de fondo y la peculiaridad de desarrollarse en el ambiente de la Iberia rural heredera de la España Negra, aquella de la que la Inquisición o Puerto Hurraco (entre otros episodios nacionales) son referentes, no puede ser otro thriller más, de esos del montón. Desde luego, la peculiaridad de su ambientación geográfica (y el ya mentado trasfondo apocalíptico), así como una soberbia fotografía y un manejo ejemplar del tempo cinematográfico hacen más disfrutable esta obra que, por poner un ejemplo, las películas norteamericanas al peso (de hecho, por eso la he valorado con un seis).

Pero no debemos dejarnos llevar por un vetusto carpetovetonismo u otras reivindicaciones de orgullo nacional a la hora de visionar y criticar 3 Días. La película zozobra sobre todo en su parte final cuando deriva en un desenlace más propio del cine de acción convencional, del subgénero thriller con psicópata malvado obsesionado con consumar su particular venganza sangrienta, que del cine de Haneke (del que en un inicio parece más emparentada). La idea del fin del mundo pulula inapreciable como un fantasma durante todo el metraje, sin tener más peso específico que si hubiera trascurrido en el Día de la Hispanidad o de Todos los Santos. Finalmente todo se limita a la convencional y consabida trama con un regusto apocalíptico de fondo que solo hace las veces de aderezo casi imperceptible. Una pena, porque la idea inicial daba para mucho más.

En definitiva, una apertura sobria, prometedora y sumamente estimulante que auguraba mejor película; unos planos, tempo y fotografía que generan tensión y malestar en la primera parte del film para luego deshincharse y terminar cayendo en la resolución más fácil y típica, con enfrentamiento final de rigor y todos los tópicos del género. Pese a todo, entretenida y, gracias a su duración, pasable. Por cierto, excelente actuación de Eduard Fernández.
Gunnar Hansen
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4
18 de setiembre de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo la primera persona en puntuar esta película, cierta sensación de responsabilidad me embarga. Entiéndanme. Si otras personas, potenciales espectadores, se basaran para serlo en la puntuación que yo otorgue a esta obra (con el siempre existente riesgo de defraudarles con mi valoración y los subsiguientes descalificativos para mi persona) prefería anejar una crítica donde tener la oportunidad de matizar y aclarar la puntuación ofrecida, así como mi postura al respecto.

Y es que The Collingswood Story cuenta con algunos puntos favorables que la hacen merecedora de cierto respeto; lamentablemente, tantos como aspectos desfavorables que la desacreditan. Por lo mismo, estoy seguro, gustará a algunos y decepcionará a otros tantos (o seguramente, a más). Y teniendo esto en cuenta, es difícil emitir una valoración que satisfaga tanto a unos como a otros. Así que, dejando de lado tan fútil intento, escribiré unas breves líneas sobre lo que su visionado me ha transmitido, intentando, eso sí, contextualizar mi opinión.

Y es que la película se comenzó a producir en el año 2000, allá cuando eso de Skype era un proyecto en pañales (si no me equivoco, hasta el 2003 no ve la luz) y The Blair Witch Project (1999), algo muy reciente. Por ello y aunque vista ahora (cuando yo lo he hecho, saturados como estamos de mockumentaries, metrajes encontrados y técnicas de rodaje ajenas a las tomas de cámara tradicionales, desde “fuera de la historia”), hay que reconocerle el mérito de ser si no la primera, sí de las primeras en continuar la estela de la Bruja de Blair (no sé cuánto de copia hubo), anticipándose al filón por venir en torno a este tipo de formato fílmico. Si aunado a este hecho contextual, le sumamos el bajo presupuesto con que la película se lleva a cabo, estamos ante otro factor que alabar y reconocer mérito para sus ideadores. De hecho, todo ello les valió algunos premios y reconocimientos en festivales y reseñas varias. Si añadimos que no se abusó del metraje (quedando la película en hora y veinte minutos, créditos finales incluidos), empezamos bien. Hasta aquí el contexto histórico y económico. Pasemos al contenido (sin spoilers de los chungos).

La película nos introduce en la relación a distancia de una pareja universitaria (uno en Virginia y la otra en Collingswood, New Jersey). Como el lector ya se puede imaginar, esta relación se lleva a cabo por telecomunicación (un protoskype aún por desarrollar). Así que todo lo que vemos es a través de las diferentes cámaras de los ordenadores de los implicados. Este hecho, seguro estoy, disuadirá ya a muchos de los posibles espectadores, cargados como estamos de “experimentos” visuales de este tipo. Pero bueno, para los que continúen el visionado (que, como yo, los habrá), ahí va lo que resta: aparentemente, todo va bien. Es el cumpleaños de la chavalita y el novio, guasón de él, se dedica a hacerle algunas “bromas” por videollamada. Una de ellas consiste en ponerla en contacto con una extraña e inquietante vidente online, una extravagancia de la red que cree les hará pasar un rato divertido a ambos. Craso error, amigos. La médium internauta les intrigará con un culto oscuro y secreto que, proveniente de Francia , se desarrolló en Collingswood durante el siglo XIX, asunto el cual empieza a inquietar al distante noviete. La narrativa de la médium sobre asesinatos rituales y la subsiguiente investigación por internet del joven, le convencen de la veracidad de los macabros sucesos, así como de la reiteración de ellos en intervalos a lo largo del tiempo y en la misma casa donde su novia reside. Esta última, reacia a creer en semejante personaje virtual (que no sin motivos, considera un fraude), no acaba de tragarse las advertencias de su cada vez más preocupado novio. Pero aún así y cámara web en mano, comenzará a investigar el pueblo en busca de la residencia del líder de la secta (desaparecido más de un siglo atrás), así como la casa donde se encuentra. En fin, os podéis imaginar el resto del meollo que aquí malamente he sintetizado.

El caso es que, aunque la película ganó algunos premios y recibió otras tantas buenas críticas por su originalidad y demás, en mi opinión no termina de aportar nada mucho más allá. Cuando concluye, uno se queda con la sensación de “algo ha faltado” o “pudo ser más”. Vale la ausencia de presupuesto como pretexto. Pero reconocidos sus méritos (cuestionables, por supuesto), también hay que reconocer sus carencias. Y ese precipitado final sorpresa, en su intento de impactar, nos deja con la sensación de que en la hora y poco en que se desarrolla el guion no ha pasado nada… o, mejor dicho y peor todavía, que se han apuntado cosas un poco interesantes que se han prescindido de desarrollar (por no saber cómo hacerlo o por falta de medios económicos, realmente me da igual: te quedas casi como estabas).

Por ello, en definitiva y reconociendo por delante mi benignidad para con este tipo de producciones, me veo forzado a ponerle un 4,5. No llega a aprobar, pero casi, casi... Así que, como curiosidad por lo anticipativo y premonitorio que tiene y si eres tolerante con estas formas narrativas “alternativas” (found footage, mockumentaries y demás), dale una oportunidad para engrosar la colección de rarezas que, sin necesariamente ser buenas, componen tu acervo fílmico. Nunca está de más y, seamos sinceros, algunas horas muertas que no nos importa perder siempre tenemos. ¿No?
Gunnar Hansen
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4
21 de setiembre de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Borderlands es otra película más de "metraje encontrado", subgénero por derecho propio e imposición numérica. Y es que, de un tiempo a esta parte, recibimos un aluvión de películas que, ya por falta de medios, ya por necesidades del guión, recurren a este formato para lograr sus fines. Unas consiguen lo que pretenden y ajustan esta técnica estético-narrativa de manera eficaz a la intencionalidad-necesidades del film. Otras, y no las menos, se estampan desastrosamente, ofreciendo al aturdido espectador un batiburrillo de imágenes poco nítidas, planos móviles tipo "montaña rusa" que generan vértigos y mareos, derivando todo ello antes que en mayor credibilidad e implicación en lo que se intuye ver, en hastío y aburrimiento que impelen al abandono del visionado.

Lamentablemente, el film que aquí nos ocupa, se acerca más al segundo caso que al primero. Porque si bien la premisa que se ofrece es muy sugerente (esa deidad pagana, numen innominado anterior a la cristiandad judeo-mediterránea que retorna al templo del que las nuevas creencias lo desplazaran), todo se desperdicia en un desenlace final, ejercicio de rutina desenfocada en este tipo de tratamientos formales.

Pero el mayor problema que adolece The Borderlands no es el tipo de formato "cámara en hombro". Este no es más que una elección técnica, vehículo expresivo de lo narrado. El problema en sí es el guión, pues de sus tres secuencias (grosso modo: presentación-nudo-desenlace), la más importante o al menos aquélla definitoria (el desenlace) resulta en decepción; sensación que hace cuestionarse para qué cojones me he tragado todo lo previo. Porque dado lo que se tarda en llegar a la explicación, mientras se avanza por la presentación y el nudo, cuando uno ya tiene la miel en los labios, todo se resuelve en unos cuantos planos borrosos, oscuros y móviles que dejan mucho a la imaginación y muy poco a los sentidos. Y ya. Fundido en negro y créditos finales.

Que qué conclusión saco de todo ello. Pues que pasas el rato hasta que te quedas con ganas de unos minutos más de desenlace y menos rollo de presentación. Que mucho ruido y pocas nueces. Que ando un poco mareado. Que me han vuelto a engañar. Y que ya van... Mejor no las cuento, porque en breve, seguro que volveré a caer...

Es que no escarmiento.
Gunnar Hansen
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4
4 de marzo de 2009
15 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alexander Aja realiza una parada técnica entre su brutal y muy particular remake de Las Colinas Tienen Ojos y su anunciada revisión del clásico Piraña. Es decir, que todo parece quedar en repeticiones de lo ya realizado y más si atendemos a que Reflejos, el caso que ahora nos ocupa, no es otra cosa que una nueva versión de la película surcoreana Into the Mirrors. Si bien hay que reconocer que en este cansino auge de los llamados remakes no todos se limitan a la mera y anodina copia del original, llegando algunos de ellos a superar con creces la matriz de origen, llega un momento en el cual el espectador no puede dejar de preguntarse a qué se debe esa falta de ideas que lleva a grandes estudios, guionistas y directores a repetir, con mayor o menor acierto, lo ya contado. Y más si, como en Reflejos, nos topamos con la peor obra de un talentoso director.
Reflejos es una película que trata (otra vez) de jugar con el miedo innato del ser humano hacia los reflejos y las visiones especulares. No en vano muchas culturas, actuales así como extintas, han otorgado a los espejos y las superficies reflectantes capacidades de comunicación con otros espacios y planos cosmológicos. Sin embargo y aún partiendo de este intrigante supuesto universal, la reflexión de Aja no deja de ser mediocre y de segunda mano. Adolece de todos los clichés del cine de terror, lastrando tal convencionalismo el desarrollo natural del metraje o lo que este pudiera haber sido. El espectador ya sabe lo que va a ver antes de verlo pues ya ha sido contado una y otra vez y, además, en forma muy parecida. Unido a este importante escollo, no se puede dejar de apuntar que es una obra narrada en un estilo burdo y al peso que desdibuja las cualidades de su director a la vez que la potencialidad del film. Ni siquiera las escasas escenas gore que salpican el desarrollo de la película sacan este popurrí de la mediocridad más doliente. Más presupuesto en actores (que no mejores actuaciones), eso sí, para un guión gastado, con absurdos giros y previsibles consecuencias: aburrimiento y desencanto.
Gunnar Hansen
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3
2 de febrero de 2022
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De un tiempo a esta parte, la actualidad social ha ido permeando el cine contemporáneo. El terror, como no podía ser menos, también se ha visto afectado por este afán de hacerse eco y reflejar en sus propuestas los nuevos temas que, en diferente grado, vienen preocupando a la ciudadanía. Algo que, como cualquiera sabrá, no es nada nuevo ni necesariamente negativo. De hecho, si ha existido un género que vehicule crítica social, preocupaciones, inseguridades y miedos colectivos, este ha sido, sin lugar a dudas, el terror y la ciencia ficción. Ciertamente, es un dato sabido que, con cada crisis socioeconómica, con cada convulsión del statu quo, el terror ha nutrido su producción hasta ser el género más lustroso y en forma de todos.

The Power es un buen ejemplo de este uso (y abuso) de los temas de actualidad y de las preocupaciones de diversos sectores de nuestras sociedades posmodernas, cada vez más complejas, individualistas y fragmentadas. El problema es que tanto “buenrollismo” y moralina fácil acaban por fagocitar toda potencialidad transgresora del género, ahogando en lo llamado políticamente correcto cualquier premisa que no abunde en los mismos tópicos moralistas que victimizan y acusan a través de composiciones en un simplista blanco y negro, sin grises ni matices. Solo el discurso hegemónico tiene cabida, unidimensional, sin discusiones ni desviaciones.

Este creciente cerco a la libertad creativa y la nueva censura (o, peor aún, autocensura) empequeñece la sci-fi y el terror, que ve menguada su capacidad de transgredir siendo cada vez más dócil al sistema y menos gamberra y díscola en premisas y desarrollo. Como en los peores momentos del puritanismo, del macartismo y su caza de brujas o de regímenes totalitarios en que se examinaba cada obra en busca de desviaciones de la narrativa oficial y del mensaje moralmente deseado, los nuevos paradigmas contemporáneos encorsetan la autonomía creativa, conduciéndola por los estrechos derroteros de la corrección política (léase, moral). Salirse de ellos supone la inclusión en una creciente lista negra, convertirse en merecedor de la repudia del gremio y del coaccionado público, una segura candidatura al exilio profesional. Con un panorama así, la mayoría termina por aceptar las nuevas reglas del juego y pasar por el aro, admitiendo convertirse en portavoz de lo que las posturas hegemónicas quieren que se vea y escuche, sin discrepancia de los mensajes que se pretenden transmitir.

The Power es una película de este tipo. Producción típicamente inglesa, buena en su forma, sobria y con gran solvencia en su puesta en escena. Morfológicamente impecable, con una idea de arranque y una ambientación sumamente potentes, prometedoras de una buena película de género que, sin embargo y poco a poco, conforme desarrolla su narrativa va encallando en tópicos, asfixiado su avance por el discurso dominante que hace previsible hacia donde se dirige y lo que va a pasar. Arenga fácil, en bruto, sin problematizaciones que inviten a la reflexión, lastres que evidencian el destino argumental antes de que este consume sus planteamientos. Sobre explicado, con esa necesidad del cine de terror de nuevo cuño de ofrecer un mensaje mascado y fácil al espectador, sin posibles dobles lecturas o ambigüedades en su interpretación. Una infantilización del género conforme a lo que los sectores hegemónicos proponen, con mensajes fáciles de compresión y ligereza intelectual donde todo es como desde dichas esferas se pretende que sea.

El terror siempre ha sido rompedor. Se ha jactado de ir contra la moral imperante, mostrando aquello que otros géneros no se atreven, yendo más allá de convencionalismos y estándares sociales, contraviniendo lo políticamente correcto y el “buen gusto” burgués. Ahora, con el secuestro de su tradicional filosofía por parte de imposiciones de estudios y lobbies dominantes (tanto de la industria cinematográfica como fuera de ella), se está perdiendo su esencia gamberra, provocativa y disidente. Se está convirtiendo en portavoz del mainstream y del statu quo que antes atacaba, un género sometido a lo que ciertos grupos imponen como "políticamente correcto" en un ejercicio de censura que limita su esencia y coarta cualquier enfoque subversivo y postura antisistema que en otros tiempos representara. Este no es mi cine de terror. Es más, esto no es cine de terror. Esto es propaganda mainstream.
Gunnar Hansen
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