Una película que ha dado que hablar. No hay duda. Me he puesto a escribir estas líneas y ya había publicadas en esta web 336 críticas. Da que hablar, es un hecho. También da ganas de cagar. Es otro hecho.

Lamentable experimento gore adolescente. Planteamiento original y muy prometedor, a priori, que se derrumba como un castillo de naipes a los pocos minutos. Lo peor, y es mucho decir: la dirección de actores. Porque se ven. Se ve a los actores frente a la cámara. Unos más teatrales, otros más realistas, pero se les ve. Y se supone que la cosa iba de lo contrario, de que no oliera a "teatrillo", de que el espectador no encontrara a actores en la pantalla sino a personas de carne y hueso. Mal. Fatal. Un lenguaje (me refiero al texto) en ocasiones tan cinematográfico que da risa. Si quieres hacer hiperrealismo, no permitas que tus personajes hablen como en "El comisario", porque vas a hacer que el público desconecte inmediatamente.

Ah, y la histeria del agente de policía... Anda, tira por ahí. Si parecía mi primo agobiándose con el nudo de la corbata. Menudo retrato cutre de los bomberos y de la poli.

Menuda chorrada. Otra prueba más, y ya van unas cuantas, de que la tecnología, los avances, los diseños informáticos y la madre que los parió están hoy prácticamente al alcance de cualquiera, de que vivimos una era cinematográfica "espectacular", de que no hay barreras, de que cualquier cosa que a uno se le antoje se puede rodar. Y de que nada de todo eso sirve si la historia es una caca. Historia caca + grandes efectos visuales = caca gorda.

Fantástico planteamiento inicial. Pero lo que podría haber sido un Matrix se convierte, a los cinco minutos, en un Steven Seagal-pistolitas-punchin-punchin-corre que vienen los chinos. Y tela marinera la vergüenza ajena que siente uno en determinadas secuencias. Tela. Esos dos chinos dando berridos, que dan ganas de canearlos con un paraguas.

Y la Dakota, que la tenía yo idolatrada como niña prodigio (soberbia en "El fuego de la venganza"), se parece cada vez más a la María Esteve.

Ya la hemos visto, y quizá más de una vez: Dreamworks, un caballo, una niña y un actor protagonista que cobra una pasta por peli. La hemos visto, no hay duda. Pero no importa. Porque está bien contada. Es ligera, suavecita y tiene ritmo, que es mucho más de lo que puede decirse de la docena de bodrios que se estrenan por semana y que, aparentemente, tienen mejor publicidad y cartel que ésta. Y una sorpresa, una muy grata sorpresa: el director no ha aprovechado la trama para colarnos a la fuerza algún conflicto topicazo de tipo "familiar-vómito-apesta-moralina". Ha tenido la dignidad de limitarse a mostrar una historia sencilla y quedarse en eso, que no es poco.

Y los actores están bien, sin aspavientos, sin buscar lucimiento. Discretos, medidos. Bien.

Ah, y el título de la crítica es una broma. La peli no va de eso.

Los dos mayores requisitos para que una película sea grande: una buena historia y una buena dirección de actores. Qué casualidad: resulta que el teatro, hace un puñado de siglos, era precisamente eso, una historia que contar y un actor que la contaba. Pues nada. Pasamos. Ni puta idea. A nuestra bola. El guión de esta película: cero tirando a mierda. La dirección de actores: hay pasajes en que parece un capítulo de El comisario, coño. Y qué puñetera manía de dar papeles de peso a los niños. LOS NIÑOS NO SON ACTORES, NO CONOCEN EL OFICIO, NO TIENEN NI PUTA IDEA, SÓLO ES INTUICIÓN.

Los dos mayores errores de la industria cinematográfica, española o extranjera: el efectismo y la incapacidad de innovar. Qué casualidad: resulta que los tipos de los despachos, los que apuestan por el cine efectista y tópico, suelen ser unos tuercebotas que no tienen ni pajolera idea de lo que significa "crear" y que sólo tienen en mente hacer comparativas de taquilla. Pues nada. Que nos piquen los pollos. Que se nos pudra el cine en las manos.

Ah, y a ésos que dicen que los que menospreciamos esta película somos detractores del cine español: ojalá hubiera 500 Isabeles Coixet. Pero, lamentablemente, sólo hay una. Y trabaja fuera. Y no me extraña que se haya largado de este país de pandereta y aficionados.

Y otra cosa: señores críticos de cine de publicaciones españolas: podrían disimular un poquito.

Que sí, Gus, que eres muy guay, que eres diferente, que sí, te lo juro, eres especial, un director atípico, muy europeísta, eres el mejor, el que más radiografía a sus personajes, el que más cuenta, el que más enamora con sus silencios, el que más conmueve, el más supermolón.

Vete a hacer puñetas.


P.D.: Y págale la factura del terapeuta al Damon, que el pobre aún no ha conseguido superar lo de Gerry. Anda, que cómo lo liaste con aquella basura.

P.P.D.: A Michael Pitt, después de enseñar el rabo en Soñadores, lo mismo le da ya ocho que ochenta. Total...