No me parece "El beso del asesino" una obra menor sino una película notable. Destaca sobretodo por su potencia visual con imágenes de gran belleza, planos extraordinarios y un exquisito uso del blanco y negro. Se trata de una historia habitual dentro del género negro, que en algunos momentos puede parecer forzada o decaer, pero que logra recomponerse a través de los continuos giros ofreciendo un resultado final compacto y coherente.

Con un impecable trabajo de dirección y producción, la película se construye sobre un guion que denuncia las diferencias sociales y la hipocresía de las clases pudientes. Solo un año más tarde se rodaría en los mismos decorados y con un elenco muy similar el clásico "Ángeles con caras sucias", con el cual guarda, además, muchas similitudes argumentales. Sin embargo, la tensión entre los dos personajes principales así como los diálogos y las interpretaciones están más afinadas en el film dirigido por Curtiz y quizás por eso, esta haya pasado más desapercibida. En cualquier caso, es curioso que no se relacione más frecuentemente estas dos películas cuando resulta casi evidente que se trata de una re-interpretación libre cuando no directamente de un remake.

Sin duda se trata de una gran película, aunque sobre ella planee con demasiada presencia la alargada sombra de su predecesora Casablanca. Los elementos vienen a nuestro encuentro enseguida: Bogart (magnífico), su historia de amor, el pianista y su amistad con "ella" (Bacall, claro), la dificultad para conseguir un pasaje de salida, los agentes secretos, la guerra, ...

El elenco actoral realiza un trabajo de gran altura y cabe destacar la excelente fotografía en blanco y negro que es, en mi opinión, lo mejor de la película. Desde luego el argumento queda bastante logrado gracias a los rápidos giros, que dan un ritmo excelente a la película pero los diálogos, aunque realmente ingeniosos, terminan pecando de excesiva artificialidad en demasiadas ocasiones.

Al ver la película se puede tener la sensación de estar ante una esperpéntica obra de teatro en la que a cada escena se abre y se cierra el telón. La continuidad parece a veces diluirse y el salto entre escenas resultar aleatorio. Pero cada una de ellas se presenta con una gran presencia visual y una poderosa puesta en escena por parte del gran elenco de actores. Todo en ella es desproporcionado.

En la personal visión que lanza la película, donde los hechos históricos parecen ser quienes dirigen los pasos de todas sus gentes, si bien se mira, estos quedan relegados a un plano superficial eclipsados por los personalismos y las neuras individuales. Así, fascismo y socialismo podrían ser al final solo un juego de niños, una pelea de adolescentes, la guerra entre los egos de dos hombres.

El colorido resultado final se nos presenta como un delirio interesante, seguramente demasiado caro, pero de una intensa belleza visual y lo suficientemente desagradable en sus formas para no pasar desapercibida. Digamos que es una película que merece la pena ver.

Este documental recoge la importante aportación cultural jamaicana que tuvo lugar especialmente durante la segunda mitad del siglo pasado. Empezaron grabando discos en su isla natal que pinchaban en cajas de amplificadores, muchas veces auto-construidas, para ambientar sus fiestas y darle duro al bailoteo. En 1962, tras la independencia de Jamaica, muchas familias emigraron a las islas británicas a la caza del sueño europeo.

Una vez en Inglaterra, muchos jóvenes que habían emigrado junto a sus padres, se encontraban un panorama jodido, marcado por la exclusión social y el racismo, y encontraron en su música una vía de escape. Se abrieron paso en la ciudad, mientras extrañaban el clima, el mar y los ríos de su lejana patria, a base de puñetazos, porros y discos de siete pulgadas. Había un filón en esa nueva música. Aunque rechazado por el mainstream, el sonido ska se escampaba como una mancha de aceite por los sótanos del underground. Ese fue el magma que vio nacer a Trojan Records, el sello discográfico que supo plasmar y, en parte, reconducir, toda aquella explosión, y cuya historia sirve de hilo conductor a este documental.

El formato se basa sobretodo en entrevistas entremezcladas con material de archivo. Pero en lugar de dejar en pantalla a los entrevistados, con frecuencia escuchamos su voz en off mientras se nos ofrece el relato ficcionado, a modo de escenas de película. Y funciona. Así vemos pasar aquellos años en los que todo sucedía muy rápido y donde la cultura jamaicana, se filtró por cada poro de los barrios obreros dando lugar a los primeros skinheads. Tenían mucho en común con los rude boys y de esta fusión nació todo un movimiento. Era cuestión de tiempo que llegase el éxito.

Llegó con canciones arregladas con cuerdas, letras que apelaban a lo emocional y no tanto a lo social y, por lo que parece, sin mucha disciplina en la contabilidad en lo que respecta a Trojan Records. Así que las giras, los vídeos en prime time o las frecuentes incursiones en el top 40 fueron efímeras y dejaron paso a la quiebra. Todo pareció desvanecerse en un sueño borroso. Pero quedó el legado: el reggae, el dub, la Two Tone Army con Specials a la cabeza, los Clash... todos ellos bebieron de la fuente jamaicana con Trojan Records como uno de los más importantes referentes. Todavía hoy, la influencia de la cultura sound system sigue presente en infinidad de expresiones artísticas y sociales.