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Voto de Vertex:
8
6,4
5.662
Cine negro
Un boxeador rescata a una cantante de las lascivas garras de su jefe. Intriga y melodrama para una película de bajo presupuesto producida, dirigida, escrita, fotografiada y montada por Stanley Kubrick. (FILMAFFINITY)
26 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me parece "El beso del asesino" una obra menor sino una película notable. Destaca sobretodo por su potencia visual con imágenes de gran belleza, planos extraordinarios y un exquisito uso del blanco y negro. Se trata de una historia habitual dentro del género negro, que en algunos momentos puede parecer forzada o decaer, pero que logra recomponerse a través de los continuos giros ofreciendo un resultado final compacto y coherente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Contiene muchas virtudes destacables: los planos picados de las escaleras, el uso de los reflejos sobre los objetos, el contraluz, la naturalidad de las imágenes urbanas como en el precioso travelling que acompaña a Irene Kane mientras cruza la calle, el mimo en la decoración, la simetría que tan lejos llevaría Kubrick en films posteriores, la belleza con que capta los sórdidos y oscuros callejones, el gusto por los pequeños detalles, la apertura del espacio durante la persecución final, la minuciosidad del fotógrafo...
Puede que acuse una cierta sobrecarga musical en algunos pasajes y sin duda abusa de un manido y ambiguo retrato de la presencia femenina, una figura que se deja llevar por la corriente para finalmente convertirse en la "mala", de un modo implícito, hasta que es rescatada y vuelve a caer en los brazos de su benefactor. Un sobre-explotado cliché de femme fatale con claros aires machistas, que proyecta sobre la mujer una concepción de culpabilidad para justificar, al menos en parte, los celos y crímenes de los hombres. Es una lástima que Kubrick no se librase mejor de este recurso tan fácil y soez.
Las imágenes de boxeo remiten a la maravillosa The Set Up (1949) y parte de la secuencia del combate a muerte en el almacén de maniquís, se puede entender como un anticipo del combate de gladiadores entre Kirk Douglas y Woody Strode en Espartaco. Pero por encima de todo, lo que brilla con luz propia en esta película, son los destellos de originalidad del genio que podemos apreciar en la forma en la que entre-cala en el montaje imágenes aparentemente aleatorias —principalmente de objetos—; como se sigue la narración a través de un televisor no del todo bien sintonizado; las imágenes aceleradas en negativo de una pesadilla; el momento en que se lanza un vaso vacío contra un cuadro y rompe el cristal de la cámara —o quizás de la ventana por la que miraban los personajes del lienzo—; o el ballet que sirve de contrapunto a la voz en off; entre otros.
Puede que acuse una cierta sobrecarga musical en algunos pasajes y sin duda abusa de un manido y ambiguo retrato de la presencia femenina, una figura que se deja llevar por la corriente para finalmente convertirse en la "mala", de un modo implícito, hasta que es rescatada y vuelve a caer en los brazos de su benefactor. Un sobre-explotado cliché de femme fatale con claros aires machistas, que proyecta sobre la mujer una concepción de culpabilidad para justificar, al menos en parte, los celos y crímenes de los hombres. Es una lástima que Kubrick no se librase mejor de este recurso tan fácil y soez.
Las imágenes de boxeo remiten a la maravillosa The Set Up (1949) y parte de la secuencia del combate a muerte en el almacén de maniquís, se puede entender como un anticipo del combate de gladiadores entre Kirk Douglas y Woody Strode en Espartaco. Pero por encima de todo, lo que brilla con luz propia en esta película, son los destellos de originalidad del genio que podemos apreciar en la forma en la que entre-cala en el montaje imágenes aparentemente aleatorias —principalmente de objetos—; como se sigue la narración a través de un televisor no del todo bien sintonizado; las imágenes aceleradas en negativo de una pesadilla; el momento en que se lanza un vaso vacío contra un cuadro y rompe el cristal de la cámara —o quizás de la ventana por la que miraban los personajes del lienzo—; o el ballet que sirve de contrapunto a la voz en off; entre otros.