Pese a que de mala película no tiene nada en absoluto, me resulta sobrevalorada.

Creo que es una película con un argumento considerablemente original como para llamar la atención del público sin que éste cese hasta el desenlace de la historia plasmada en la pantalla, pero aun así, siendo este interés constantemente intermitente. No es suficiente para dejar absorto al espectador, dado que entre tanta complejidad, producida por lazos de información que se unen y desunen constantemente, más el descontrolado preludio al que a todos nos pilla por sorpresa y sin entender nada, uno es incapaz de no desviar los ojos de la pantalla en más de algún momento de la película.

Es grata de ver y resulta francamente curiosa. Nadie niega de la gran elaboración de la trama ni de la inquietud que te proporciona el querer saber como termina la obra, pero carece de sencillez, una virtud y acto de generosidad siempre gratificante, y de una interpretación, personalmente, algo más trabajada por Guy Pearce, quien resulta poco expresivo en casi todo lo que dice, y hasta en lo que calla.

Por lo demás, no deja de ser simplemente un aceptable y entretenido thriller más.

Quizá la película más pueril y utópica de Easwood, donde el maniqueísmo, doctrina cuyo aborrecimiento no es tardío en aparecer entre los aficionados al cine, está presente en cada escena.

En el sargento de hierro, Easwood ofrece una historia protagonizada por los indestructibles principios de un servicial héroe americano acompañado de un reparto constituido por escenas inspiradas en David y Golliat (el tamaño no importa) , turbos enfrentamientos y gamberradas correspondientes a personajes entregados a las fuerzas armadas, y un rol de seriedad y dureza que estamos acostumbrados a ver en el cine dedicado al preparamiento de las fuerzas armadas en América.

Con múltiples tópicos y manidas escenas, un sargento adusto en el trato, curiosamente socarrón, ingenioso y ocurrente para lo que se puede esperar de un chusquero militar, intentará inculcar a sus salvajes interlocutores, con suma displicencia y de una manera épicamente exagerada, la ideología del buen americano y para ello tendrá que luchar constantemente contra las tretas y los subterfugios que los indomables aspirantes a soldados le tienen preparado antes de que le cedan su docilidad. En esta película para público fácil no podría faltar su correspondiente historia de amor, música americana y rock and roll.

El único fin didáctico merecedor de elogio que el director intenta hacer incapie es en el que defiende que la experiencia es la madre de la sabiduría. Aunque pueda resultar entretenida con todo el coctel de características necesarias para que llegue a serlo, no es la película más seria de Clint Easwood.

Si bien es cierto que en ´´Silencio´´ Scorsese nos muestra su faceta menos usual y reconocible, el hecho de que ésta no dé la talla no lo es tanto. Su película consta de aceptables interpretaciones por parte de todo el conjunto de actores, así como de una correcta cronología acompañada a su vez de una ornamentación favorable, sostenida por los bellos paisajes y acertados fondos de la época. No es el director de vicios, excesos y delitos al que estamos acostumbrados. No nos deleita con un gran plan, intensivo e inteligentemente elaborado como suele hacer, donde las drogas, la mafia, venganza, dinero y traición forman parte del reparto y dan vida a una loca y desenfrenada historia que tanta violencia y adrenalina derrocha en películas como Uno de los nuestros, el lobo del Wall Street o Toro salvaje, entre otras.

Este Scorsese, más metafísico, logra contar una desgraciada historia que refleja lo que la ignorancia y la religión, una siempre cogida de la mano de la otra, llegaron a suponer en tiempos en que la luz y el progreso se negaron a prosperar. Cuenta la historia de un mundo salvaje, inundado por el odio y la incomprensión, y lo hace bien, no se le escapa detalle alguno de la debilidad del ser humano, debida a su inocencia, o de su fortaleza, debida a la fe.

No obstante, salta a la vista que el carácter rocambolesco que este cineasta nos ha mostrado en anteriores films es algo intrínseco en él, que no pasa desapercibido en las miserables escenas y turbulentas sensaciones que ´´Silencio´´ ofrece y transmite. El violento Scorsese es irreversible.

Quizá, algunos espectadores podrán evocar la sensación de tedio a lo la largo de la película, pero ninguno podrá decir que es mala. Mala no, en absoluto.

Así de bueno se presenta el buen cine español. Érase una vez un artista, de nombre Fernando Trueba, que resolvió hacer buen cine, y tal encomienda no le salía nada mal. Con su vocación claramente descubierta, decidió convertirse en uno de los más afamados directores de la historia del cine de habla hispana, y tras múltiples obras maestras, se consolidó como el Woody Allen español.

En 1998 volvió a culminar junto a Penélope Cruz, la niña de sus ojos, para regalarnos los ojos con esta gran critica destinada a reírse de su propio país, de hacernos reír a nosotros, y al resto del mundo, pero también para hacernos llorar, y reflexionar, y hacernos sentir humanos. Españoles. Eso es lo que somos. Y de eso nos podemos sentir orgullosos; o podemos sentir vergüenza también; Trueba deja que decidamos nosotros mismos.

"Déjate de hostias, que somos españoles". Menos formalismos, y más frívolo sentimentalismo. Penélope es una de las más grandes actrices de este pequeño país.

Estamos acostumbrados, mis contemporáneos y yo, a este cine de terror actual característico por sus secuencias de gore, en el que estiman más relevantes los efectos especiales y el factor susto, valga la expresión, que lo que es la trama. Cada vez más ruidosas, más sanguinarias y repugnantes para el ojo humano se presentan las películas de terror, y por consiguiente más indecentes, con escaso guion y argumento pobre en todo su conjunto, dejando siempre mucho que desear.

La finalidad de intentar asustarnos con tanto fervor produce un defecto de eficaz elaboración en el proceso de la trama, que la deja exenta de cohesión y coherencia en la relación de los hechos, olvidándose de crear un ambiente fúnebre, y correctamente intrigante para las diferentes escenas; escenas donde debe reinar la intriga psicológica, angustiando al espectador y dejándole absorto por la inquietud que debiera transmitir cualquier película de esta variedad.

En Suspiria, Dario Argento es capaz de proporcionar todo lo que le falta a una película de terror actual. La película te absorbe desde el minuto uno, el entorno que proyecta en los diferentes sucesos de la historia es tan perturbador como estilísticamente llamativo, y el camino que sigue la relación de los hechos no se tuerce y se mantiene fiel a cualquier matiz predecesor. Lastima que tenga el final que cualquiera se espera a lo largo de la película. Pero la película no tiene un exceso, y por lo tanto tampoco una escasez, notable, ya que practica también acciones enloquecedoras y violentas que no te dejaran indiferente.