Es difícil reencontrarse de bruces con el pasado, con ese que un día tuvimos todos en el que manteníamos unas relaciones que por desgaste o hastío abandonamos voluntariamente.

El filósofo griego Heráclito afirmo con rotundidad que no podemos bañarnos dos veces en las aguas de un mismo rio, cada momento nos impregna de una situación única e irrepetible, el tiempo todo lo cambia pero la vida sigue fluyendo hacia el futuro.

Jim Jarmusch saca adelante, con éxito, esta película que plantea un volver hacia atrás para hacernos ver que es más que difícil desandar el camino andado.

Genial, como siempre, Bill Murray en uno de esos papeles anodinos que sabe protagonizar a la perfección, sacando fruto de su aspecto serio y distante, parco en palabras y puliendo como el acero todos y cada uno de sus silencios.

Película desenfadada que entre kilts, whiskys y amiguetes en rehabilitación consigue entretener y arrancarnos algunas sonrisas.

Ken Loach al lado siempre del bando mas débil, en esta ocasión de chavales marginados, nos presenta en tono humorístico una ingeniosa salida para que los protagonistas saquen adelante sus vidas.

Recomendable para pasar un buen rato … mejor con un whisky en la mano.

La historia con toque de comedia de una familia enloquecedora, los secretos viven bajo el mismo techo lo que da lugar a situaciones rocambolescas.

Buena dirección de Raymond de Felitta que hace que la acción se trasforme en burbujas chispeantes que al igual que en el champagne estimulan nuestro paladar cinematográfico.

Bueno el trabajo de Andy García en su condición de padre de familia muy peculiar.

Una película que nos ayuda a pasar un rato muy agradable.

Los enfrentamientos entre los dos bandos en la Primera Guerra Mundial fueron muy encarnizados, la enorme presencia de trincheras y el armamento con bayonetas caladas obligaban a unos y a otros a arriesgar totalmente sus vidas para tomar al asalto las posiciones enemigas.

Sam Mendes nos ofrece la posibilidad de contemplar ese escenario de muerte y desolación, la inmensa llanura francesa enfangada por el barro y salpicada de los hoyos producidos por las balas de artillería y cadáveres, muchísimos, incontables, desmembrados y algunos semi ocultos, no enterrados por la mano del hombre sino por la acción de las propias bombas.

Y en las trincheras hacinamiento y miedo, mucho miedo, del real, del que hiela la sangre y nos paraliza, la muerte se huele y se siente en el estampido de cada cañonazo que rompe el aire.

Una película cruda, sencilla en su argumento y desarrollo, exenta de complejidad pero con una realización extraordinaria, tanto en la presentación de las trincheras como del mismísimo campo de batalla.

El hundimiento del último imperio del terror, la pesada ancla de la locura de Hitler, sus visiones delirantes y su orgullo cayeron a plomo en un mar de soldados rusos y tropas aliadas, su desesperación final arrastró consigo a sus últimos efectivos militares y a la población civil alemana.

Si bien la versión oficial declara que el Führer se suicidó en su bunker de Berlín, el testimonio y las pruebas conseguidas por agentes de la CIA y del Servicio Secreto israelí en la serie documental “Persiguiendo a Hitler” demuestran que en realidad consiguió huir de Berlin en un avión hasta Galicia pera seguidamente, y ya en un submarino desde Vigo, continuar su viaje a Fuerteventura y a Argentina como destino final.

Oliver Hirschbiegel con una excelente dirección, describe pormenorizadamente los últimos días del Tercer Reich en el bunker del Führer de Berlin, magnífica la interpretación de Bruno Ganz dando vida al genocida de infausto recuerdo.