Tras el visionado de Boyhood (Momentos de una vida), entre los calificativos que mejor la describen no están ni el de maravillosa, genial ni emotiva. Quizás el que mejor la describa sea el de honesta, ya que ofrece lo que oferta, momentos de la vida de un americano de clase media en el tramo que va desde la niñez (6 años) hasta la edad del pavo (18), resumidos en las casi 3 horas que dura el film. El mayor problema que tiene esta película no es como lo cuenta, sino lo que cuenta. Hay vidas que son de película y otras como las del protagonista de esta historia que no lo son. La vida es una carrera de obstáculos, y los de este chico, en comparación con los que en la vida real se tienen que enfrentar nuestros jóvenes son prácticamente inexistentes.Este es un problema añadido que hace que no empaticemos suficientemente con el protagonista, Ojalá Richard Linklater fuera español y retratara la vida de nuestros jóvenes que víctimas de la especulación, el pelotazo y la corrupción se ven obligados - los que pueden - a abandonar su país en busca de un futuro que los mal llamados políticos le han hurtado. En esas vidas sí que hay historia y drama.....

Sin menospreciar la dirección, interpretación y ambientación, el guión es flojo y repetitivo. No añade nada nuevo que no se haya contado antes. Una joven aislada y acosada por unos salvajes descerebrados sin motivos aparentes no es historia suficiente para hacer una nueva película. Los productores debieran ser más selectivos a la hora de invertir su dinero, y de esta forma evitar fiascos como éste.

La película tiene como preámbulo una frase de Albert Camus: "No hay justicia, solo límites", que resume a la perfección la historia que vamos a ver. Cine social que denuncia en este caso una lacra de nuestra llamada Democracia, cuyo sistema judicial hace aguas por todos lados, algo que para desgracia de los ciudadanos también se encuentra universalizado. Un fallo procedimental deja en libertad al culpable de la muerte de la esposa e hija de un modélico ciudadano, por lo que toma la determinación de buscar la justicia por otro lado... La dirección, la ambientación y las interpretaciones están en el alto nivel al que nos tiene acostumbrado últimamente el cine belga. Merece la pena, aunque nos ponga de mala, muy mala leche.

La película ha defraudado mis expectativas. Cuenta lo mismo que se ha contado otras veces (Los gritos del silencio, Salvador, Territorio Comanche, Bajo el fuego), pero en esta ocasión peor. El guión intenta girar sobre las tensiones que en una familia ocasiona la profesión de la esposa, reportera gráfica en zona de conflicto, y la realidad es que con todas las atrocidades que existen y que parte de ellas quedan reflejadas en la película, lo que le ocurre a esta familia pasa a un segundo plano, y deja de interesar al expectador mucho más impactado por las imágenes de las chiquillas que se inmolan por Alá y las barbaries que se cometen en África.

Si en una coctelera mezclamos: Rambo, Arma Letal, Comando e Indiana Jones, le añadimos un soldado de la legión española, o mejor dicho, la cabra de la legión -encarnada en este caso por Antonio Banderas- y para finalizar le ponemos una dosis del guión de los siete magníficos, tenemos "Los Mercenarios 3". Pura acción y aventura, en la que en este caso la historia o lo que cuenta pasa a un segundo término: malo malísimo encarnado en Mel Gibson, mercenarios en edad de jubilación que han de ser sustituidos por otros más jóvenes, pero como siempre pasa en estos casos la experiencia es un grado y siempre habrá que contar con ellos. Sin lugar a dudas la más entretenida de las tres entregas.