Estamos acostumbrados, mis contemporáneos y yo, a este cine de terror actual característico por sus secuencias de gore, en el que estiman más relevantes los efectos especiales y el factor susto, valga la expresión, que lo que es la trama. Cada vez más ruidosas, más sanguinarias y repugnantes para el ojo humano se presentan las películas de terror, y por consiguiente más indecentes, con escaso guion y argumento pobre en todo su conjunto, dejando siempre mucho que desear.

La finalidad de intentar asustarnos con tanto fervor produce un defecto de eficaz elaboración en el proceso de la trama, que la deja exenta de cohesión y coherencia en la relación de los hechos, olvidándose de crear un ambiente fúnebre, y correctamente intrigante para las diferentes escenas; escenas donde debe reinar la intriga psicológica, angustiando al espectador y dejándole absorto por la inquietud que debiera transmitir cualquier película de esta variedad.

En Suspiria, Dario Argento es capaz de proporcionar todo lo que le falta a una película de terror actual. La película te absorbe desde el minuto uno, el entorno que proyecta en los diferentes sucesos de la historia es tan perturbador como estilísticamente llamativo, y el camino que sigue la relación de los hechos no se tuerce y se mantiene fiel a cualquier matiz predecesor. Lastima que tenga el final que cualquiera se espera a lo largo de la película. Pero la película no tiene un exceso, y por lo tanto tampoco una escasez, notable, ya que practica también acciones enloquecedoras y violentas que no te dejaran indiferente.