El usuario y colega Antonio Morales escribió recientemente una crítica impecable, así que poco más puedo aportar acerca de esta interesante película de hace 40 años, a la cual, como tantas otras de la historia del cine, el paso del tiempo ha ido relegando injustamente al olvido.
Tiene razón el crítico de "El País" Javier Ocaña cuando ve en Isasi-Isasmendi un precedente de Amenábar, Rodrigo Cortés y J.A. Bayona, es decir, directores españoles que trabajan con equipos patrios y suelen rodar en nuestro país, pero "fichando" como protagonistas a intérpretes extranjeros, en ocasiones estrellas. Realmente Isasi, aún vivo, fue un innovador y todo un visionario en esto del cine comercial.

Aquí, tratándose de una adaptación de una novela de Alberto Vázquez- Figueroa en la que un feroz e incansable can personifica la figura del dictador Léonidas Arévalo, apodado "El Perro", asistimos a una película con notable ritmo (aunque decaiga en la "parte urbana"), trepidante a más no poder, con algunas escenas realmente impresionantes y un montaje espléndido marca de la casa, y la cual, sin duda, por todo el mensaje político que contiene, aunque esté ambientada en un país hispanoamericano, hubiera resultado de difícil percepción en la España de los años 50.
Pero estábamos a mediados de los 70 y apoyándose en el protagonismo de un sólido Jason Miller (el padre Karras de "El exorcista") y en los papeles más breves de Lea Massari o el director Bardem, Isasi-Isasmendi entregó una película que triunfó en los festivales y tuvo notable éxito de taquilla.

Por supuesto, el perrito (o perros, creo que se emplearon varios) es el auténtico rey del film, y la cámara consigue transmitirnos todo el frenesí y ansias de persecución y muerte, con esos planos subjetivos. Gran trabajo del can, que espero se llevase triples raciones de comida.

Por último, no quería dejar de señalar el mensaje del principio, cuando el director y la productora avisan de que ninguno de los animales ha sufrido el menor daño. Un detalle tranquilizador, como espectador animalista que soy, y que viene a demostrar que en el cine es posible, gracias al uso de especialistas o de elipsis y ruidos, emplear a animales sin lastimarles gratuitamente, cuando no directamente a finiquitarlos. Me estoy refiriendo, y centrándonos sólo en España, a directores como Saura, Borau o Ricardo Franco, a quienes no les importó matar de verdad a perros, conejos y mulas (ésta salvajemente, en "Pascual Duarte", a navajazos, como en el libro de Cela). Gracias, don Antonio Isasi-Isasmendi.

El western, uno de los grandes géneros de la historia del cine, alcanzó su época dorada desde los años 40 hasta finales de los 60, por el nuevo aire que le insuflaron Sam Peckinpah y sobre todo Sergio Leone. En la década siguiente la gloria y el interés del público son mucho menores, pese a algunas buenas películas, y ya a partir de 1980, con el fracaso de "La puerta del cielo", el western queda proscrito.

Pero 1985 fue un buen año para el Oeste. Primero con la excelente "El jinete pálido" dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, y luego con esta estupenda "Silverado" del siempre interesante y olvidado Lawrence Kasdan. No consiguieron resucitar al western (sólo Eastwood, de nuevo, estaría cerca en 1992 con "Sin perdón") pero demostraron que ese maravilloso modo de hacer cine seguía estando ahí.

"Silverado" cuenta una historia muchas veces vista anteriormente, aunque algo actualizada. Muchos tópicos del western están aquí, como los duelos, los forajidos, las caravanas, el saloon, el tahúr, el whisky, el sheriff tiránico, el buscavidas de pasado doloroso o polémico, el racismo, los hombres de gatillo fácil o el sentimiento de horizontes de libertad. Pero, pese a ello, están contados o revisitados de modo tan interesante, que "Silverado" se convierte en una película muy disfrutable y con rico sabor a clásico.

Fundamentalmente por un magnífico guión con los toques justos de drama, fatalismo y humor, un buen diseño de producción, un gran uso de los paisajes naturales americanos, una música que sin ser nada del otro mundo queda como un guante, y, sobre todo, un estupendo reparto encabezado por el siempre carismático y convincente Kevin Kline y los veteranos Scott Glenn, Danny Glover, Linda Hunt y Brian Dennehy (el sheriff de "Acorralado"), sin olvidarse de un joven Kevin Costner (atención a su cara de pipiolo).

El duelo final, aunque breve, es soberbio. Viva el western.

No sé si por venir de la mediocre "Tenet" o porque no me considero nolanista, pese a que me encanten algunas de sus películas, como "Interstellar" o "Batman Begins", pero no esperaba gran cosa de "Oppenheimer", la cual, como es habitual cuando se habla de su director, vino precedida del fanatismo, tanto de partidarios como de detractores.

Pues bien, una vez vista me ha encantado y hasta diría que para mí entra en el top 3 de Nolan. Pese a que sea una peli muy en su onda (como los personajes cerebrales y esa música y el sonido dispuesto a romper tímpanos) aquí sin embargo se presta menos a "rayadas" y a desconcertar al espectador y más al espectáculo, a los dramas y remordimientos de los protagonistas y al estupendo thriller político que se nos presenta, retratando esos años que van de la II Guerra Mundial a la Guerra Fría y al macartismo.

El magnífico y extenso reparto está liderado por un Murphy que huele a Oscar (siempre que hay biopic un actor huele a Oscar, pero es que aquí lo vale) y desde luego por un Downey Jr también premiable y por fin libre del maldito Tony Stark, pero quería destacar a Emily Blunt en tal vez el mejor papel de su carrera interpretando a la atormentada y alcoholizada mujer de Oppenheimer.

Gran y adulta superproducción. Como digo en el título, parece que estamos ante un biopic de cine épico como los de antaño.

Sinceramente, no creo que haya muchas más candidatas a quitarle el puesto a esta "Retorno a Brideshead", y es que se trasladan a la pantalla el estilo, el tono, el espíritu...todo, de la maravillosa novela de Waugh. Desde luego, como no podía ser de otra manera, es británica y muy británica, y desde luego en el mejor momento posible, ya que por desgracia la época de las grandes producciones inglesas ya ha pasado y pese a alguna excepción, la corrección política y el posmodernismo ha hecho mella. Si se hiciera hoy seguramente habría actores de color y feminismo impostado, algo ausente en el libro, claro está.

Con toda justicia exitosa y premiada, contó con un gran presupuesto y se nota. A favor, el enorme reparto, sobre todo Jeremy Irons en creo el papel de su vida, más Anthony Andrews, menos famoso y prodigado pero igual de bueno, y dos tótems british como John Gielgud y Laurence Olivier. Simpático papel el de Nickolas Grace, años antes de hacer de otro homosexual, Federico García Lorca, y muy buenas Claire Bloom y sobre todo Phoebe Nichols. También hay que decir que aunque siempre es un placer escuchar el inglés británico, en España se hizo un magnífico trabajo de doblaje, muy de los 80. Luego está el diseño de producción y los escenarios, Castle Howard a la cabeza, más los colleges ingleses, junto a la maravillosa música y desde luego el tono decadente, lánguido y melancólico.

La Inglaterra perdida.

Excelente film, una de las cumbres del cine francés, que lamentablemente no llega a obra maestra por su inexplicable final, no se sabe si rodado por Clouzot, por su mujer Véra o por alguno de los borrachos de la pulpería del pueblo.

Y es que "El salario del miedo" (impresionante título) es una película pesimista, sucia, existencialista y dura como ninguna de la época, con prácticamente ningún personaje positivo (tal vez el único, el de la mencionada Véra Clouzot, mujer -y no hija como algunos dicen por aquí- del director, si bien como actriz no valía mucho pese a su belleza y luminosidad). Pero desde el primer momento, con la ambientación en algún país de América Central (buena ambientación por cierto pese a que se rodó en el sur de Francia) del que con acierto no se dice el nombre, percibimos el aroma a enfermedades, hastío, miseria y podredumbre de ese maldito villorrio lleno de mosquitos llamado Las Piedras, habitado por nativos y por una galería de europeos rebotados de sus respectivas patrias tan crueles como desgraciados, ya sean franceses, italianos, alemanes u holandeses. Ver la película en versión original es recomendable pues se habla tanto en español (ya sea hispanoamericano o el chapurreado por los galos) como en francés y en inglés e incluso en italiano, ahondando en el concepto de una Babilonia decadente y miserable.

Escenas de tensión inigualable, secuencias de acción al volante excelentemente rodadas, diálogos nihilistas, violencia verbal y física y magnífica actuación de los cuatro protagonistas: sobre todo Yves Montand y Charles Vanel pero Peter Van Eyck y Folco Lulli no desmerecen. La pobre Véra bastante tuvo con hablar en portuñol afrancesado y poner caras mientras el personaje de Montand la trataba a patadas.

Imprescindible e imborrable pese a su final.