Uno piensa, en un año como 2018, que hacer cine político, cine sobre políticos y con un discurso político, puede resultar cansino para el público. La imagen de la clase dirigente se encuentra bajo mínimos y a ello necesariamente ha tenido que contribuir el cine. Parece que es un tema, vistas las nominaciones de "El reino" a los Goya , sobradamente trillado.

Pero uno luego ve "Caballero sin espada" y se da cuenta que el campo que labró Capra... quedó en barbecho. Y sobre él han crecido malezas, ortigas, chumberas y poco más. Lo que Capra rodó hace casi ochenta años se mantiene igual de pertinente, de revelador, de vigoroso en su denuncia e indignante en muchos momentos. Conviene reivindicarlo.

Uno de los grandes regalos de Billy Wilder al cine es el arranque de "Perdición": la confesión de un Fred MacMurray que, aparte del dinero, aparte de una mujer, lo que realmente busca en esta historia es comerle la tostada al tremendo Edward G. Robinson. ¿Qué es lo que puede mantener enganchado al espectador después de que la peli comience con un spoiler como una catedral? La historia de un hombre sediento como pocos.

Un hombre sediento fundamentalmente de reconocimiento. A medida que avanza su relato, todos podemos sentir esa sed e identificarnos con ella. Porque la promesa de amor (el flechazo con Barbara Stanwyck es uno de los puntos débiles de la trama) o la promesa de un rico botín pueden ser motivos complementarios, pero el bueno de Fred lo único que anhela es ganar de goleada. Ganar en una historia inevitablemente abocada a la derrota.

De ahí lo acertado del título que se le puso aquí.

Seguramente muchos pensamos en su momento que hacer un biopic con Rami Malek en la piel y el bigote de Freddie Mercury era una idea condenada al fracaso. Algo que no podrían levantar ni un director con oficio en esto del entretenimiento ni un guionista de carrera meteórica.

Pues estábamos equivocados. “Bohemian Rhapsody” funciona básicamente por tres cosas:
-el perfecto engranaje de la historia. Dos horas de biografía se pueden hacer muy duras y aquí se hacen muy rápidas.
-el respeto como base. Respeto a la música, integrando sabiamente el ramillete de hits que todos queremos escuchar. Y respecto a Queen, entrando de puntillas en los detalles escabrosos.
-Rami Malek. Su trabajo necesita combinar a partes iguales imitación, recreación y autenticidad. Superar las inevitables carencias físicas (y actorales, todo hay que decirlo) para que descubramos de Freddie Mercury es un logro a ponderar.

Y si algo de todo esto podría fallar, los últimos 20 minutos se encargan de arreglarlo.

Es muy tentador considerar a Charles Laughton el catalizador de una peli como “Testigo de cargo”. Desde su primera exhibición de sorna ante la enfermera Plimsoll, todo pasa por él. Y entramos de cabeza en su juego, no podemos evitar sentirnos deslumbrados por su monóculo y seguir el camino que va trazando sabiamente -como trasunto del propio Wilder- hasta llegar al mítico desenlace. Pero quien realmente sujeta las riendas de la trama, así lo indica el propio título, es Marlene.
Nos fascina en cada aparición, en ese modo de exhibirse ausente y rotundamente presente.
Nos aterra en cada una de sus bruscas reacciones.
Nos seduce cantando, callando y crispando a tirios y troyanos.
Los quiebros que da la historia están en sus manos y bien que los aprovecha. Si Marlene no nos engancha, es muy probable que queramos considerar este film como una obra menor al lado del poker de comedias que la sucedieron. Craso error.

Si a la cafetera con todos los posos le añades agua y calor seguirás sacando café, un café que da en llamarse aguachirri. "Adiós, pequeña, adiós" vienes a ser el aguachirri del thriller de entresijo policial. Se beneficia del poso que han venido dejando títulos como "Mistic River" en lo próximo o incluso "Los Angeles Confidencial". Se beneficia también de dos fichajes que son sinónimo de solvencia: Morgan Freeman y Ed Harris (¿cuanto aportan ellos a la peli y cuánto aporta la peli a sus carreras?). Se beneficia por último del factor sorpresa de la dirección de un Ben Affleck al que la crítica esperaba con la motosierra humeando.
Hay en este titulo una arquitectura ambiciosa con remates a veces un tanto endebles. Hay también un atrevido planteamiento moral que acaba esclavizando la trama. No es que el guión esté cuajado de diálogos memorables pero mantiene el tipo.
¿Fallos? La ambientación. Una cosa es querer dar un barniz de veracidad montando la historia sobre el lienzo de la "América profunda" y otra cosa es este collage de elementos feistas en los que Affleck parece gustarse. Es la peli con más figurantes obesos por metro de celuloide que recuerdo. Otro fallo es la pareja protagonista. No cuela eso de tratar de presentarlos como un duo de detectives atípico. Simplemente son dos jóvenes guapos e ideales que no transmiten una pizca de credibilidad en cuanto se sumergen en el lumpen, dos personajes cuya relación y cuyos roles tienen un pobrísimo tratamiento, de ahí que el final parezca un tanto forzado. Casey Affleck está verde, verde. Se me antoja el casting con más enchufe de la historia del cine. Michelle Monaghan está sosa, sosa.
No sé cómo tomarme el vínculo que se ha establecido entre "Adiós, pequeña, adiós" y el caso de los McCann para prohibir esta peli a los ingleses. Utilizando la misma vara de medir, yo creo que habría que prohibir "El orfanato" en medio mundo.