Vista por segunda vez, "Amor a quemarropa" ("True Romance") se me antoja como un buen producto, tremendamente entretenido, efectista e imperfecto, esto último sin duda achacable a la dirección del siempre comercial y "videoclipero" Tony Scott, pues tanto el guión, que lleva la firma de Tarantino, como el reparto, la banda sonora de Zimmer o la fotografía son sobresalientes.

Dentro de mi natural vena nostálgica, en los últimos tiempos he ido valorando a los años 90 de otro modo, como una década que no estuvo nada mal, ni a nivel musical, ni cinematográfico, etcétera. Pues "Amor a quemarropa" es todo un viaje a esa añorada época y toda ella desprende sabor noventero, desde la ropa, la estética, la música (ojo a la canción hardcore en el garito de Drexl) y la propia imagen en una era pre-digital, o los propios actores elegidos, sin duda la mayoría en sus mejores años:
Desde un lozano Christian Slater cuando aún prometía algo, a una sexy e irresistible Patricia Arquette, pasando por unos Christopher Walken y Dennis Hopper aún aprovechables o un Gary Oldman tan intenso y sobreactuado como acostumbraba, sin olvidarse de unos por entonces poco conocidos Brad Pitt y James Gandolfini, y otros más.

Mezcla de romanticismo, pasión, drama, comedia, road movie y gángsters y mucha violencia de por medio, es una película con una fenomenal puesta en escena, simpática, disfrutable y exagerada, y merece un visionado aunque sólo sea por volver a zambullirse en los 90, o por disfrutar con escenas inolvidables como la de Walken y Hopper. Puro Tarantino.

Los responsables de "Isabel", una de las mejores series españolas de los últimos años, y más premiadas y exitosas, emprendieron luego la difícil tarea de intentarlo con la vida de su nieto, Carlos de Gante. No les salió tan redondo (por motivos de sobra conocidos) aunque antes realizaron una película destinada a ser visionada en los cines; ésta versaría sobre los casi 12 años comprendidos entre la muerte de Isabel la Católica (26 de noviembre de 1504) y la de Fernando el Católico (23 de enero de 1516).

Esta época fue, verdaderamente, una de las más inciertas y críticas que tuvo que afrontar nuestro país en su Historia Moderna. Muchos nobles castellanos se echaron en brazos de Felipe el Hermoso y sus flamencos, rechazando a Fernando de Aragón, con lo que la ansiada unidad peninsular estuvo a un tris de irse al garete; esto da una idea de lo frágil y relativa que era la fusión entre los dos reinos. Aunque el problema venía de más atrás; esto es historia-ficción, pero posiblemente a España le hubiera ido mejor uniendo sus destinos a los de Portugal y no a los Habsburgo: con los lusos la Monarquía Hispánica se hubiese centrado en Italia, en el Atlántico y en las Indias, olvidándose de los problemáticos territorios alemanes, austríacos y flamencos. Pero, en fin, todo eso es ya historia pasada y el discurrir fue otro: las sucesivas muertes de Juan, hijo de los Reyes Católicos (1497), de Isabel de Aragón (1498), primogénita de los Reyes y de su hijo Miguel (1500), quien debía simbolizar la unión ibérica entre España y Portugal, permitieron a los rapaces y astutos borgoñones desembarcar en Castilla para cambiar el destino y la historia de la Península.

Así, se agradece un intento, otro más, por acercar, de manera didáctica y espectacular, el pasado de nuestro país. Sea triste, hermoso, trágico o infausto, es nuestro pasado. Desde luego es un producto de alta calidad donde resalta el buen gusto general, una correcta iluminación (mejor en interiores), un cierto rigor histórico pese a algunas licencias, y sobre todo algunas actuaciones del competente reparto, en especial un Eusebio Poncela que parece nacido para interpretar al cardenal Cisneros (1436-1517) y una extraordinaria Irene Escolar como Juana "la Loca" (1479-1555), tal vez la figura real más desgraciada e infeliz de la historia de España.

Con sus defectos, como ciertos tics televisivos, o una música muy hermosa pero tal vez demasiado insistente y presente (tal vez un Carlos Saura hubiera escogido composiciones de la época, como en "El Dorado"), y una cierta asunción de Leyenda Negra (cuando si hubo una etapa alegre y permisiva en la Historia Moderna fue en esta época anterior a Trento, en la cual se publicaron obras tan picantes como "La Celestina", que, aunque polémica, no se prohibió hasta 1792), con todo, digo, es una película realmente estimable.


"Triste España sin ventura,
todos te deven llorar.
Despoblada de alegría,
para nunca en ti tornar".

Juan del Encina, en la muerte del príncipe Juan.

Todo un clásico del cine español, pese a que fue un fracaso de crítica y público en su momento, "El pisito" es fruto de la colaboración entre el gran Rafael Azcona (autor de la novela precedente) y el italiano Marco Ferreri, quien era, simplificando, "un Berlanga más radical". Fue precisamente Ferreri quien dio pie a la unión entre el guionista y el director valenciano, una de las más gloriosas de la historia de nuestro cine.

Así, en principio podría pasar incluso por una película de Berlanga, pero no; el estilo de Ferreri es más desaliñado, no tiene la pericia de don Luis en las escenas corales, y en general tiene otro tono, bastante más oscuro e incluso esperpéntico que el berlanguiano, por lo menos el de los años 50 y 60.

Ciertamente es una comedia muy negra y te ríes con algunas situaciones, en otras pese a la pretensión cómica, no lo haces porque realmente hablan de cosas muy serias (el deseo de que alguien se muera, etc), y desde luego tiene mucho valor en su retrato nada amable de la sociedad de la época e incluso del régimen. Pese a su realismo (o neorrealismo) es evidente que suele derivar hacia el esperpento (la escena del niño defecando encima de la mesa mientras los adultos comen, o el personaje de Dimas, el iracundo callista) lo que entroncaría con cierta literatura (Valle-Inclán) inseparable de la tradición española (Azcona sabía retratarnos estupendamente bien).

Todos los personajes, a excepción de la pobre vieja, son más o menos negativos, ya que el personaje del gran López Vázquez es noble pero nada hace para oponerse a las maniobras de su mujer (interpretada de manera soberbia por Mary Carrillo), quien es realmente despreciable.

No llega a la genialidad, pero "El pisito", negra, dura y triste, resulta imprescindible.

Debut en la dirección de Emilio Aragón, conocido cómico, músico, showman y empresario miembro de una ilustre familia de payasos (en el buen y digno sentido de la palabra), con una película escrita también por él (así como la banda sonora) ambientada en los últimos compases de la Guerra Civil (1936-1939) y los primeros tiempos de la dura posguerra.
El resultado es un film aceptable, con personajes bien construidos, más o menos bien ambientado y dotado de una cierta sensibilidad, que transmite a ratos al espectador, pero con deficiencias en el guión y en la caracterización de esos mismos personajes y en la historia que cuenta, así como lastrada por el clásico maniqueísmo de casi todos los largometrajes españoles sobre nuestra guerra civil más reciente, donde quienes ya sabemos son buenos buenísimos sin excepción, en contraposición a "los otros" que también sabemos quienes son.

Nominada a dos Premios Goya, sorprende su alta nota en Filmaffinity (7,1), pues la coloca a la altura de, por ejemplo, dos películas españolas con la misma cifra pero superiores (desde mi punto de vista), como son "El crack" (1981) y "El crimen de Cuenca" (1979), y por encima de otras con peor calificación y mayor calidad (siempre desde mi punto de vista) como la excelente "La venganza" (1958), "Mi querida señorita" (1971), "Patrimonio Nacional" (1981) o "La buena nueva" (2008), ésta sobre la Guerra Civil también. Y son sólo algunos ejemplos.

La película se sustenta sobre todo en la pareja protagonista, quizá mejor Lluís Homar, muy creíble en su papel de cómico homosexual, pues Imanol Arias aunque solvente parece en muchas ocasiones Antonio Alcántara (me temo que ha quedado encasillado para siempre, me cago en la leche); pero los dos son de lo mejor junto a Carmen Machi e incluso el niño, Roger Príncep, quien pese a que es muy cargante tiene cierta gracia. Por contra, y aquí vuelvo a lo del maniqueísmo, el personaje del falangista encarnado por Diego Martín es ridículo, y recuerda a cómo pinta a los fascistas Bertolucci en "Novecento".

Pese al giro "Operación Walkiria" totalmente fuera de lugar, el tono evocador-sentimental-kitsch no se abandona en toda la película, y es evidente que Aragón homenajea a toda su familia de titiriteros, no en vano aparece su padre, el entrañable "Miliki" con un pequeño pero importante (y forzado) papel, y en el cual vemos ya su evidente deterioro físico (enfermo, fallecería sólo dos años después).

Aun con este poco honesto toque emotivo, que ahonda en todo lo anterior igualmente sensiblero (y para más inri la cargante música la recarga de sentimentalismo, valga la redundancia) la película ni transmite con la fuerza necesaria, ni se eleva como debería hacerlo.

En 2004 Woody Allen se alejó por una vez de su querida Nueva York y filmó una película en la capital de Inglaterra, rodeándose de varias estrellas jóvenes y otras veteranas, dando como resultado "Match Point", una de esas películas que fascina extrañamente desde el primer momento y que a cada visionado incluso mejora, descubriéndose nuevos aspectos.

El director estadounidense teje una historia acerca de la lucha de clases y el ascenso social, la sinceridad, la culpa, la verdadera pasión, el amor y la suerte (tan arbitraria y demencial ésta, con la metáfora genial de la pelota de tenis dando en la red), dando como resultado una película hipnótica y redonda.

A destacar:

- El interés por la historia, pues te identificas totalmente con el humilde pero ambicioso tenista Chris Wilton (Rhys Meyers).
- Las actuaciones de los principales actores, tanto la del malogrado Rhys Meyers, verídico en su obsesión e infierno interior, como la de Matthew Goode como "niño bien con la vida resuelta" de una acaudalada familia inglesa y Emily Mortimer como su hermana, inocente y entregada, o la de Brian Cox y Penelope Whilton, como sus padres, forrados, elitistas y envidiables. Pero sobre todo destaca Scarlett Johansson, quien con 20 años realizó una de las 2 o 3 mejores interpretaciones de su carrera, y está realmente sexy, arrebatadora y compulsiva en su papel de "mujer fatal" norteamericana e insegura. Ella se hace con la película.
- El magnífico guión del propio Allen, con unos diálogos repletos de calidad y abundantes en dobles sentidos, ambigüedades y referencias intelectuales, pero también de sarcasmo y humor.
- La fotografía y en general la imagen, que atrae poderosamente con sus tonos pastel. Aunque está ambientada en nuestros días, por temática, personajes y ciertos escenarios bien puede pasar por una película sobre los años 1900-1914, tipo "Una habitación con vistas". Esa atemporalidad es beneficiosa.
- La banda sonora, más bien la maravillosa música que acompaña y enmarca tanta calidad y distinción, y Allen no decepciona y sólo tira genialmente de un repertorio de óperas de Verdi, Rossini o Donizetti interpretadas en su mayoría por Enrico Caruso (1873-1921), por lo que esa sensación de "Belle Époque" de acentúa, a la par que lo hace la intensidad dramática.
- El crescendo del último tramo y el soberbio final.

En definitiva, toda una obra maestra.