Arrancando ladrillos, derrumbando muros. Mensajes que despiertan la conciencia dormida del capitalismo más adoctrinante. La desolación de la consecuencia belicista. El desamparo de referentes. Sobreprotección tóxica por eslabones del sistema. Portadores de odio que dictaminan conductas. El reproche al arte. La vida interpretada como un saco de lágrimas contenidas. Los golpes del hoy podrían doler menos en el mañana...

No solo se transgrede con letras y música. El apartado visual es un abrumador ejercicio que se adapta a la perfección al estilo de Alan Parker. Los excesos de su cine encajan con la intencionalidad del impacto y el volumen del mensaje.

La armonía en la forma y contenido traspasa pantallas y revienta muros. Un alimento sano para el mundo del rock contemporáneo. Una obra conceptual tan mimada que se deja querer más allá de las barreras del género.

Comprimido y avaricioso proyecto. Mucha historia para tan poco metraje. Los cabos sueltos contaminan la cinta. Su conjunto queda cojo y sin rematar. A pesar de todo, tiene la suficiente fuerza como para referenciar e inspirar.

Lejos de ensalzar las virtudes de la fama, la cinta intenta dirigir su discurso hacia el fracaso, tanto personal como profesional. Se exponen los peligros que surgen por la persecución de los sueños y las crueles realidades del mundo del espectáculo. Un ejemplo de ello es la referencia a artistas que lidiaron con ello como James Dean, Montgomery Clift, Marlon Brando, William Inge, Stephen Foster, Freddie Prinze, Joe Namath.

Una vez más, la pericia tras las cámaras de Alan Parker hace que una película con tantas lagunas en su guion adquiera una personalidad arrolladora. Su banda sonora ayudaría a que la producción fuese un éxito y se convirtiera en un icono de la cultura pop.

Una de las virtudes de Alan Parker es captar la atención de la audiencia y jugar a su antojo con ella.

Un médico realiza un experimento con un moribundo colocándolo bajo hipnosis en su lecho de muerte.

Aterrador. Un cortometraje mudo espeluznante. Considerado como la primera película "gore" de la historia.

12 minutos de terror macabro y montaje frenético. Una joya del genero con pasaporte italiano.

La locura del rechazo. Hipocresías del estatus. El placer del ego idolatrado. Consecuencias con atajos abismales. El destino derrumbando futuros y acercando temores. La salvación no precisa de cinismos interesados. Locos por deseo, locos de amor, locos impotentes, locos, locos, locos...

Maravillosa ejecución. El estilo de Freund es sobrio. El peso de la acción recae en personajes con fuerza. Evita el melodrama azucarado y contamina su obra de una atmósfera malsana y cada vez más enrarecida.

Los conflictos argumentales están llevados con la paciencia justa. El ritmo es ágil. Peter Lorre se hace con la función en uno de los personajes más icónicos de su carrera. Su predecible final no empaña una de las más destacadas obras de los años 30. Se aprecian referencias expresionistas en la forma y el contenido.

La sugestión humana como eje. El miedo a la desdicha como escenario. Nosotros como testigo.

Landers consigue darle a su obra la atmósfera adecuada. Personajes a la altura de sus estrellas y planos para el recuerdo.

Dioses de carne y hueso. Amores no correspondidos. La venganza del sádico que nunca ama. El juguete roto del diablo. Ubicaciones para el delirio de un alma retorcida.

La belleza de una producción que supo contener y exprimir el carisma necesario. A reivindicar por delante de otros clásicos de la Universal.